La Vanguardia - Dinero

Preparados para gestionar la inestabili­dad La alianza entre independen­tistas, populistas e izquierda radical, lo más temido por las empresas

El empresaria­do catalán es consciente de que tras el 21-D tendrá que actuar en un entorno de fuerte incertidum­bre

- Mariano Guindal Madrid

A los miembros del Gobierno de Mariano Rajoy se les ve tranquilos. Están plenamente convencido­s de que sean cuáles sean los resultados del 21-D el proceso independen­tista ha quedado enterrado definitiva­mente. Un destacado ministro comentaba en privado que para mediados de febrero habrá nuevo Govern en la Generalita­t. En ese mismo instante, el artículo 155 será derogado. Esto permitirá al PNV apoyar los presupuest­os generales del Estado para el 2018 que se aprobarán en primavera. Con ello, la legislatur­a está garantizad­a, Rajoy no tiene la mínima intención de adelantar las elecciones.

Es decir, el Ejecutivo vive en el mejor de los mundos. Vuelta a la normalidad institucio­nal, mientras los procesos judiciales continuará­n su marcha. La justicia es lenta pero inexorable: “Quienes intentaron subvertir el Estado democrátic­o de derecho cometieron uno de los delitos más graves y por tanto tendrán que penar por ello”.

Sin embargo, el mundo empresaria­l catalán lejos de verlo todo de color de rosa cree que se tiene que preparar para afrontar un largo periodo de inestabili­dad geopolític­a. “Tenemos que estar preparados para gestionar la incertidum­bre; no es nada nuevo, pues es lo que venimos haciendo habitualme­nte cuando diriges una empresa multinacio­nal ”, me comenta el consejero delegado deMat Holding. Es el signo de nuestro tiempo, en un mundo globalizad­o hayquesabe­r convivir con los llamados “cisnes negros”. Hoy se trata de Catalunya; ayer fue la gran crisis económica que estuvo a punto de dejar intervenid­a la economía española; y mañana será la crisis de los misiles con Corea del Norte o cualquier otro conflicto.

Este pragmatism­o del mundo empresaria­l hace que el “problema catalán” ya esté descontado. Como ha declarado el presidente de Freixenet, Josep Lluís Bonet, “nosotros decidimos mantener la sede en Catalunya porque con el 155 se restableci­ó el orden, si después de las elecciones se vuelve a las andadas, nos la tendremos que llevar de nuevo”. Esta postura es la que mantienen una gran parte de las casi tres mil empresas que cambiaron su sede social. Si se recupera la normalidad, volverán en caso contrario, se marcharán y la situación económica seguirá deteriorán­dose.

Las cosas parecen estar muy claras. De lo que pase el 21-D y, sobre todo, de la posterior formación del Govern va a depender que Catalunya entre en un ciclo largo de crecimient­o o se estanque. De nuevo el seny frente la rauxa o, lo que es lo mismo: votar con el corazón o con la cartera. Para el mundo empresaria­l catalán, lo peor que puede pasar es que todo quede como estaba antes del 155. Es decir, que nos quedemos atrapados en el tiempo como en la película protagoniz­ada por Bill Murray en la que siempre se repetía el día de la marmota. Una auténtica pesadilla propia de una novela de Kafka.

Nadie quiere ese escenario, ni tan siquiera los partidos independen­tistas. Pero analizando el último sondeo del C IS parece ser la hipótesis más probable. La suma de ERC, JxCat(PDECat) ylaCUPobte­ndría entre 66 y 67 escaños que les permitiría gobernar con la complicida­d de los Comunes de Ada Colau. De hecho, es la única combinació­n aritmética­mente posible. De nuevo la alianza entre el independen­tismo, con el populismo y la izquierda radical anticapita­lista. Una combinació­n que no se ha dado en ninguna otra parte del mundo. Es como si Catalunya se viera arrastrada por la fuerza del destino al precipicio.

Hiceal citado ministro la pregunta del millón: ¿Qué pasaría si los soberanist­as vuelven a formar el mismo gobierno que había antes de ser cesados con el fin de retomar las cosas donde las dejaron? La respuesta fue fulminante: “Volveríamo­s a aplicar el 155, pero esto no va a pasar”. Los empresario­s tampoco creen que vaya a suceder y las posibilida­des que dan a una Catalunya fuera de Europa son “ninguna”. Lo lógico es pensar que al final se alcanzará un acuerdo por el que unos renunciará­n a imponer la soberanía de forma unilateral y los otros retirarán el 155.

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