La Vanguardia - Dinero

La Irlanda del cambio

Eurófilo comparada con el Reino Unido, el país goza de un crecimient­o expansivo que no logra reducir la desigualda­d

- John William Wilkinson Barcelona

Los irlandeses esperan que en el traslado de la City de Londres, las firmas sustituyan el Támesis por el Liffey

Poco o nada tiene que ver la República de Irlanda actual conla que, en 1973, junto con el Reino Unido y Dinamarca, ingresó en la CEE. El año anterior, con casi un 71% de participac­ión, votó a favor de la adhesión el 83,1%.

Pese a semejante mayoría eurófila, amén de los incontable­s beneficios de los que desde entonces han gozado los irlandeses, también ha habido periodos de duda e incluso rechazo respecto de la UE. En junio del 2008, el tratado de Lisboa fue rechazado en referéndum. En octubre del 2009, empero, un67,1% votó a favor. Lo que demuestra que, incluso en Irlanda, los refrendos los carga el diablo.

Con su tambaleant­e economía intervenid­a por Bruselas (léase Berlín) desde los inicios de la gran recesión, volvieron a aflorar ciertos sentimient­os euroescépt­icos. Hasta que estalló el Brexit, que lo ha cambiado todo. Otro factor sorprenden­te es que desde junio del 2017 el taoiseach (primer ministro) es Leo Varadkar, de Fine Gael, el histórico partido conservado­r democristi­ano.

La ascensión de Varadkar no tendría nada de particular si no fuera porque su padre es indio o porque hizo pública su homosexual­idad en el 2015. Es médico de formación y fue ministro de Sanidad en el gobierno de su predecesor. Pero aún queda otro detalle que tener en cuenta: sólo tiene 39 años; es decir, es de la quinta de Macron.

El señor Varadkar encarna la nueva Irlanda que no sólo vuelve a ser optimista y eurófila sino que es más progresist­a y tolerante desde que perdiera su hegemonía la Iglesia católica. El PIB del tercer trimestre de 2017 creció un 4,2% con respecto al del trimestre anterior (¡un 7,9% anual en el 2017!). El sector inmobiliar­io va viento en popa; tanto que se teme otra burbuja. Dublín yace bajo un bosque de grúas. Se están reemplazan­do a marchas forzadas algunas de las viejas casas georgianas del centro por modernos edificios que serán destinados principalm­ente a hoteles u oficinas.

La ilusión colectiva de un futuro mejor es palpable en Dublín. El sector del turismo está que se sale. De ahí la importanci­a deRyanair. Lejos de existir la turismofob­ia que se ha instalado en Barcelona, coexisten dublineses y turistas sin que se produzcan roces o recelos. Y es que a Dublín –y a toda Irlanda– el turismole va de perlas.

La oferta cultural es de por sí bastante imponente, pero la destreza de los irlandeses a la hora de vender sus productos es nada menos que prodigiosa. Sea su música, literatura, historia o cocina (sic), lo irlandés arrasa. Y no sólo en Irlanda. ¡Hasta el aeropuerto de Dubái alberga un pub irlandés!

Como no podía ser de otra manera, el Brexit es el tema que domina los medios o la conversaci­ón matutina entre barrendero­s. En vez del miedo que se ha apoderado de no pocos ingleses ante su incierto porvenir, los irlandeses no ven más que una oportunida­d histórica. Una cosa que tienen claro es que no importa quién lleve las riendas en las negociacio­nes por parte delos británicos –reemplazar a Theresa May no cambiaría nada–, sino la realidad del Brexit en sí. En las negociacio­nes bilaterale­s entre 450 millones de europeos y 65 millones de británicos, los irlandeses no dudan en cuanto a quién va a salir victorioso.

De hecho, Dublín da la sensación de estar preparándo­se para la celebració­n de un evento de gran envergadur­a, como el súbito traslado de la City de Londres del Támesis a las orillas del río Liffey. De momento no hay nada oficial, pero sí mucho interés de empresas en poner una pica en Irlanda.

Frente al Trinity College se acaba de abrir en la concurrida calle Dawson una pequeña cafetería italiana regentada por Mario, un joven napolitano que no puede ni creer su suerte. Mientras prepara con es mero unmacc hiato, cuenta las maravillas de su negocio, que ha funcionado desde el primer día, odelflaman­te tranvía que pasa cada pocos minutos por su calle. Ha recibido Mario varias ofertas de empresas en Inglaterra deseos as de llegar aun acuerdo con él que les permita compartir su dirección comercial en Dublín. Pese a la generosida­d de las ofertas, Mario vacila. Por ahora. Y cuenta, asombrado, que los irlandeses consumen todos los días dos millones de vasos de cartón con tapa deplástico decafé(infecto) parallevar ¡que no son reciclable­s!

Por si el Brexit no significar­a suficiente cortina de humoparaoc­ultar las deficienci­as del Gobiernode­Leo Varadkar, este ha decidido sacarse de la manga el comodín de un referéndum sobre el aborto. Es un tema recurrente garantizad­o para dividir la sociedad irlandesa y mantener a los mediosocup­ados. Nadamássol­tar la bomba de este nuevo referéndum, que se convocará antes del verano, Varadkar voló a la cumbre de Davos.

Detrás de las brumas mediáticas del Brexit y, ahora, la renovada polémica sobre el aborto, se extiende una Irlanda que sigue sumida en los estragos que va dejando la desigualda­d rampante que surgió del crac del 2008. Pero por mucho que Philip Lane, gobernador del banco central, facilitara eleganteme­nte a Luis de Guindos la vicepresid­encia del BCE, no hay quien en todo Dublín pueda resistir el contagioso entusiasmo del napolitano Mario, europeísta convencido.

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FREDERICK FLORIN / AFP
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