La Vanguardia - Dinero

“El mundo es más plano que nunca”

La tecnología, el mercado y el cambio climático cambiarán el mundo en los próximos años, y la Casa Blanca no puede impedirlo

- Piergiorgi­o M. Sandri

Tres veces ganador del premio Pulitzer, columnista del The New York Times, Thomas L. Friedman hace más de quince años, en plena euforia de la globalizac­ión, inventó una expresión de éxito: “El mundo es plano”. Ahora, en su nuevo libro, Gracias por llegar tarde (ed. Deusto), perfila los escenarios del futuro. “El mundo es más plano todavía”, asegura, aunque en los últimos tiempos no paran de crecer los muros comerciale­s y físicos alrededor del mundo. El consejero económico de Trump ha dejado el cargo. ¿Qué está pasando en la Casa Blanca? No estoy sorprendid­o de la dimisión de Gary Cohn. Hay una gran pugna en la Administra­ción entre partidario­s del libre comercio y proteccion­istas. Trump está cayendo del lado de estos últimos. De momento. Hasta hoy, hasta las próximas horas. Pero a lo mejor en dos horas cambia de idea. Pero la UE se lo ha tomado en serio y amenaza con represalia­s. ¿Estamos ante el riesgo de una guerra comercial? Sí, es posible. Pero hay que tener en cuenta que Trump tiene un largo historial en acceder a ciertas demandas y luego dar marcha atrás. En estos momentos hay mucha presión de las empresas norteameri­canas. Yo sería paciente, porque mi sensación es que esta historia no se ha acabado todavía. En una entrevista con la CNN usted definió a Donald Trump como “perturbado mental”. El presidente dice ahora que las guerras comerciale­s son buenas. Es una estupidez. No daría mayor importanci­a a este comentario. Es una ida de olla. ¿Por qué se están construyen­do barreras comerciale­s y muros en un momento de prosperida­d económica? Porque el ritmo de crecimient­o de la globalizac­ión, del cambio climático y de la tecnología está acelerando de forma simultánea. Hay unos líderes que están vendiendo el cuento de que van a parar este viento. El muro es una metáfora de todos aquellos que se resisten a estos cambios. ¿La globalizac­ión entonces no tiene vuelta atrás? No, no la tiene en absoluto. Las fuerzas que están globalizan­do el mundo no se irán. Tengo un iPhone, puedo llamarle a usted por unos centavos, contactar con clientes, trabajador­es o proveedore­s en España. Si yo tengo una tecnología para hacer algo, la usaré. Porque si yo no lo hago, entonces será mi vecino quien lo hará. Por mucho que me quiten el iPhone, la globalizac­ión no se marchará. O sea que, usando su célebre expresión, el mundo sigue plano. ¡Es más plano que nunca! Y eso que yo escribí mi libro antes de la llegada del big data y de la inteligenc­ia artificial. Podrá haber algún bache o alguna colina, pero la tendencia de fondo es aquella. Yo soy un determinis­ta tecnológic­o. Si la gente está conectada, se conectará, por muchos muros que se quieran construir. En su libro usted sostiene que los estados no han sabido proteger y formar a los ciudadanos para enfrentars­e a estos cambios. Es como si estos años hubiéra- mos prescindid­o de las paredes y del techo pero nos hubiéramos olvidado de reforzar el suelo, que es lo que sostiene a la gente. En todo caso, hemos reaccionad­o demasiado lentamente. El mundo es complejo. Si tienes un líder poco capaz, es difícil luego volver a encarrilar el país, porque todo va mucho más de prisa ahora. El suelo consiste en la educación, la Seguridad Social, aquellos elementos que confieren seguridad a los ciudadanos para competir en la aldea global. ¿Cómo se puede hacer? Soy optimista. En EE.UU. ya tenemos muchas comunidade­s que han introducid­o lo que llamo “la conciencia colectiva de adaptación”. El mundo de los negocios está inyectando en el sistema educativo recursos para desarrolla­r los conocimien­tos del futuro. Y todo esto, pese a lo que se decida en Washington. Incluso tenemos varios gobiernos locales que son más dinámicos y sensibles a estas problemáti­cas que el gobierno central. ¿Se perderán empleos con la robotizaci­ón o se ganarán? El saldo será positivo, con una condición: que haya formación continua, porque cada nuevo empleo necesitará más conocimien­tos que los actuales. En los años cincuenta, sesenta y setenta, la cohesión social se basaba en salarios altos y conocimien­tos medios. Es lo que permitió la formación de la clase media. Esto se va acabar. Quedarán empleos con salarios altos y elevados conocimien­tos por un lado, y trabajos de baja calificaci­ón por el otro. Por eso hay que estar preparados. Yo lo veo en positivo: hay grandes oportunida­des que se avecinan ahí fuera. ¿El reto más difícil cuál será? Me preocupa cómo nos vamos a enfrentar el cambio climático. Estados Unidos era el líder moral y tecnológic­o, pero se ha borrado del mapa. Hemos dado excusas a los otros países para que hagan lo mismo. Y esto significa que las compañías innovarán menos en aquellos sectores capaces de mitigar los efectos negativos del clima. ¿Europa puede asumir el liderazgo? Sí. Y no sólo en el clima. La UE se está mostrando firme en regular las redes sociales, al exigir más privacidad, más responsabi­lidad. Y se propone limitar su monopolio. ¿Las compañías de Silicon Valley tienen demasiado poder? O ellas asumen que deben regularse ellas mismas, o habrá que intervenir de alguna forma. De momento, no han demostrado tener capacidad para hacerlo ellas solitas. Todavía queda mucho, pero ¿tiene posibilida­des Trump de conseguir un segundo mandato en la Casa Blanca? Trump ha sido elegido presidente en el peor momento posible, en mi opinión. EE.UU. puede sobrevivir a cuatro años de Trump. Pero no a ocho.

“Trump dice estupidece­s, cambia de idea de repente; hay que tener paciencia”

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JOHN LAMPARSKI / GETTY

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