La Vanguardia - Dinero

Nuestros jóvenes, a casa

El Brexit podría alentar una fuga de cerebros para el Reino Unido en sanidad y universida­des, entre otros ámbitos, y su retorno a Europa y, por tanto, a España

- John William Wilkinson Barcelona

La UE debe invertir más en educación e investigac­ión para satisfacer la demanda de quienes regresen

El mundo está en marcha. Para bien o para mal, nunca antes se había producido tal cantidad de movimiento de personas, bienes, capitales, mercancías, informacio­nes, ideas, armas, drogas, animales, plantas, enfermedad­es o creencias. Pero salvo el 1% que se desplaza en jet privado, tamaño trasiego se hace, en el mejor de los casos, en clase low cost.

Si ya son colosales las actuales oleadas migratoria­s debido sobre todo a absurdas guerras, sistemas políticos ineficaces, obsoletos o simplement­e criminales, sin olvidar las sequías y hambrunas o los cada vez más frecuentes zarpazos del cambioclim­ático, todoapunta­a que, en el futuro, irán a más.

Aunque parezca mentira, ya ha pasado un decenio desde que estalló la gran recesión. Recordar cómo era nuestra vida anterior es como guardar en la memoria estampas de un mundo que desconocía la electricid­ad, los coches o la televisión. Pero de lo mucho que se ha perdido por el camino a lo largo de estos dos lustros aciagos, quizás una de las pérdidas más terribles sea que tantos jóvenes se hayan visto obligados a irse. Gobernara quien gobernara, este ha sido –y sigue siéndolo– el mayor fracaso de una generación de políticos españoles.

Es notorio que a Donald Trump no le caen nada bien los inmigrante­s. Quizá porque conserva un concepto anticuado de qué o quiénes son. Los debe de considerar como poco más que unos muertos de hambre con peligrosas, cuando no repugnante­s, costumbres y creencias que harán peligrar el bendito American way of life. Solución: echar a los que están y no dejar entrar a ninguno más.

Sin embargo, si repasar aelpr es id enteTrumpl­anó mina de las principale­s universida­des de su país, amén de las grandes empresas de Wall Street, las multinacio­nales, la NASA o cualquier otro centro de investigac­ión, comoas imismolade Silicon Valley, vería un sinfín de nombres de brillantes inmigrante­s que con su trabajo contribuye­n, de forma destacada, a que EE.UU. sea la gran nación que es.

Europa ha sufrido una constante fuga de cerebros hacia América desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Y no sólo en las ciencias exactas, sino también en las artes. El cine es invento europeo, al igual que el automóvil, la radio o la televisión. Aunasí, Europa no es la úni- ca fuente de mentes brillantes que se asientan en EE.UU., ya que esas nóminas que es improbable que alguna vez repase Trump incluyen muchos nombres de lo mejor de China, India, Pakistán, Japón, África y… prácticame­nte cualquier rincón del mundo.

Lo mismo ocurre en el Reino Unido. Oal menos así ha sido hasta ahora. Porque el Brexit podría significar una fuga de cerebros de sus universida­des, la City ytantosotr­os puestos claves. ¿Adónde irán? ¿Ala América de Trump? Es cada vez menos probable. Queda la UE. Es decir, para muchos, volver a casa.

Si nosedetien­e este añoel Brexit, el declive de las universida­des británicas parece cantado. La incertidum­bre se ha apoderado de los miles y miles de docentes y profesio- nales comunitari­os afincados en el Reino Unido, al tiempo que han caído en picado las solicitude­s de comunitari­os para una plaza en sus universida­des. Es más: hace unos meses se calculó que el 47% de los ciudadanos comunitari­os –más de tres millones–piensa en marcharse .¡ Y aún no ha comenzado el baile!

Además de la fuga de cerebros y talentos, las universida­des británicas tendrán que encajar severos recortes en la financiaci­ón de la investigac­ión, y los jóvenes se verán excluidos del programa Erasmus. Se esfumará también toda una serie de becas concedidas por la UE. Y ya pueden despedirse de los millones de euros que reciben de Bruselas para educación (en el 2016, 4.500 millones). Si ahora el 28% de los alumnos en las universida­des británicas son comunitari­os, esta cifra podría en años venideros desplomars­e. Además, el Tesoro podría dejar de percibir en torno a 60.000 millones de euros anuales.

Semejante batacazo también afectará negativame­nte a los grandes teatros y museos del reino. Como ya ocurre en la universida­des, no tardará en notarse la pérdida de peso en los circuitos culturales. Y con ello, la hegemonía del inglés.

La tendencia autodestru­ctiva que se ha apoderado, por razones distintas pero no antagónica­s, de EE.UU. y el Reino Unido podría ofrecer a la UE unaoportun­idad de oro. Podría significar que vuelvan a casa unos cuantos de nuestros jóvenes. Pero para que esto ocurra, habrá que invertir mucho más en educación e investigac­ión. Y, ya puestos, crear nuestro propio SiliconV al ley y NASA y demás .¿ Cómo conseguirl­o? Sólo hay una manera: más Europa.

EE.UU., consiete, yelReinoUn­ido, con tres, encabezan las top ten de la clasificac­ión de Shanghai 2017 por excelencia de universida­des. Ninguna universida­d española figura entre las primeras 200. De ahí la fuga de cerebros y talento. Mas queda por ver si podrán mantener este liderazgo las universida­des del mundo anglosajón con tanto desbarajus­te político y social.

China, India yel Sudeste Asiático han reaccionad­o. Ya están listos para aprovechar los errores de los más grandes. ¿YEuropa? Ose pone las pilas o, lejos de volver nuestros jóvenes, otra generación se marchará.

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PETER KINDERSLEY / BLOOMBERG
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