El coste de oportunidad
La declaración unilateral de independencia tuvo un coste irrecuperable en la economía que ya pertenece al pasado y no debería influir en nuevas decisiones
Las primeras nociones que se aprenden en economía indican que cuando se toma una decisión hay que pagar un coste, medido o no en dinero, de aquello a lo que se harenunciado. Esel llamadocoste deoportunidad. Cuandoelpasado 27 de septiembre de 2015 el electorado catalán decidió elegir a Junts pel Sí, la candidatura unitaria de CDCyERC, para que gobernase con el apoyo de la CUP, apostó por la independencia cueste lo que cueste. Pues bien uno de esos costes que había que pagar era abandonar la estabilidad política.
La pérdida de la estabilidad se ha podido visualizar en la decisión de no ubicar en Barcelona la Agencia del Medicamento o en el cambio de sede social de las 2.500 empresas de mayor tamaño de Catalunya. Aunque el mayor coste no está siendo ése, sino el daño reputacional de la “Marca Barcelona”, que según José Luis Bonet “está muerta”. Si a esto se añade la fractura social o la inseguridad jurídica, habrá que admitir que el coste está siendo muy alto. Probablemente, una parte muy importante del electorado no era consciente del coste de oportunidad que habría que pagar. Pero ya no se puede decirlo mismo de cara alaspró- ximas elecciones. Ahora todo el mundo sabe lo que está en juego.
Pero dicho precio, aun siendo importante, es muy pequeño para lo que todavía puede pasar a partir de los resultados que se obtengan en las elecciones del 21 de diciembre. Según todos los sondeos de opinión, salga lo quesalga todo parece indicar que la inestabilidad está asegurada para un largo periodo de tiempo. Dicho resultado volverá a ser letal para Catalunya y, de rebote, para España. Desde hace dos años es como si todos estuviésemos secuestrados por el “procés”.
En la medida en que esta situa- ción se prolongue, se mantendrá el parón reformista necesario para adaptarnos a la nueva situación que está viviendo el mundo. Estamos perdiendo un tiempo, un talento y unas energías preciosas en la toma de decisiones, tanto por parte de la sociedad civil como del sector público. El llamado “problema catalán”, unido a la inestabilidad política producida por la ruptura del bipartidismo imperfecto parece habernos llevado a un callejón sin salida. Y antes o después lo tendremos que pagar en forma de menor crecimiento y mayor desempleo.
Como diría un economista, nuestras decisiones del pasado son los costes irrecuperables que no deberían in fluir cuando tengamosque decidir a quién votar en el futuro. Es como el estudiante que decide ir al cine en lugar de estudiar para el examen. Los costes irrecuperables son que sacará peores notas. Pero a pesar de que somos conscientes de la imposibilidad de recuperar los costes del pasado, influyen inevitablemente sobre las nuevas decisiones de las personas cuando la alternativa elegida había resultado ser un error. El estudiante se quedará en el cine, aunque la película no le guste, por lo que cometerá un doble error: ni disfruta de la película ni recupera el tiempo para estudiar.
Mucha gente es incapaz de asumir sus errores y elige volver a equivocarse. Si los electores siguen votando lo mismo y los dirigentes políticos son incapaces de asumir sus equivocaciones, el precio que tendremos que pagar de nuevo será altísimo.