El mayor riesgo es político
sonas sin empleo. Parece que el mundo económico se ha inmunizado ante las salidas de tono de Trump, con sus amenazas de guerras comerciales con China o los ataques a la Fed. En cuanto al FMI, aunque haya revisado a la baja sus pronósticos sobre la economía mundial, el ritmo previsto para el 2018 (un 3,7%) es todavía superior al promedio de los últimos 25 años, que fue del 3,4%. Jaume Puig, consejero delegado de GVC Gaesco y gestor de fondos subraya que “hay que distinguir las amenazas de la realidad.
En las empresas no vemos exceso de confianza, muchas de ellas han vuelto a invertir, pero sin endeudarse como antes y usando la caja de la que disponen porque el recuerdo de la crisis anterior está muy vivo todavía” . “Aunque con toda probabilidad se haya tocado el pico del crecimiento, los riesgos de una ralentización global son excesivos”, decía, por su parte, Esty Dwek, de Natixis Investment Managers.
Estos buenos números, no obstante, no han sido suficientes para consolidar la victoria republicana. Másallá de las motivaciones de otra índole (el profesor de Stanford, Michael J. Boskin, dice que cuando los electores se vuelven más ricos se centran más en otras áreas y temas que las políticas económicas), cabe decir que persisten algunas dudas legitimas sobre el boom. Por ejemplo, es verdad que las empresas obtienen beneficios, perosólo la mitad de las de Wall Street han superado las estimaciones.
¿Y los salarios? En octubre en EE.UU. crecieron un 3,1%, el ritmo más alto desde el 2009, pero muy por debajo del promedio del 4,2% que se acostumbraba a registrar en la expansión económica de internet, hasta el 2001. Además, Teresa Ghilarducci, economista del trabajo de la Universidad de Nueva York, ha calculado que un tercio de los trabajadores norteamericanos perciben sueldos tan bajos que apenas permiten situarse por encima del umbral de la pobreza.
Esta semana Alan Ruskin, de Deutsche Bank, reconoció que “los mejores días después de la crisis financiera del 2008 han quedado atrás”. Es cierto que estamos viviendo la segunda expansión más larga de la historia, pero, como señalan desde M/I Investments, “las otras eran orgánicas y no financiadas a base de deuda (en diez años la de EE.UU. se ha duplicado, la de China se ha multiplicado por seis), con tipos cero, burbujas de activos y reparto desigual de la riqueza”.
Sobre este punto, hay cifras demoledoras. El 60% de los niños nacidos en 1970 en EE.UU. gana más que sus padres. Pero las nuevas generaciones lo tendrán peor: más de la mitad de los que nacen ahora vivirán con menos recursos que sus progenitores, según un estudio de Equality Opportunity Project.
Es indudable que el recorte fiscal llevado a cabo por Trump en la primera parte de su mandato ha supuesto un empujón para la economía en el corto plazo. Pero esa gasolina aviva el fuego por un rato, mientras que a largo plazo se diluyen los efectos. En efecto, gran parte de la subida accionarial se debe a una política de recompra de acciones por parte de las mismas compañías, más que constituir el reflejo de un dinamismo en la economía real.
El FMI, que en primavera hablaba de “recuperación sincronizada” ha revisado en seis meses sus previsiones de crecimiento. Y, si se compara el ritmo del PIB de las mayores zonas económicas del planeta respecto a hace un año, todas registran una contracción. “Lahistoria es que al final hay que volver a sincronizar. Pero esta vez a la baja”, dijo Joachim Fels, de Pacific Investment Management.
Cailin Birch, analista global de la consultora Economist Intelligence Unit reconoce que “un cierto número de factores se están materializando, lo quenos hace pensar quela economía de Estados Unidos se ralentizará para el 2020”. En su opinión, “el mayor riesgo es que la guerra comercial con China empezará, para aquel entonces, anotar se en las firmas estadounidenses, mediante costes productivos más elevados y menor competitividad a nivel exte- rior. En un contexto de aumento de tipos y de encarecimiento de los costes laborales y de la energía, esto pone en riesgo las inversiones”.
Estas inquietudes no sólo afectan a EE.UU. China sigue creciendo a un ritmo poderoso, pero es el más bajo en la década. La eurozona también está frenando: en el último trimestre ha rebajado a la mitad el ritmo de su PIB. Alemania sufre los cambios regula torios en la industria automovilística.
Italia, cuya economía está estancada y atrapada en un conflicto con la UE y quiere aprobar un presupuesto expansivo que pone en ries- go la sostenibilidad de su enorme deuda. Luis Torras, economista y analista financiero considera que los indicadores apuntan que la expansión tiene fuerza para seguir. “No es comparable la actual situación co nla del 2007”, asegura. Pero, en su opinión, con el auge de varios populismos , “las mayores incógnitas ahora mismo procede n más de la geopolítica que de la economía”. Especialmente si la primera puede acabar afectando a la segunda. Aquí reside la principal contradicción. Parafraseando el eslogan de décadas atrás, hoy se diría: “¡es la política, estúpido!