Parque oxidado
Varias veces hemos denunciado desde esta columna los perniciosos efectos que tiene el envejecimiento del parque automovilístico nacional en aspectos tan importantes como la seguridad y el respeto por el medio ambiente. Pero tras analizar los datos facilitados recientemente por Anesdor, la patronal española de las motocicletas, nos damos cuenta de que la situación en el sector de las dos ruedas resulta todavía mucho más dramática. Y es que si la edad media de los coches que circulan por nuestras carreteras es excesiva, cuando se pone la lupa en las estadísticas de las motos sorprende comprobar que dicha cifra se eleva más todavía, hasta nada menos que quince años y medio.
Teniendo en cuenta la mejora exponencial que han experimentado las motocicletas en cuanto a seguridad durante los últimos años, debido en buena parte a la popularización de sistemas electrónicos de ayuda a la conducción tan eficaces como los frenos antibloqueo ABS y el control de tracción, sería deseable que la mayoría de los usuarios pudieran acceder a comprar un modelo de última generación. Las funestas cifras de accidentes con víctimas registrados en nuestra red vial son muy elocuentes. Y es que durante el calendario de 2017 se registraron 26 motoristas muertos más respecto a los que se computaron en el ejercicio anterior.
Inspirándose en la demanda que defienden desde hace tiempo los principales actores nacionales del universo de las cuatro ruedas, los dirigentes del sector de las motocicletas reclaman a los responsables de la administración una imprescindible reforma fiscal que pueda ejercer como acelerador de las ventas. Tras haber condenado a muerte a los ciclomotores con el salto de un año en la edad necesaria para obtener la licencia, sería bueno encontrar alguna fórmula imaginativa capaz de incentivar la renovación del oxidado parque de las demás categorías que forman parte del marasmo de las dos ruedas, imprescindible para reducir los atascos de tráfico.