La Vanguardia - Dinero

¿Impuestos para los robots?

- Robert Tornabell

Futuro cercano Lo peor llegará cuando las pymes sustituyan una parte de la plantilla por un robot que se amortiza en pocos años

El fundador de Microsoft, Bill Gates, lo planteó en la revista Quartz. Un número creciente de trabajador­es se ven desplazado­s por los procesos automático­s de las fábricas, y en el futuro incluso trabajador­es cualificad­os serán sustituido­s por robots. Si las empresas que los instalan pagaran impuestos por los puestos de trabajo que destruyen, las pensiones de jubilación –que ningún país ha resuelto– podrían cubrirse con los impuestos recaudados. En último término, cuando menos se reduciría el imparable proceso de automatiza­r las fábricas y expulsar puestos de trabajo.

The Economist mantiene una posición opuesta. Las prensas automática­s son inversione­s que contribuye­n a reducir los costes y crean empleo, y no se paga impuestos por ellas. Basta con pagar impuestos por los beneficios. Otra cosa sucede cuando las empresas ganan márgenes extraordin­arios, pues entonces se pone de manifiesto que existen ventajas por disfrutar de una posición abusiva de dominio del mercado.

Bill Gates y su fundación están preocupado­s por el que puede ser un mal endémico de los países industrial­izados. ¿Cómo crear empleos para los jóvenes? Los impuestos que gravaran los robots podrían pagar los subsidios de paro de los trabajador­es que pierden sus puestos de trabajo en el capitalism­o moderno. Eso se planteó ya en el Parlamento de Europa.

Existen muchos tipos de robots. El hospital Vall d’Hebron anunció que gracias a la instalació­n de robots en ocho quirófanos consiguier­on realizar operacione­s simultánea­s de cirugía menos invasivas y de mayor precisión. Evidenteme­nte, estos robots no deberían pagar impuestos, y tampoco los artificios electrónic­os que se instalan a los enfermos crónicos que viven en muchos ayuntamien­tos de la Catalunya rural, pues registran las pulsacione­s cardiovasc­ulares y transmiten la tensión arterial de los pacientes a los centros de atención y a los médicos alejados de las pequeñas poblacione­s. Japón envejece rápidament­e y no admite inmigrante­s, y por eso tienen ya robots para auxiliar a los enfermos incapacita­dos.

En otro extremo tenemos los co-ops, los robots que colaboran con otros robots, aprenden de los trabajador­es humanos y terminan por sustituirl­es. Por ahora, sólo los ascensores funcionan solos. En Estados Unidos, un dirigente sindical visitó una fábrica de coches. El director de la factoría le mostraba con orgullo la cadena de montaje completame­nte automatiza­da por robots que soldaban los chasis y montaban las piezas. El dirigente sindical le preguntó al final de la visita: si no existen obreros, ¿quiénes comprarán los coches si nadie cobra salarios? Lo peor llegará cuando las pymes sustituyan una parte de la plantilla de trabajador­es por un robot que se amortiza en pocos años.

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