Un mundo feliz
Asistimos a un momento dulce de la economía mundial: el crecimiento global es robusto y sincronizado; el FMI ha vuelto a elevar sus estimaciones para este año y el próximo; los tipos de interés permanecen en niveles históricamente bajos, anestesiando el problema de la elevada deuda; la inflación sigue sin hacer acto de presencia.
Las cotizaciones de las acciones descuentan las expectativas que los inversores tienen sobre el futuro. Los niveles actuales de las bolsas, especialmente de las estadounidenses, parecen descontar que el buen momento económico global se perpetuará en el tiempo. Las subidas ininterrumpidas de las bolsas americanas parecerían indicar que no hay nada que pudiera hacer descarrilar su actual tendencia alcista. Sin embargo, los ciclos económicos y bursátiles no han desaparecido.
La agresiva actuación de los bancos centrales, situando los tipos de interés en mínimos e inyectando ingentes cantidades de dinero, no ha conseguido su objetivo de incrementar los índices de precios al consumo (IPC) a los niveles deseados del 2%. Sin embargo, su actuación sí ha generado inflación en los precios de los activos (bolsas, bonos, inmuebles).
Escapa a toda lógica que los tipos del BCE sean negativos del -0,4% mientras el crecimiento de la Eurozona es el mayor de los últimos diez años. Un cambio en la política de los bancos centrales es inevitable. La Reserva Federal marca el camino. Ya ha subido cinco veces los tipos de interés y ha comenzado a reducir su balance. Es sólo cuestión de tiempo que el BCE siga sus pasos.
Un repunte inesperado de la inflación, o un anuncio prematuro del BCE de un cambio en su actual política, pueden ser la excusa para que los mercados financieros corrijan. De momento, seguimos en un mundo feliz.