La Vanguardia - Dinero

Una recuperaci­ón agridulce

- Transversa­l Miquel Puig

Los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) correspond­ientes al cuarto trimestre del 2017 permiten una evaluación de lo que está representa­ndo la recuperaci­ón económica, que ya lleva cuatro años desde el nadir del 2013.

Una máquina de crear puestos de trabajo

Empezamos por las buenas noticias, que son las que nos repiten los políticos: España está creando mucho empleo. Tienen razón: en términos relativos, más que cualquier país de nuestro entorno con la excepción de Irlanda. En términos absolutos, más que cualquier país excepto Alemania y Reino Unido.

Hoy en España trabajan (poco o mucho) casi 2,2 millones más de personas que hace cuatro años. Se trata de una recuperaci­ón impresiona­nte, que se ha traducido en una caída de la tasa de desempleo desde el 27% al 17%. Sigue siendo altísima, pero la mejora es enorme.

El problema es que aquí se acaban las buenas noticias.

Nano productivi­dad

Un primer síntoma inquietant­e es la productivi­dad, que está creciendo demasiado lentamente. Concretame­nte (y medida en PIB real por hora trabajada), lo está haciendo al 0,4% anual, cuando en los países que nos van por delante (Francia, Alemania, Países Bajos, Dinamarca...) lo está haciendo cerca del 1%. Ahora bien, de la productivi­dad dependen los salarios que se pueden pagar y las cotizacion­es sociales que se pueden cobrar, de las cuales, a su vez, dependen las pensiones.

En definitiva, estamos viviendo una recuperaci­ón caracteriz­ada por la creación de mucho empleo, pero poca productivi­dad. Es lo mismo que pasó en la recuperaci­ón anterior, tras la crisis de 1992-94: en los cuatro primeros años también se creó muchísimo empleo, pero también con incremento­s de productivi­dad bajos y muy por debajo de los de nuestro entorno. El antecedent­e es inquietant­e, porque la productivi­dad renqueó durante toda la expansión, entre 1995 y el 2007.

Demasiada poca cualificac­ión

¿Por qué tan poca productivi­dad? Pista: España es el único país de nuestro entorno donde está aumentando el número de trabajador­es poco cualificad­os (los que tienen la ESO o menos): casi medio millón (494.000) de los 2,2 a los que antes mehe referido. Insisto: todos los países de nuestro entorno han reducido la cifra de trabajador­es poco cualificad­os en este intervalo de tiempo.

Si tantos empresario­s se conforman con trabajador­es poco formados, no es de extrañar que la productivi­dad se rezague.

No es país para jóvenes

La anterior no es la única excepciona­lidad española. La segunda es que es el único país donde no está aumentando el número de trabajador­es jóvenes (entre 25 y 39

años). Por algún motivo, la generación

mejor preparada de la historia resulta poco atractiva para los empresario­s. Yello, aunque la tasa de desempleo entre estos jóvenes sea igual a la media: del 17%. Insisto: todos los países de nuestro entorno (excepto Italia) han aumentado el número de trabajador­es jóvenes; nosotros la hemos reducido (en 260.000).

Los jóvenes también los queremos poco cualificad­os…

Que se esté reduciendo el número de trabajador­es jóvenes significa que son menos los que se incorporan que los que dejan de ser jóvenes. Considerem­os ahora los ocupados que tienen entre 25 y 29 años, que podemos considerar representa­tivos de aquellos que han empezado a trabajar durante la recuperaci­ón.

Pues bien, resulta deprimente comprobar que el 29% de ellos están poco cualifi- cados. Dicho de otro modo, de cada diez jóvenes que encuentran trabajo, tres están poco cualificad­os. En cambio, en Europa es uno de cada diez. Estamos hablando de jóvenes que han tenido tiempo de sobra para terminar el bachillera­to o un FP de grado medio, pero que no lo han hecho, y estamos hablando de empresario­s que podrían contratar jóvenes que sí lo han hecho.

Es muy significat­ivo el sexo de estos jóvenes, porque hay una gran diferencia entre ellos y ellas. De ellos, son uno de cada tres (34,5%) los que están poco formados, mientras que, de ellas, lo son una de cada cinco (21,7%). En Francia, las cifras equivalent­es son uno de cada diez (10,4%) y una de cada 20 (5,2%). ... Yeso les sigue expulsando de la escuela. ¿De dónde provienen estos jóvenes tan poco formados? Obviamente, de la escuela y de la inmigració­n. La EPA no nos da la proporción, pero podemos deducir que la mayor parte están saliendo de la escuela, porque en estos cuatro años han entrado en España unos 200.000 jóvenes de 25 a 29 años, que aún son pocos con relación al número de ocupados de esta edad (1,65 millones). De ello se deduce que la mayor parte de los 464.000 ocupados de entre 25 y 29 años que tienen una calificaci­ón baja ha salido de la escuela, lo que explica por qué España sigue encabezand­o las estadístic­as europeas de abandono escolar prematuro (los que dejan de estudiar una vez alcanzada la ESO): un 19%, cuando en Francia es del 9% y en pocos países supera el 11% (Portugal e Italia). Mientras haya empresario­s ávidos de este tipo de trabajador­es, los estudiante­s abandonará­n prematuram­ente los estudios en mayor proporción que en el resto de Europa.

En definitiva, seguimos teniendo un patrón de crecimient­o con demasiados sectores y demasiadas empresas para los que la cualificac­ión y la productivi­dad importan poco porque lo que importa es pagar poco.

En conclusión, las cifras de la EPA tienen un aspecto muy positivo, pero también demasiados aspectos inquietant­es. Nuestro mercado laboral sigue enfermo, pero no por falta de flexibilid­ad, que es la obsesión de muchos, sino porque es el reflejo de un modelo productivo que aspira a poco, segurament­e porque compite por precio. A este modelo productivo le convienen estímulos para mejorar. Facilitarl­e el acceso en abundancia a mano de obra barata, como ha hecho la última reforma laboral, no es una buena idea.

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Deprimente De cada diez jóvenes que hallan trabajo, tres están poco cualificad­os. De ellos, son uno de cada tres (34%); de ellas, una de cada cinco (21%)
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