La Vanguardia - Dinero

Trump, un equilibrio inestable

- Paulo Gonçalves Analista de estrategia de mercados de Banca March

La recuperaci­ón del comercio mundial ha sido uno de los pilares de la aceleració­n de la actividad mundial en los últimos trimestres. En el 2017, las transaccio­nes ascendiero­n de media un 4,5% interanual. Asimismo, aumentó la competenci­a en los mercados de bienes y produc- tos, debido a las menores barreras y a un repunte de las transaccio­nes internacio­nales, lo que contribuyó a contener la inflación.

En este contexto, es fácil discernir el porqué de la mala acogida que han tenido en las bolsas mundiales los nuevos mensajes del presidente de EE.UU. En esta ocasión, Donald Trump anunció que pretende incrementa­r un 25% los aranceles a las importacio­nes de acero y un 10% los del aluminio. Con ello, y tras la aprobación de su ambicionad­a reforma fiscal, la agenda del líder estadounid­ense se vuelve a centrar en corregir el déficit comercial, que alcanzó a comienzos de este año su mayor nivel desde el 2008.

Si bien el objetivo parece claro, los efectos secundario­s negativos que puede tener este cambio de rumbo en las políticas comerciale­s de la primera potencia mundial son menos previsible­s.

La propuesta del Ejecutivo de Trump defiende que estas medidas protegerán la industria y con ello mejorará la demanda doméstica, lo que en última instancia conllevarí­a un mayor crecimient­o económico. Sin embargo, en un mundo con economías abiertas y canales comerciale­s cada vez más globales, este efecto probableme­nte quede aplacado y dependerá en gran medida de las actuacione­s de las demás economías.

Sorprende quizá más aún que las economías que más exportan acero a EE.UU. son históricos aliados. En concreto, en el mercado de acero, las importacio­nes provienen principalm­ente de Canadá (representa el 16%) y de la UE(15%), mientras que desde China solamente importa el 2%. Con estos datos, no extraña que las primeras contestaci­ones vinieran desde la propia Comisión Europea, quien presentará en los próximos días una propuesta de respuestas compatible­s con la Organizaci­ón Mundial del Comercio contra EE.UU., que permitan reequilibr­ar la situación.

Nos encontramo­s así con la posibilida­d de que los demás socios comerciale­s adopten medidas de respuesta y el proteccion­ismo vuelva a aparecer como un riesgo sobre la economía mundial. La defensa de elevar aranceles para fortalecer la economía doméstica no es nueva en la historia económica; se hizo durante la Gran Depresión y, más recienteme­nte, también la Administra­ción Bush probó con medidas similares, pero en ambos casos tuvieron escasos efectos positivos.

En las próximas semanas asistiremo­s probableme­nte a un equilibrio inestable en los mercados. La reforma fiscal elevará el déficit público, y EE.UU. seguirá incrementa­ndo su emisión de deuda, en gran parte en manos de inversores internacio­nales (más de un 30%), siendo China y Japón los principale­s tenedores. Ala vez, Trump pretende reconducir el elevado déficit comercial reduciendo las compras de bienes al exterior. Aunque parte de la teoría económica defiende que las medidas proteccion­istas pueden ayudar a reconducir el déficit comercial y con ello fortalecer la divisa doméstica, las consecuenc­ias negativas para la economía estadounid­ense previsible­mente acaben pesando más a largo plazo, y el dólar podría terminar siendo uno de los damnificad­os.

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