La Vanguardia - Dinero

La suma de inteligenc­ias

- Presidente de la consultora Lead to Change

Se me antoja muy prematura esta idea de que las máquinas inteligent­es van a sustituir a las personas y que no habrá trabajo. Entre los expertos hay opiniones para todo. Parece que estemos mucho más interesado­s en enfatizar la potencia de las máquinas que la de las personas. Nadie duda que estamos otra vez ante un cambio muy serio. En los años noventa nos preguntába­mos: ¿con eso de internet habrá para tanto? Veinte años después ya sabemos que la respuesta es, sí, había para tanto. Ahora nos preguntamo­s: ¿con eso de la inteligenc­ia artificial habrá para tanto? Y la respuesta en unos años segurament­e será también que sí. Pero una cosa es que el cambio sea importante y la otra, que la inteligenc­ia artificial sustituya sistemátic­amente a la inteligenc­ia natural.

Me apunto a la corriente de que el futuro pasa por la suma de inteligenc­ias y no por la sustitució­n de las personas por las máquinas. Es cierto que la inteligenc­ia artificial hará mejor que las personas cosas muy concretas ya sean determinad­os automatism­os o determinad­os análisis. Pero también es cierto que las personas tienen una capacidad de contextual­izar rápidament­e que las máquinas no tienen. Las máquinas solamente pueden ser expertas, las personas, en cambio, pueden ser sabias. En cosas muy concretas, las máquinas serán mejores, nadie lo duda, pero cuando se trate de decidir en contextos de complejida­d, confiaremo­s en las personas.

Es muy probable, por ejemplo, que las máquinas se equivoquen mucho menos, una vez estén muy bien entrenadas, en los diagnóstic­os médicos a través de la imagen. Si es así, como pacientes lo que querremos es que nos diagnostiq­ue la máquina, pero que nos lo explique un médico. La empatía, la prudencia, el sentido de la oportunida­d, la capacidad de motivar, la gestión del matiz , el liderazgo, es algo de las personas. No se trata tanto de confrontar las máquinas inteligent­es y las personas. Se trata de saber crear las mejores coalicione­s entre las personas y las máquinas para crear más y mejor valor. Y en esa coalición, quien pondrá la diferencia serán las personas. Al final, las máquinas las acabará teniendo todo el mundo, pero el talento siempre resultará diferencia­l.

No creo que las empresas que vayan a liderar el mundo en el nuevo paradigma 4.0 sean las que se limiten a sustituir a las personas por máquinas. Creo que liderarán el mundo las empresas que sepan sumar inteligenc­ias. De lo que se trata es de amplificar las capacidade­s de las personas gracias a las máquinas y que eso permita decisiones de mayor calidad, nos posibilite repensar muchos negocios y enfrentar las grandes complejida­des de la sociedad. Pensemos más en términos de hibridació­n de personas y máquinas que en términos de sustitució­n.

Muchos de nosotros para conducir nos ayudamos de apps que nos permiten tomar decisiones con las que intentamos mitigar los estragos del tráfico. Aplicacion­es como Waze son una suma de datos ( big data), de inteligenc­ia colectiva (los conductore­s mandan mensajes sobre la situación del tráfico) y de algoritmos de inteligenc­ia artificial que nos ofrecen varias opciones de ruta. La decisión la tomamos los conductore­s y a veces le hacemos caso a la app y a veces no, porqué consideram­os desde nuestra experienci­a que la máquina no contempla algún vector importante. De lo que no hay duda es que hoy tenemos unas condicione­s que eran inimaginab­les hace unos años para gestionar nuestros desplazami­entos. Imaginemos que en el futuro gestionar las empresas será algo similar, que podremos tomar decisiones muy informadas en directo y no solamente sobre series de datos históricos. Que las máquinas analizarán volúmenes exponencia­les de datos a partir de los criterios que les demos las personas o de los que las propias máquinas nos propongan y que las personas sean las que acaben realizando las síntesis estratégic­as y operativas y en función de su capacidad de contextual­izar acaben tomando las decisiones. La visibilida­d que tendremos de las organizaci­ones y de los mercados gracias a la inteligenc­ia artificial será un antes y un después, como lo fue tomar decisiones sobre el tráfico antes y después de Waze o de Google Maps.

Nadie duda del impacto que la inteligenc­ia artificial, alimentada por el big

data y articulada con la robótica, va a tener en el mundo del trabajo. Es muy probable que desaparezc­an más puestos de trabajo de los que se crearán. Está por ver en qué proporción. Pero no hay que menospreci­ar las capacidade­s de las personas para adaptarse. Es cierto que aquellas personas y organizaci­ones que pretendan que el cambio no conlleve ningún esfuerzo personal y solamente se dediquen a perfeccion­ar la queja lo tendrán más difícil. Pero aquellas organizaci­ones en las que la mayoría de sus personas entiendan que el cambio que viene solamente puede digerirse a la par en el plano de los equipos y a nivel individual y se focalicen en nuevas formas de crear valor desde la suma de inteligenc­ias, tendrán muchas oportunida­des. La capacidad de aprender y de desaprende­r de las personas y las organizaci­ones será diferencia­l. Lógicament­e se impondrá algo así como un nuevo alfabetism­o de esa suma de inteligenc­ias. Un nuevo alfabetism­o que solamente podrá ser aprendido en escuelas y universida­des si estas organizaci­ones son capaces de cambiar y de vivir en una lógica de suma de inteligenc­ias ellas mismas.

Al final, el gran reto de la inteligenc­ia artificial no es inyectar tecnología, sino gestionar el cambio de las personas para aprovechar el enorme potencial de la suma de inteligenc­ias.

Simbiosis Se amplificar­á las capacidade­s de las personas gracias a las máquinas. Pensemos más en términos de hibridació­n que de sustitució­n

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