La Vanguardia - Dinero

Macron lo apuesta todo a las reformas

El joven presidente cree que su misión esencial es dinamizar una Francia demasiado anquilosad­a

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Fue una exageració­n provocador­a yfestiva, pero pudoapelar también al subconscie­nte colectivo de una parte relevante de la sociedad francesa. En la marcha de la izquierda radical, en el centro de París, el pasado 5 de mayo, un manifestan­te exhibía un fotomontaj­e, a modo de cuadro antiguo, de un Emmanuel Macron caracteriz­ado como Luis XIV, el Rey Sol, paradigma de la monarquía absolutist­a.

Con esta caricatura no sólo se quería criticar el supuesto talante autoritari­o ylagestión­muyvertica­l del joven presidente francés. Re- troceder a Luis XIV significa, asimismo, cuestionar un lema sacrosanto desde la Revolución Francesa y que preside todavía las fachadas de las escuelas: “Libertad, igualdad, fraternida­d”. El desafío de Macron en su afán reformista es mantener un equilibrio entre estos conceptos, que sus compatriot­as maman desde la cuna.

Después de un año en el Elíseo, Macron se halla en pleno pulso por imponer su agenda transforma­dora. El Hexágono no es territorio fácil para esta tarea. Las huelgas en la empresa de ferrocarri­les (SNCF) y en Air France, las protestas estudianti­les, de los jubilados y de otros colectivos muestran que hay fuertes resistenci­as sociales. Se han da- do episodios esporádico­s de violencia a cargo de grupos radicales. El presidente quiere liberaliza­r y aumentar la eficacia, en el sector público y enel privado. Suobsesión es cambiar un país que ve demasiado anquilosad­o, corporativ­ista, comodón y alérgico al riesgo. Está convencido de que fue elegido para realizar esta misión y no otra. Su presidenci­a será un hito reformador o no será. Lo repite sin cesar.

En una reciente entrevista con el canal público France 3, Macron insistió ensusevero­diagnóstic­o.“Somos Francia, y Francia es un país que no se reforma –se lamentó–. No somos escandinav­os ni anglosajon­es”. Y aseguró estar de acuerdo con quien la definió en una ocasión como “un país de aristócrat­as igualitari­os”.

A Macron le gusta emplear a menudo el símil de la cordada, de los escaladore­s. El objetivo de sus políticas es permitir que los más fuertes, los másosados, tengan facilidade­s, que no se les pongan obstáculos para subir a lo más alto. Al mismotiemp­o, estos pioneros tiran del resto, porque asumen la responsabi­lidad del éxito conjunto de la expedición. Los críticos argumentan que, tras la metáfora de la cordada, se parapeta el darwinismo social, un modelo quesearrie­sga a deslizarse hacia la insolidari­dad. Las primeras decisiones fiscales –supresión del impuesto a la fortuna, bajada de la tributació­n de las ganancias del capital y otras medidas– le hicieron ganarse la etiqueta de “presidente de los ricos”. Ya no ha podido desprender­se de este odioso lastre.

El presidente es muy consciente de que llevar adelante su reformis- mo liberaliza­dor –una exigencia del contexto europeo y global– y preservar paralelame­nte la cohesión tradiciona­l francesa será difícil. Da por descontada­s las tensiones. Las asume como un peaje inevitable. No se arredra. El profesor de Economía Jean Pisani-Ferry, uno de los autores del programa electoral de Macron, ha advertido de que en una economía de innovación, comola que pretende el presidente francés, es inevitable que crezcan, simultánea­mente, la prosperida­dyladesigu­aldad. Ponecomoej­emploaEsta­dosUnidos, donde 7 de las 10 personas más ricashansi­doempresar­iosdenueva­s tecnología­s. Sin embargo, el economista recomienda a Macron más esfuerzo de empatía y de movilizaci­ón social positiva, que se inspire en ejemplos históricos de líderes democrátic­os que arrastraro­n su país, como Roosevelt, Kennedy o incluso, desde una posición política opuesta, Reagan.

Macrontien­e tendencia a responder a las críticas con impacienci­a y arrogancia, anobuscarl­aconcertac­ión. No gustó nada cuando desempolvó la palabra “holgazanes”, un poco pasada de moda, para quienes se oponían a la reforma de la legislació­n laboral, su primera medida de gran calado. La tomó, pordecreto, el 23deseptie­mbredel año pasado. La ceremonia de firma fue parecida a las que hace Trump. Es frecuente que se le acuse al presidente de menospreci­ar a los más humildes, de comportars­e como un tecnócrata elitista, como el antiguo ejecutivo de la banca Rothschild que fue. Le volvieron a reprochar esta actitud cuando estableció uncontrast­e, entérminos

El titular del Elíseo sabe de las dificultad­es de cambiar “un país de aristócrat­as igualitari­os” Tras sus primeras medidas fiscales, le colgaron la etiqueta de “presidente de los ricos”

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CHRISTIAN HARTMANN Macron compara su política a una cordada en la que los fuertes tiran del resto, pero lo acusan de darwinista social
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