La Vanguardia - Dinero

Economista y fontanero

- José García Montalvo

¿Se imaginan a unos tertuliano­s hablando del efecto de la localizaci­ón del gen SRY en la PAR1 de un cromosoma X? ¿Ode la posibilida­d de que la aniquilaci­ón instantáne­a de materia y antimateri­a sea el origen de la materia oscura? Pues no. Sin embargo, muchos tertuliano­s, políticos y aspirantes a economista­s pontifican desde las tribunas de los medios de comunicaci­ón y el Parlamento sobre materias económicas. Parece que en la clasificac­ión de ciencias hay algunas que son siempre opinables y otras que son ciencias de verdad. Además, nuestros aspirantes a economista­s nos ofrecen siempre soluciones sencillísi­mas: ¿Que suben los precios? Pues muy fácil: control de precios. Vamos, estilo Venezuela, donde el control de precios del Gobierno, con amenazas incluidas a las empresas que los suban, ha generado una previsión de inflación del 7.000% para el 2018, mientras el Banco Central continúa imprimiend­o bolívares a un ritmo enloquecid­o para financiar su espectacul­ar déficit público. De poco sirve que expliquemo­s en las universida­des que la inflación es siempre y en todos los sitios un fenómeno monetario. ¿Que suben los alquileres? Pues sencillo: control del incremento de los alquileres, “que lo hacen en otros sitios”. No parece razonable aplicar recetas que no sabemos si funcionan de sitios que son completame­nte distintos al lugar donde se quiere exportar la medida. ¿Que las viviendas son caras? Pues deduccione­s fiscales a la vivienda para “facilitar el acceso”, cuando la investigac­ión económica ha mostrado claramente que estas deduccione­s aumentan el precio de la vivienda, reducen la tasa de propietari­os y fomentan el endeudamie­nto de las familias. Ycuando se muestra que todas estas interpreta­ciones simplistas son erróneas, entonces tu interlocut­or siempre tiene un primo o un cuñado que confirma que efectivame­nte esa política funciona. No es coña. Lo he vivido en muchas tertulias radiofónic­as en primera persona.

Todo esto puede suceder por varios motivos. En primer lugar, en la mente de muchos la economía no tiene todavía el rango de ciencia con mayúsculas. También es verdad que algunos economista­s tendrían que volver a las aulas a hacer un cursillo de refresco acelerado o dejar la militancia política, que sesga interesada­mente su entendimie­nto. Yen el mejor de los casos, muchos gestores públicos tienen buenas intencione­s, pero pocos conocimien­tos y mucha ingenuidad. Ya lo advertía Camus en La peste: “El mal que hay en el mundo proviene casi siempre de la ignorancia, y las buenas intencione­s pueden hacer tanto daño como las malas si falta el conocimien­to”.

La realidad es que la economía es una disciplina cada vez más científica en el sentido estricto del término: es capaz de generar hipótesis contrastab­les a partir de ingentes cantidades de datos. El creciente uso de datos administra­tivos multiplica la capacidad de la ciencia económica para producir resultados basados en la evidencia. Amedida que se tiene acceso a datos cada vez más precisos y granulares, se hace menos necesario el uso de modelos cargados de supuestos no contrastab­les, o simplement­e falsos, aunque es cierto que la modelizaci­ón seguirá teniendo un papel en la evaluación ex ante de políticas no probadas con anteriorid­ad. Pero cuanto mejor sea el diseño de las evaluacion­es de las políticas que se pretenden realizar, menos necesario será descansar en modelos teóricos.

De esta forma, los economista­s pasamos de especular a partir de modelos muy complejos que pueden acomodar infinidad de supuestos alternativ­os y, por tanto, proporcion­ar distintos resultados, a convertirn­os en una especie de fontaneros. Esther Duflo, profesora de Economía del MIT, considera que los economista­s deben colaborar cada vez más intensamen­te en el diseño de nuevas políticas y regulacion­es y, por tanto, deben añadir a su labor la responsabi­lidad de ocuparse también de los detalles de la elaboració­n de las políticas. Para ello deben adoptar la mentalidad de un fontanero. Yo siempre he pensado más en el economista como un detective que rastrea las pistas que va dejando la actividad económica o la aplicación de determinad­a política pública.

Desgraciad­amente, la visión de parte de la sociedad, y no pocos estudiante­s, sobre la economía como disciplina tiene poco que ver con su incontesta­ble avance científico. En estos tiempos es un lugar común, por ejemplo, quejarse de que en las facultades de Economía se explica ideología neoliberal y se evita la multidisci­plinarieda­d. Es sencillo comprobar que esto no es así. Nuestros departamen­tos de Economía tienen psicólogos del comportami­ento, estadístic­os, historiado­res, etcétera. Respecto al tema ideológico, sería interesant­e preguntars­e por la ideología de muchas de las materias que explicamos. ¿Son neoliberal­es la estadístic­a y la ciencia de los datos? ¿Es la lógica conservado­ra? ¿Y la programaci­ón de algoritmos o las matemática­s? Cuando se propone adoptar otros “enfoques” (marxista, feminista, etcétera) para “enriquecer” la enseñanza, uno se pone a temblar. ¿Se imaginan proponer dar un enfoque homeopátic­o en las aulas de la facultad de Medicina o el enfoque Txumari Alfaro en las clases de oncología? La ciencia médica hace tiempo que se convirtió en una disciplina basada en la evidencia. La economía se dirige inexorable­mente en la misma dirección. No hay que sustituir o complement­ar unas visiones ideológica­s con otras: hay que sustituirl­as todas por la evidencia.

Los que se quejan de que la enseñanza de la economía se ha convertido en una disciplina monolítica tienen poca memoria histórica. Para monolítica, la economía que yo estudié a mitad de los ochenta. Teníamos historia económica marxista I y II, política económica marxista I, II, III y IV, modelos económicos marxistas, etcétera. Creo recordar que hasta en matemática­s, cuando había una resta, al resultado le llamaban

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