Nuestros jóvenes, a casa
El Brexit podría alentar una fuga de cerebros para el Reino Unido en sanidad y universidades, entre otros ámbitos, y su retorno a Europa y, por tanto, a España
La UE debe invertir más en educación e investigación para satisfacer la demanda de quienes regresen
El mundo está en marcha. Para bien o para mal, nunca antes se había producido tal cantidad de movimiento de personas, bienes, capitales, mercancías, informaciones, ideas, armas, drogas, animales, plantas, enfermedades o creencias. Pero salvo el 1% que se desplaza en jet privado, tamaño trasiego se hace, en el mejor de los casos, en clase low cost.
Si ya son colosales las actuales oleadas migratorias debido sobre todo a absurdas guerras, sistemas políticos ineficaces, obsoletos o simplemente criminales, sin olvidar las sequías y hambrunas o los cada vez más frecuentes zarpazos del cambioclimático, todoapuntaa que, en el futuro, irán a más.
Aunque parezca mentira, ya ha pasado un decenio desde que estalló la gran recesión. Recordar cómo era nuestra vida anterior es como guardar en la memoria estampas de un mundo que desconocía la electricidad, los coches o la televisión. Pero de lo mucho que se ha perdido por el camino a lo largo de estos dos lustros aciagos, quizás una de las pérdidas más terribles sea que tantos jóvenes se hayan visto obligados a irse. Gobernara quien gobernara, este ha sido –y sigue siéndolo– el mayor fracaso de una generación de políticos españoles.
Es notorio que a Donald Trump no le caen nada bien los inmigrantes. Quizá porque conserva un concepto anticuado de qué o quiénes son. Los debe de considerar como poco más que unos muertos de hambre con peligrosas, cuando no repugnantes, costumbres y creencias que harán peligrar el bendito American way of life. Solución: echar a los que están y no dejar entrar a ninguno más.
Sin embargo, si repasar aelpr es id enteTrumplanó mina de las principales universidades de su país, amén de las grandes empresas de Wall Street, las multinacionales, la NASA o cualquier otro centro de investigación, comoas imismolade Silicon Valley, vería un sinfín de nombres de brillantes inmigrantes que con su trabajo contribuyen, de forma destacada, a que EE.UU. sea la gran nación que es.
Europa ha sufrido una constante fuga de cerebros hacia América desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Y no sólo en las ciencias exactas, sino también en las artes. El cine es invento europeo, al igual que el automóvil, la radio o la televisión. Aunasí, Europa no es la úni- ca fuente de mentes brillantes que se asientan en EE.UU., ya que esas nóminas que es improbable que alguna vez repase Trump incluyen muchos nombres de lo mejor de China, India, Pakistán, Japón, África y… prácticamente cualquier rincón del mundo.
Lo mismo ocurre en el Reino Unido. Oal menos así ha sido hasta ahora. Porque el Brexit podría significar una fuga de cerebros de sus universidades, la City ytantosotros puestos claves. ¿Adónde irán? ¿Ala América de Trump? Es cada vez menos probable. Queda la UE. Es decir, para muchos, volver a casa.
Si nosedetiene este añoel Brexit, el declive de las universidades británicas parece cantado. La incertidumbre se ha apoderado de los miles y miles de docentes y profesio- nales comunitarios afincados en el Reino Unido, al tiempo que han caído en picado las solicitudes de comunitarios para una plaza en sus universidades. Es más: hace unos meses se calculó que el 47% de los ciudadanos comunitarios –más de tres millones–piensa en marcharse .¡ Y aún no ha comenzado el baile!
Además de la fuga de cerebros y talentos, las universidades británicas tendrán que encajar severos recortes en la financiación de la investigación, y los jóvenes se verán excluidos del programa Erasmus. Se esfumará también toda una serie de becas concedidas por la UE. Y ya pueden despedirse de los millones de euros que reciben de Bruselas para educación (en el 2016, 4.500 millones). Si ahora el 28% de los alumnos en las universidades británicas son comunitarios, esta cifra podría en años venideros desplomarse. Además, el Tesoro podría dejar de percibir en torno a 60.000 millones de euros anuales.
Semejante batacazo también afectará negativamente a los grandes teatros y museos del reino. Como ya ocurre en la universidades, no tardará en notarse la pérdida de peso en los circuitos culturales. Y con ello, la hegemonía del inglés.
La tendencia autodestructiva que se ha apoderado, por razones distintas pero no antagónicas, de EE.UU. y el Reino Unido podría ofrecer a la UE unaoportunidad de oro. Podría significar que vuelvan a casa unos cuantos de nuestros jóvenes. Pero para que esto ocurra, habrá que invertir mucho más en educación e investigación. Y, ya puestos, crear nuestro propio SiliconV al ley y NASA y demás .¿ Cómo conseguirlo? Sólo hay una manera: más Europa.
EE.UU., consiete, yelReinoUnido, con tres, encabezan las top ten de la clasificación de Shanghai 2017 por excelencia de universidades. Ninguna universidad española figura entre las primeras 200. De ahí la fuga de cerebros y talento. Mas queda por ver si podrán mantener este liderazgo las universidades del mundo anglosajón con tanto desbarajuste político y social.
China, India yel Sudeste Asiático han reaccionado. Ya están listos para aprovechar los errores de los más grandes. ¿YEuropa? Ose pone las pilas o, lejos de volver nuestros jóvenes, otra generación se marchará.