La Vanguardia - Dinero

Es la economía, otra vez

A los diez años de la gran recesión aparecen nuevas amenazas sin que le prestemos la menor atención

- Mariano Guindal

Ni Pedro Sánchez ni Quim Torra ni Casado han reparado en los indicios claros de desacelera­ción

“The economy, stupid”, fue la frase utilizada durante la campaña electoral de 1992 por Bill Clinton contra George Bush (padre) que lo llevó a convertirs­e en el 42.º presidente de los Estados Unidos. El entonces aspirante trataba de subrayar que los temas que preocupaba­n a los ciudadanos eran el empleo, los salarios, los impuestos y todo aquello que tenía que ver con la vida de las personas que la crisis amenazaba. Eso mismo se le podría decir ahora a Pedro Sánchez o a Quim Torra, enfrascado­s en sus cosas sin haber reparado en los indicios más que elocuentes que muestran que la economía española y catalana han empezado a desacelera­rse.

La lógica del presidente español es clara y meridiana. Su objetivo fundamenta­l es ganar las próximas elecciones territoria­les como plataforma para perpetuars­e en La Moncloa. Para ello está desarrolla­ndo una estrategia mediática centrada en dar buenas noticias y aparecer rabiosamen­te progresist­a frente al electorado. Así, los temas dominantes de su agenda son la agenda catalana, la emigración, la momia de Franco, la subida de impuestos, el incremento de las subvencion­es sociales, el final de la austeridad presupuest­aria y todo aquello que le pueda dar votos.

Para el presidente catalán, la prioridad es distinta, pero en ningún caso se plantea tampoco tomar medidas preventiva­s necesarias ante lo que senos puede venir encima. De hecho, las empresas, la sinversion­es, la estabilida­d financiera, la enseñanza olas re formas estructura­les no están presentes entre sus preocupaci­ones.

Tanto Sánchez como Torra se dejan llevar por la inercia decuatro años de crecimient­o económico donde el PIB ha superado el 3%. Es como sino hubiesen aprendido absolutame­nte nada del o que ocurrió en septiembre del 2008. Una crisis que produjo mucho dolor a los ciudadanos económicam­ente más débiles, pero también a las clases medias. Desde la gran recesión nada ha vuelto a ser como antes.

Pero no solo han sido a las élites a quienes se les ha olvidado con una gran rapidez los efectos de la crisis, sino también a la población. Nadie quiere oír que vienen mal dadas y quien lo haya dicho será inmediatam­ente tildado de “pájaro de mal agüero”. Es lo que pasó hace una década en el debate de televisión entre Pedro Solbes, que negó hasta el vómito que España estaba en crisis, frente a Manuel Pizarro quien, con los datos en la mano, demostró lo que se nos venía encima. El PP perdió de calle, mientras que el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero ganó por goleada. Unos meses después llegó el tío Paco con las rebajas.

Esta es la razón que explica que la desacelera­ción económica tampoco figure en la agenda del presidente del primer partido español Pablo Casado. Para él, el gran tema, el único tema, que existe en la agenda política es Catalunya, el resto es secundario. Para ganar las elecciones en España hay que estar super activo con el procés. Hay que blandir el 155 cada vez que Torra o Puigdemont dicen una bravucona- da. Hay que estar al loro con lo que pase con el juez Llarena; y, sobre todo, hay que evitar que Albert Rivera le coma la tostada con la “guerra deloslazos”, las ofensasalR­eyo los episodios que se puedan producir con los líderes independen­tistas presos. Pero de economía… nada de nada.

El problema de esta abulia económica no es tanto lo que deje de hacer el GobiernoSá­nc hez, sino las medidas que se vea obligado a adoptar para contar con el apoyo de Podemos y sacar adelante los próximos presupuest­os. Pablo Iglesias ya lo ha dicho: más gasto social, menos austeridad, más impuestos y más apoyo a los sindicatos en detrimento de las empresas.

Como solía decir el emblemátic­o presidente de la Comisión Europea Jacques Delors la economía es como una bicicleta: puede avanzar durante un tiempo sin dar pedales, se puede crecer sin hacer reformas estructura­les, pero al final terminas cayéndote con todo el equipo. Un incremento de tan solo un punto en la prima de riesgo termina de un plumazo con toda la política social deSánchez, lo cual le vendría estratégic­amente muy bien a Iglesias.

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