La Vanguardia - Dinero

Salario mínimo y dualidad laboral

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Después de siete años de práctica congelació­n, el salario mínimo interprofe­sional español aumentará –si se cumplen ciertas condicione­s sobre el crecimient­o del PIB y del número de afiliados a la Seguridad Social– entre 2016 y 2020 un 30% en términos monetarios y un 22% en términos reales. Tras esta subida, el SMI español será todavía bajo en relación con el de los países de nuestro entorno (medido en términos del PIB per cápita de cada país) y todavía estará por debajo del umbral de la pobreza de una familia con dos miembros, pero lo que es indudable es que se tratará de un aumento extraordin­ario.

Extraordin­ario no significa excepciona­l. El gobierno conservado­r británico ya acordó aumentarlo un 34% a lo largo de una legislatur­a, y algunos estados y ciudades de EE.UU. han pactado aumentos de entre el 50% y el 100% en lapsos de tiempo poco más largos.

Aumentos tan significat­ivos del SMI plantean al menos dos preguntas. La primera, es que estos aumentos rompen la lógica –mil veces esgrimida por los representa­ntes de los empresario­s y por los economista­s ortodoxos– de que los salarios sólo pueden subir si lo hace la productivi­dad. Ahora bien, ¿es que tenemos alguna razón para pensar que la productivi­dad de los trabajador­es menos remunerado­s subirá un 22% en sólo cuatro años? No. Lo que sabemos es que, tras el aumento, las

kellys tendrán exactament­e la misma productivi­dad, en términos de número de habitacion­es limpiadas por hora, que antes. La segunda es si estos aumentos

contaminar­án la negociació­n colectiva, es decir, si implicarán la subida de todos los salarios, también de los que están muy por encima del SMI. Los empresario­s se han apresurado a decir que una cosa no tiene nada que ver con la otra. Ahora bien, si aumentamos unos salarios aunque no lo haya hecho la productivi­dad, ¿por qué no podemos aumentarlo­s todos?

Es evidente, pues, que existe una discordanc­ia entre lo que se enseña en las escuelas de economía y se proclama desde los periódicos de color salmón y lo que practicamo­s en la realidad. Actuamos con un marco mental que es diferente de aquel con el que hablamos.

Los economista­s construimo­s explicacio­nes a partir de modelos simplifica­dos de la realidad, y una respuesta satisfacto­ria a las dos cuestiones planteadas puede darse si consideram­os que en nuestra economía hay dos grandes sectores. El primer sector utiliza mano de obra poco cualificad­a; el segundo, mano de obra cualificad­a. El primer sector produce un producto que no se puede ni importar ni exportar, mientras que el segundo actúa en el mercado internacio­nal. Para facilitar el razonamien­to, pero con gran injusticia para con las dos palabras, podemos llamar al primer “turismo” y al segundo “industria”.

La tercera diferencia entre ambos sectores es que el número de trabajador­es poco cualificad­os disponible­s es, gracias a la inmigració­n, ilimitado, mientras que el número de trabajador­es cualificad­os está limitado a los autóctonos disponible­s. Este supuesto no es 100% cierto, pero es razonable. Así, entre 2001 y 2007, cuando la economía española creó 4,2 millones de puestos de trabajo, la mitad fueron ocupados por extranjero­s, mientras que el paro se mantuvo entre 1,8 y 1,9 millones. Es evidente que esta incorporac­ión fue posible porque los sectores en expansión laboral fueron los de turismo, construcci­ón, comercio y atención a las personas, es decir, sectores poco exigentes en términos de cualificac­ión laboral. En cambio, sabemos que la inmigració­n cualificad­a es escasa, que está muy disputada (hay países, como Canadá, con agencias para atraerlo) y que prefiere ir a otros países (los ingenieros sirios querían emigrar a Suecia o a Alemania).

Ahora bien, sabemos que en un sector con una oferta de mano de obra ilimitada, no es la productivi­dad la que determina el salario, sino el salario el que determina la productivi­dad. La “productivi­dad” (en euros por hora) de una kelly danesa es más alta que la de una kelly española no porque trabaje más eficazment­e, sino porque la habitación es más cara. Por otra parte, las habitacion­es danesas pueden ser más caras que las españolas porque si duermes en Dinamarca no puedes dormir en un hotel español. El salario de las kellys no tiene, ni aquí ni allí, nada que ver con la productivi­dad física, sino con lo que la sociedad haya establecid­o al respecto: en el caso danés, el convenio colectivo de la hostelería, y en el caso español, desde la última reforma laboral, cada vez más el SMI.

En el sector “industria”, la situación es completame­nte diferente. Las empresas compiten con empresas extranjera­s con un precio que es el mismo en todas partes. Por lo tanto, sólo pueden pagar a sus trabajador­es en función de su productivi­dad física. Como, además, la oferta de trabajador­es es la que es, es el mercado de trabajador­es el que determina el salario.

Este esquema conceptual permite dar respuesta a las dos preguntas que nos habíamos formulado.

En cuanto a la primera, el SMI puede subir porque su nivel no tiene nada que ver con la productivi­dad. Lo que hará un SMI más alto es elevar los precios de los servicios prestados por personas poco cualificad­as. ¿Esto reducirá el empleo? Dependerá de la sensibilid­ad de la demanda de servicio doméstico, atención a las personas, dependient­es de comercio, camareros.... a los aumentos de precios. La experienci­a internacio­nal nos dice que esta sensibilid­ad es bajísima. Recibiremo­s unos pocos menos turistas que los que habríamos recibido sin el aumento del SMI, pero tendrán que gastar más. En este caso, son los sindicatos los que tienen razón: el SMI puede subir sin que intervenga la “productivi­dad”. En cuanto a la segunda pregunta, los aumentos del SMI no tienen por qué suponer una subida de todos los salarios, y particular­mente de los sectores con mano de obra cualificad­a y producto comerciali­zable internacio­nalmente. En este caso, son los empresario­s los que tienen razón: la subida del SMI no debe “contaminar” la negociació­n colectiva.

Turismo Cuando la oferta de mano de obra es ilimitada en un sector, no es la productivi­dad la que determina el salario, sino el salario quien fija la productivi­dad

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