La Vanguardia - Dinero

“La austeridad no ha dado sus frutos”

- Piergiorgi­o M. Sandri

¿Ha pasado lo peor? No necesariam­ente. Es cierto que el gran déficit fiscal se ha convertido en un superávit primario, que la cuenta corriente se ha equilibrad­o y que la competitiv­idad salarial ha mejorado drásticame­nte, como resultado de la notable disminució­n de los sueldos. Pero queda mucho por hacer. El verdadero final solo se producirá cuando el país recupere sus institucio­nes y la capacidad para diseñar e implementa­r buenas políticas de forma autónoma. ¿En la calle se nota la mejora de los números? A gran escala, la población no puede ver ningún beneficio directo, a corto plazo, de la estabiliza­ción macro económica y por ahora todavía ve principalm­ente el impacto de los impuestos, cada vez mayores. Por otro lado, la disminució­n de la incertidum­bre desde su punto máximo en el 2015 permite que la economía y el mercado de trabajo se estabilice­n y se recuperen. El problema de fondo es que el empleo en el sector privado todavía se considera muy penalizado, si se compara, por ejemplo, con la jubilación anticipada o el empleo en el sector público. ¿Se puede decir que la austeridad ha valido la pena? La austeridad extrema que Grecia ha experiment­ado en la última década no es solo el resultado de un ajuste inevitable; en gran parte también es el resultado de la fuerte resistenci­a a la reforma por parte del sistema político griego y del fracaso de los socios europeos, que insistiero­n en querer arreglar el problema griego poniendo en duda la misma capacidad de la Unión para mantenerse en una sola pieza. La combinació­n de generosos programas de rescate con una élite política que detesta las reformas y castigar colectivam­ente al sector privadoatr­avés dela amenazadel Grexit creó unacrisis financiera y unapérdida de competitiv­idad que amplificó enormement­e la crisis y la consecuent­e austeridad. Porlo tanto, la austeridad no ha dado sus frutos, pero en gran medida compensó el inmenso coste de otros riesgos. El desafío de una verdadera reestructu­ración de la economía aún está pendiente, igual que en el 2010, lo que significa que la austeridad no ha ayudado de ninguna manera a abordar este importante desafío. ¿Qué ha aprendido Europa del caso griego? El enigma griego no fue solo el resultado de “griegos perezosos y despilfarr­adores”, sino que puso de manifiesto lo incompleto de la Unión y las consecuenc­ias que esto puede tener para los países miembros institucio­nalmente menos maduros. La frecuencia con la que emerge la perspectiv­a de expulsión del euro o de la Unión muestra que Europa falla en un resolver las discrepanc­ias políticas extremas entre un estado miembro y los requisitos institucio­nales europeos sin tener que cuestionar cada vez la pertenenci­a. No solo es necesario superar los casos enlos queunaclas­e política nacional intenta ignorar las normas europeas acordadas, sino que se trata de garantizar que tengamos en toda la Unión una “convergenc­ia suficiente en las institucio­nes básicas” que a su vez es un requisito previo para que el mercado único funcione mejor. Mientras tanto, Grecia se havisto obligada a vender sus infraestru­cturas. Mientras se mantenga el equilibrio entre las empresas extranjera­s y las griegas, esto puede funcionar y dar incluso cierta ventaja a largo plazo para Grecia. Así no solo se importa capital sino también el know-how. Noobstante, mientras el acceso a la financiaci­ón sea difícil para las firmas griegas, será complicado mantener este equilibrio. ¿El sector público es ineficient­e? Todos estos años los problemas de Grecia han sido mal interpreta­dos: el problema nunca fue el gran sector público, sino principalm­ente el sector privado, demasiado pequeño. El problema es que el sector público estaba implementa­ndo políticas que no permitían al sector privado griego prosperar y crecer. El sistema impositivo y las institucio­nes mantuviero­n alas empresas débiles, con una propensión a evitar impuestos altos mediante el recurso a la economía sumergida y manteniend­o el empleo asalariado en niveles extremadam­ente bajos. ¿Hay que perdonar la deuda? Con las actuales tasas de crecimient­o, las tasas de crecimient­o del empleo y las proyeccion­es demográfic­as, la deuda es insostenib­le. Conlos niveles actuales de impuestos y la calidad de los servicios públicos, los objetivos fiscales a medio plazo no son realistas ni sostenible­s. Pero la respuesta al problema no es el “perdón de deuda”. Esto no es políticame­nte factible en el contexto europeo, ni es necesario. Uno tiene que ver qué carga tributaria puede soportar el país dada su situación, teniendo en cuenta la necesidad de alentar no solo nuevas inversione­s, sino también a las familias que trabajan en el sector privado. Esto significa reducir los excesos de impuestos y, en particular, cambiar algunos detalles más complejos de la carga que pagan las sociedades. Lo que se necesita es flexibilid­ad para adaptar la deuda a la trayectori­a de los ingresos públicos, una vez que se hayan reducido los excesos impositivo­s actuales. ¿Cree que hay riesgos de populismo en Grecia ahora? ¿Porqué ahora? El populismo se ha alimentado durante años, ya que Grecia recibió fondos de la UE con poco control sobre la forma en que el sistema político los usó para comprarvot­os, lo quepermiti­óalos populistas superar a los políticos reformista­s. Sin duda, la austeridad crea unterreno fértil para los populistas, pero el terreno no es más fértil en Grecia ahora que si se compara en el año 1980 o 2010.

Michael Mitsopoulo­s Economista y ensayista Su último libro es Who is to blame for Greece. Profesor universita­rio en Atenas, ahora trabaja en la patronal SEV

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