Cuestión de ánimo
Las bolsas hicieron mínimos del año el pasado día 24 de octubre y han empezado a subir desde entonces de forma significativa debido a, o simplemente de forma coincidente con, los buenos resultados empresariales trimestrales publicados. Decir que las empresas, tanto en Europa como en Estados Unidos, han registrado un fuerte aumento tanto de ventas como de beneficios no es decir nada nuevo; hace años que ocurre. Decir que las mismas empresas han batido a las expectativas tampoco es novedoso, igualmente hace años que ocurre. Decir que las expectativas de crecimiento de beneficios para los próximos años, y según el consenso del mercado, superan al crecimiento histórico medio de los beneficios tampoco es decir nada nuevo. Simplemente refleja que el crecimiento económico mundial es igualmente superior a la media y que las empresas mantienen aún una gran eficiencia operativa.
Si los beneficios empresariales no han dejado de ser sólidos en ningún momento, ¿a qué atribuir el descenso bursátil en lo que llevamos de año? Se lo explico con un ejemplo reciente. Esta misma semana he tenido una conversación con un empresario y propietario mayoritario de una empresa cotizada. Dice no entender cómo con unas buenas ventas, unos excelentes resultados y unas aún mejores perspectivas, la acción de su empresa pueda haber caído tanto. Le comento algo que es obvio, a la vez que recurrente en el tiempo. Cuando una empresa cotiza en bolsa, la volatilidad de su cotización no sólo refleja la volatilidad de la actividad empresarial, sino también la del estado de ánimo de los inversores.
¿A qué nos dedicaríamos los inversores profesionales si las cotizaciones siempre reflejaran el correcto valor de las empresas?