Trump, un equilibrio inestable
La recuperación del comercio mundial ha sido uno de los pilares de la aceleración de la actividad mundial en los últimos trimestres. En el 2017, las transacciones ascendieron de media un 4,5% interanual. Asimismo, aumentó la competencia en los mercados de bienes y produc- tos, debido a las menores barreras y a un repunte de las transacciones internacionales, lo que contribuyó a contener la inflación.
En este contexto, es fácil discernir el porqué de la mala acogida que han tenido en las bolsas mundiales los nuevos mensajes del presidente de EE.UU. En esta ocasión, Donald Trump anunció que pretende incrementar un 25% los aranceles a las importaciones de acero y un 10% los del aluminio. Con ello, y tras la aprobación de su ambicionada reforma fiscal, la agenda del líder estadounidense se vuelve a centrar en corregir el déficit comercial, que alcanzó a comienzos de este año su mayor nivel desde el 2008.
Si bien el objetivo parece claro, los efectos secundarios negativos que puede tener este cambio de rumbo en las políticas comerciales de la primera potencia mundial son menos previsibles.
La propuesta del Ejecutivo de Trump defiende que estas medidas protegerán la industria y con ello mejorará la demanda doméstica, lo que en última instancia conllevaría un mayor crecimiento económico. Sin embargo, en un mundo con economías abiertas y canales comerciales cada vez más globales, este efecto probablemente quede aplacado y dependerá en gran medida de las actuaciones de las demás economías.
Sorprende quizá más aún que las economías que más exportan acero a EE.UU. son históricos aliados. En concreto, en el mercado de acero, las importaciones provienen principalmente de Canadá (representa el 16%) y de la UE(15%), mientras que desde China solamente importa el 2%. Con estos datos, no extraña que las primeras contestaciones vinieran desde la propia Comisión Europea, quien presentará en los próximos días una propuesta de respuestas compatibles con la Organización Mundial del Comercio contra EE.UU., que permitan reequilibrar la situación.
Nos encontramos así con la posibilidad de que los demás socios comerciales adopten medidas de respuesta y el proteccionismo vuelva a aparecer como un riesgo sobre la economía mundial. La defensa de elevar aranceles para fortalecer la economía doméstica no es nueva en la historia económica; se hizo durante la Gran Depresión y, más recientemente, también la Administración Bush probó con medidas similares, pero en ambos casos tuvieron escasos efectos positivos.
En las próximas semanas asistiremos probablemente a un equilibrio inestable en los mercados. La reforma fiscal elevará el déficit público, y EE.UU. seguirá incrementando su emisión de deuda, en gran parte en manos de inversores internacionales (más de un 30%), siendo China y Japón los principales tenedores. Ala vez, Trump pretende reconducir el elevado déficit comercial reduciendo las compras de bienes al exterior. Aunque parte de la teoría económica defiende que las medidas proteccionistas pueden ayudar a reconducir el déficit comercial y con ello fortalecer la divisa doméstica, las consecuencias negativas para la economía estadounidense previsiblemente acaben pesando más a largo plazo, y el dólar podría terminar siendo uno de los damnificados.