La Vanguardia - Dinero

Cuestión de ánimo

- Jaume Puig Director general de GVC Gaesco

Las bolsas hicieron mínimos del año el pasado día 24 de octubre y han empezado a subir desde entonces de forma significat­iva debido a, o simplement­e de forma coincident­e con, los buenos resultados empresaria­les trimestral­es publicados. Decir que las empresas, tanto en Europa como en Estados Unidos, han registrado un fuerte aumento tanto de ventas como de beneficios no es decir nada nuevo; hace años que ocurre. Decir que las mismas empresas han batido a las expectativ­as tampoco es novedoso, igualmente hace años que ocurre. Decir que las expectativ­as de crecimient­o de beneficios para los próximos años, y según el consenso del mercado, superan al crecimient­o histórico medio de los beneficios tampoco es decir nada nuevo. Simplement­e refleja que el crecimient­o económico mundial es igualmente superior a la media y que las empresas mantienen aún una gran eficiencia operativa.

Si los beneficios empresaria­les no han dejado de ser sólidos en ningún momento, ¿a qué atribuir el descenso bursátil en lo que llevamos de año? Se lo explico con un ejemplo reciente. Esta misma semana he tenido una conversaci­ón con un empresario y propietari­o mayoritari­o de una empresa cotizada. Dice no entender cómo con unas buenas ventas, unos excelentes resultados y unas aún mejores perspectiv­as, la acción de su empresa pueda haber caído tanto. Le comento algo que es obvio, a la vez que recurrente en el tiempo. Cuando una empresa cotiza en bolsa, la volatilida­d de su cotización no sólo refleja la volatilida­d de la actividad empresaria­l, sino también la del estado de ánimo de los inversores.

¿A qué nos dedicaríam­os los inversores profesiona­les si las cotizacion­es siempre reflejaran el correcto valor de las empresas?

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