Proteccionismo... de nuevo
El anuncio por parte de Estados Unidos de la imposición de aranceles a productos tan sensibles como el acero y el aluminio, y las primeras respuestas de otros actores del sistema comercial mundial, están reviviendo los temores a un rebrote del proteccionismo, incluso de acercarnos al abismo de una (otra) guerra comercial.
Nosería la primera vez: el proteccionismo no lo ha inventado Trump. De hecho, ha sido históricamente mucho más frecuente que la liberalización comercial. Pero precisamente por ello un retroceso a posiciones proteccionistas supondría el abandono de una de las lecciones más trabajosamente aprendidas de la historia. Ya en 1815 David Ricardo llamaba la atención, ante la implantación de aranceles que encarecían los cereales importados por Gran Bretaña para favorecer a los influyentes productores nacionales: “Lamento muchísimo que se permita a los intereses de una clase determinada de la sociedad impedir el progreso de la riqueza y de la población del país”. Ysabemos hoy que la respuesta proteccionista a la Gran Depresión contribuyó a agravarla. Pero los cantos de sirena del proteccionismo siempre han sido potentes: incluso economistas tan brillantes como Keynes flirtearon con un “arancel sustancial” ( 1931), pero rectificaba al poco tiempo constatando que los “medios artificiales… no benefician a nadie y perjudican a todos, si se aplican en todas partes” (1933).
La lección parecía aprendida al estallar la crisis del 2008: el comunicado final de la primera reunión del G-20, en noviembre de ese año, subrayaba la “importancia crítica de rechazar el proteccionismo”. Pero los cantos de sirena estaban ahí. En sucesivos documentos de las cumbres del G-20 se ratificaba el principio de rechazo a respuestas proteccionistas, pero se acompañaba de compromisos de revertir las medidas de tal tipo que se hubiesen adoptado, en un vergonzante reconocimiento de las dificultades para hacer operativa la declaración inicial. La declaración del G-20 tras la cumbre de Hamburgo, en julio de l2017, lleva ya el sello de las concesiones a la Administración Trump al matizar que los compromisos de refrenar el proteccionismo convivirían con los “instrumentos de defensa comercial”. El camino entre el 2008 y el 2018 parece el contrario al de Keynes en los años 1930, ahora desaprendiendo en vez de aprender de las lecciones de la historia.
La implementación de aranceles por parte de Estados Unidos no tiene sólo su dimensión proteccionista. Supone además un planteamiento unilateral que asesta otro golpe al ya debilitado principio de multilateralismo inherente al eslogan del propio G-20 de que problemas globales requieren soluciones globales. Algunos hablan de las incertidumbres de un nuevo y peligroso escenario que nos lleva a navegar por aguas inexploradas. Más bien es todo lo contrario: precisamente por las experiencias de navegar en el pasado por aguas similares es por lo que deberíamos tratar de evitar ir por ese camino.