Airbus y Boeing crean nuevas alianzas
El proteccionismo de Trump propicia la unión de Airbus y Bombardier y trae una posible boda Boeing-Embraer
Boeing ha confirmado a través de Twitter que finalmente el nuevo ‘Air Force One’ sí se construirá
La relación del actual presidente de Estados Unidos con la aviación ha sido un viaje con bastantes curvas. Hace ahora 30 años lanzó su primera aerolínea. Su nombre, cómo no, Trump. Estaba formada por unos cuantos Boeing 727 de segunda mano con los que realizó un singular puente aéreo triangular para ejecutivos entre Nueva York, Boston y Washington. El experimento acabó en fracaso, como reconoció después el director general de la empresa, Bruce Noble. En una entrevista con la publicación especializada Aviation Week explicó la angustia de tener un jefe como Donald Trump: “No tenía ni idea del negocio aeronáutico y nunca quiso aprender nada. Eso sí: siempre decía cómo se tenían que hacer las cosas... porque él era él”, indicó Noble en un reportaje en el que se recordaba el agujero económico que dejó esa aerolínea y un segundo fracaso: una compañía de helicópteros para realizar vuelos regulares a las zonas más exclusivas de la Costa Este desde Manhattan.
Esta misma semana han trascendido dos noticias más sobre Trump y la aviación: de un lado, Boeing informó el pasado martes del acuerdo para construir los nuevos 747 que transportarán a los futuros presidentes de EE.UU. El fabricante hizo pública la noticia a través de un infrecuente mensaje en su cuenta corporativa de Twitter, el mismo medio que usó el magnate convertido en presidente en diciembre del 2016 para criticar los costes del nuevo Air Force One y ordenar, con una sonora exclamación, la cancelación del programa. Ahora Boeing ha confirmado que finalmente el nuevo Air Force One sí se construirá, a través de un acaramelado mensaje que ensalza “las virtudes negociadoras del presidente en favor del pueblo americano”.
La segunda noticia aérea reciente relacionada con el republicano es que Trump está presionando al más alto nivel y no muy discretamente para que John Dunkin se convierta enlas próximassemanas en el director de la autoridad aeronáutica estadounidense, la FAA, con el único mérito conocido de ser su piloto personal. Otra decisión del actual inquilino de la Casa Blanca ha sido la responsable de un baile de parejas aeronáuticas impensable hace muy poco tiempo, con protagonistas en Europa, Canadá, Brasil y Estados Unidos.
Todo empieza con una decisión de la estadounidense Delta Airlines, que encarga 125 aviones C-Series a la canadiense Bombardier para la renovación de su flota de corto y medio radio. Boeing reacciona de forma airada y pide a la Administración estadounidense que mueva ficha. Trump accede, y se ordena una tasa próxima al 300% sobre el precio de los aviones para su importación a Estados Unidos, aduciendo que sufabricación está fuertemente subsi- di a da por el Reino Unido y Canadá.
El fabricante europeo Airbus, interesado por el programa canadiense desde hacía tiempo, ve en esta situación una buena oportunidad para dar el paso definitivo y asociarse con Canadá en el proyecto C- Series. Con un anuncio hecho oficial el pasado mes de octubre, la compañía europea se hace con el 50,1% de un programa en el que se han invertido ya más de 5.000 millones de euros, mientras que Bombardier se queda con el 31% e Investment of Quebec pose e ahora un 19%. Con ese cambio accionarial, Airbus, además de ampliar su catálogo deproductos entrando en los aviones de menor capacidad por debajo de su exitosa familia A320, también pasaría a realizar el ensamblaje final de los aparatos en instalaciones propias en Estados Unidos, con lo quelos nuevos aviones dejarían de ser un producto de importación en ese mercado, algo que finalmente no fue necesario, pues la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos rechazó la denuncia de Boeing y la tasa del 292% quedó anulada.
La situación de pánico entre los directivos canadienses yel Gobierno de Quebec ha sido una jugada maestra para Airbus, pues sin invertir un solo euro se ha convertido en propietaria de referencia del principal programa de la aviación comercial canadiense, al que incluso pondrá su nombre, dejando en un segundo plano el original, y todo apunta que puede ir ahora a por el global de la sociedad Bombardier, que sigue fabricando los aviones CRJ, acrónimo de Canadair Regional Jet, de hasta 100 plazas. Irónicamente, la agresividad comercial y luego política de Boeing contra su vecino del norte ha hecho más fuerte a su eterno competidor del otro lado del Atlántico. Ahora, para intentar contrarrestar esa situación, la estado unidense ha mirado hacia el sur y, según la prensa brasileña, se haría con el 51% de una empresa conjunta con Embraer centrada en aviones comerciales de esa marca, dejando al margen la división de defensa.
Con 18.000 empleados, Embraer es la joya de la corona de la aeronáutica de Brasil y líder mundial en la fabricación de reactores regionales desde los 50 hasta los 130 asientos. El duopolio AirbusBoeing se hace cada vez más grande y fuerte.