El FMI marca el tango en Argentina
El organismo internacional insufla una inyección de millones a un país del que desconfían el inversor extranjero y también muchos de sus conciudadanos
El FMI visitará Argentina antes que el Papa Francisco. Muchas cosas no le han salido bien al presidente Mauricio Macri desde que llegó al poder en diciembre del 2015 y prometió que iba a hacer “el mejor gobierno de los últimos cincuenta años”. El mandatario no supo construir una relación con el Pontífice argentino que, ante un peronismo descabezado, enarboló las banderas justicialistas para contrarrestar el giro liberal, pero tampoco logró controlar la inflación, una de sus principales promesas de campaña. Hoy Macri ya no habla de “pobreza cero” –otro de sus lemas–, concentrado en estabilizar una economía que se presume que entrará en recesión en el tercer trimestre, ante el horizonte electoral del año que viene. El rescate del Fondo ha devuelto a los argentinos a la realidad.
A pesar de los esfuerzos de Macri, con el aval de los gobiernos desarrollados, Argentina sigue sin ser un país fiable para los inversores extranjeros, que perciben que ni los propios argentinos tienen demasiada confianza. Han sido dos meses de infarto en los que el ejecutivo ha ido parando los golpes hasta culminar, hace diez días, con la transferencia de los primeros 15.000 millones del préstamo de 50.000 millones de dólares (43.240 millones de euros), concedidos por el FMI, el mayor crédito en la historia del organismo internacional. Sin embargo, ni siquiera esa inyección de dinero garantiza que las turbulencias se detengan porque el clima externo no acompaña, como se vio esta semana cuando el parquet porteño lideró la caída bursátil mundial, junto a una nueva apreciación del dólar respecto al peso.
“Argentina es un país donde los que acumulan beneficios y capitales buscan sacarlo fuera del país, no tiene un sector empresarial o banquero que quiera reinvertir como corresponde”, señala a Dinero Aldo Pignanelli, que fue presidente del Banco Central en el 2002, durante la presidencia de Eduardo Duhalde, y tuvo que lidiar con los efectos de la crisis que había estallado meses antes. “Además, el 65% de la economía está en manos de extranjeros, fundamentalmente grandes empresas, exportadores y tenencias de campo”, señala. “Siempre quedamos a disposición de lo que hacen esos capitales”, añade este economista peronista, que comparte las misma filosofía que el exministro Roberto Lavagna.
“Solemos pasar de una economía cerrada a una economía abierta sin intermedio”, indica Pignanelli para explicar por qué Argentina lleva siete décadas de crisis en crisis. “No podemos cerrarnos totalmente al mundo pero tampoco podemos quedar totalmente abiertos; países como Japón, Corea o los tigres asiáticos antes de pasar por una economía de libre mercado primero pasaron por un desarrollo de su mercado interno, una economía de escala para sus industrias, para sus productos de exportación”, aclara.
“Si vamos a financiarnos solo con deuda, no es sostenible”, agrega el expresidente del banco emisor. “Argentina recurrió al endeudamiento externo pero no tuvimos suficientes flujos de inversiones productivas a largo plazo”, señala. “Además exportamos productos primarios sin demasiado valor agregado e importamos productos industriales o de consumo, y eso es una pérdida muy grande en términos de intercambio”, asegura.
Crítico del acuerdo con el FMI, del que vaticina que el gobierno no logrará cumplir las metas pactadas, Pignanelli calcula que la inflación a final de año llegará al 30% “cómodamente” y afirma que el equipo económico de Macri cometió muchos errores que llevaron