¿‘Quo vadis, smart city’?
Nuevos retos Mientras en la ciudad sólo había mucho carril bici, ‘car sharing’ y cada vez menos coches, aparecen miles de patinetes
Crecimos soñando con coches voladores y el futuro nos ha traído patinetes, eso sí, eléctricos, y ahora no sabemos cómo integrarlos en un diseño de ciudad pensado para las bicis. Esta imagen escenifica bien el contraste entre expectativas y realidad que se ha generado alrededor de las smart cities y nuestra incapacidad para integrar lo nuevo en la cotidianidad de nuestras ciudades.
Las smart cities han pasado por varios períodos de euforia y desilusión. Quizás el primero de ellos fueron los centros de control de tráfico, como el de São Paulo. El conocimiento preciso de tráfico debía reducir los atascos y mejorar la circulación. Desgraciadamente el conocimiento no ensanchó las calles ni redujo el número de vehículos. Los beneficios fueron escasos.
Los sensores fueron la segunda aproximación. La tesis era sencilla, si sensorizamos toda la ciudad tendremos datos precisos que nos permitirán gestionarla mejor. El problema fue el modelo de negocio. ¿Qué hacemos con datos pormenorizados de temperatura, humedad o polución? Tal parecía que con datos menos pormenorizados era suficiente.
La siguiente gran promesa fue open data. En dos líneas, por un lado la transparencia y por otro las aplicaciones. Apesar de open data hemos seguimos teniendo poca transparencia y padeciendo corrupción. Las apps han aparecido poco, la verdad. Google Maps ha transformado nuestra forma de movernos en las ciudades, en buena parte gracias a open data, pero el resto han sido éxitos limitados.
También ha habido iniciativas desde el sector privado como Airbnb o Uber. Sin embargo en muchos casos las políticas de los ayuntamientos otorgando un número limitado de licencias a perpetuidad han creado un monopolio muy profesionalizado del que se han beneficiado unos pocos (curiosamente bastantes hoteleros y empresas del taxi). Muylejos de la intención inicial de unos y otros. Un resultado que no satisface a nadie.
Las políticas de movilidad, donde hace unos años se visualizaba una ciudad de alta densidad con una amplia red de carriles bici, car sharing, transporte público y cada vez menos vehículo privado, se han visto desbordadas con la aparición de nuevas formas como el patinete eléctrico, las bicis dockless (geolocalizadas con el móvil) y por supuesto las motos eléctricas también dockless. El car sharing ha fructificado en algunas ciudades, pero en otras aún se le espera.
La realidad ha resultado ser más compleja de lo esperado y ha superado las previsiones. Integrarla construyendo una ciudad mejor es el reto. Ahora todo se orienta a los datos, tenemos data
driven cities y data labs, pero relacionarse con la Administración sigue siendo una asignatura pendiente. Puedes comprarte un patinete, un billete a Nueva York o reservar un hotel, pero pagar una multa, empadronarse, conocer tus datos, quejarse… en las ciudades smart, la administración también está a un clic.