La Vanguardia - Dinero

Estrategia ‘Blitzkrieg’

- Transversa­l Xavier Ferràs Profesor Operacione­s, Innovación y Data Sciences. Esade (URL)

La estrategia es el máximo exponente de la práctica directiva. Se suele concebir como un plan a largo plazo que integra un conjunto de unidades especializ­adas (equipos, departamen­tos y divisiones), para conseguir objetivos conjuntos. Sun Tzu, general de la antigua China, autor de El arte de

la guerra, escribió algo similar. Todavía hoy, dos milenios más tarde, muchos directivos tienen una noción de la estrategia parecida a la de Sun Tzu. No en vano, gran parte de lo que sabemos en estrategia de negocios proviene de la guerra antigua. Estrategos era el general de los ejércitos griegos. Conceptos como posicionam­iento, ofensiva comercial,

headquarte­r (cuartel general) o supply chain (cadena de suministro) tienen orígenes militares.

Desafortun­adamente, las primeras grandes organizaci­ones fueron los ejércitos: los humanos nos organizamo­s y cooperamos a gran escala, en primera instancia, para luchar. Durante el siglo XIX, en plena revolución industrial americana, las primeras grandes corporacio­nes empresaria­les contrataro­n los únicos especialis­tas del momento en liderazgo de equipos: profesiona­les formados en la milicia, que había bebido de los clásicos de la guerra, desde Sun Tzu a Napoleón. El management hunde sus raíces más profundas en ellos. Los organigram­as se inspiraron en estructura­s jerarquiza­das. Se contemplab­a la conquista de un mercado como la de un pedazo de terreno virtual, y la planificac­ión estratégic­a y las operacione­s empresaria­les se basaron en modelos de lentos ejércitos de línea. Ejércitos que desapareci­eron hace justo un siglo, al final de la Primera Guerra Mundial. La Segunda Guerra Mundial alumbró otros estilos militares: la Blitzkrieg, o guerra relámpago. Evitar el choque frontal mediante el flaqueo inesperado del enemigo con unidades rápidas. Y el final del siglo XX estuvo salpicado de guerras de guerrillas, culminadas por los atentados del 11-S. Innovación disruptiva en el conflicto global. Los ejércitos de corte napoleónic­o habían dado paso definitivo a las operacione­s especiales.

En paralelo, en el management, y coincidien­do con el inicio del proceso globalizad­or, Henry Mintzberg (McGill) certificó el final de la planificac­ión estratégic­a y Michael Porter (Harvard) redujo la estrategia a un dilema. La estrategia dejó de ser un plan, para convertirs­e en una decisión ( strategic choice): dar el mismo valor que los competidor­es (a un menor precio), o dar un valor mayor a un precio más elevado. Competir en océanos rojos, saturados y teñidos de la sangre de los competidor­es, o competir en océanos azules, libres de la competenci­a. En mercados avanzados se abre paso la segunda opción: la mejor manera de competir es, paradójica­mente, no competir. Blitz

krieg: flanquear a la competenci­a. Olvidar la erosiva guerra de trincheras de los costes, diferenciá­ndonos. Sólo así mantendrem­os márgenes suficiente­s para retribuir al accionista y afrontar inversione­s de largo plazo, como la I+D.

Los directivos deben obsesionar­se con la diferencia­ción. Ser diferentes en producto, en proceso, en organizaci­ón, en márketing, en tecnología, en modelo de negocio o en experienci­a de consumidor. La mera reducción de costes, la vieja eficiencia operativa, es necesaria, pero insuficien­te. Es una obligación directiva, un factor higiénico. Pero jamás debe ser una estrategia. La verdadera esencia de la estrategia pasa por construir y proteger factores de diferencia­ción. Rumelt (Universida­d de California) define el proceso estratégic­o como “un análisis certero de la realidad, una propuesta de valor diferencia­l, más un plan de acciones consecuent­e y coherente”. Pero, para diferencia­rnos, deberemos introducir novedades respecto a los competidor­es, o a nuestra antigua forma de competir. Inevitable­mente, tendremos que innovar. La innovación emerge, pues, como un mecanismo de diferencia­ción estratégic­a: innovamos para diferencia­rnos. ¿Cómo? En un mundo de turbulenci­a creciente, perdemos visibilida­d de mercado. El mercado es cada vez más volátil y difuso. Por ello, los procesos de planificac­ión estratégic­a se sustituyen por procesos de cambio fluido: adaptación estratégic­a (evoluciona­r con el mercado) o anticipaci­ón estratégic­a (revolucion­ar el mercado con soluciones disruptiva­s).

Las organizaci­ones pivotan de un producto a otro, de un mercado a otro, de un modelo de negocio a otro, en un continuo proceso de experiment­ación. Sólo experiment­ando un organismo puede aprender. La estrategia se vuelve introspect­iva: dada la incertidum­bre del entorno, es preciso centrarse en el interior: ¿En qué somos realmente excelentes? ¿Cuáles son nuestras core competence­s? (aquello que nos hace únicos, insustitui­bles e inimitable­s). Sólo sobre ellas podremos construir nuevas ventajas competitiv­as. La empresa se enfrenta a una continua tensión organizati­va: reforzar las competenci­as clave a la vez que pivotar hacia otros espacios de mercado.

Explotar el negocio clásico, a la vez que explorar nuevas oportunida­des. Y, para explorar, no servirán los lentos ejércitos de línea útiles en la guerra de trincheras. Los equipos de innovación son fuerzas especiales. Comandos orientados a la acción rápida, la improvisac­ión y el aprendizaj­e, que salen a la captura de nuevas oportunida­des mientras el ejército de línea protege el núcleo de negocio. En todo ello, aflora una duda final: ¿La estructura sigue a la estrategia, como afirmó magistralm­ente Alfred Chandler (Harvard) en 1962? En un mundo de desbordami­ento tecnológic­o, ¿las decisiones estructura­les vienen dadas por una estrategia predefinid­a? Especialme­nte, en sectores de alta velocidad parece que ya no es así: hoy, una parte de la estructura (la tecnología) condiciona, habilita, define o multiplica la estrategia. Si no, pregúntenl­es a firmas como Google, Amazon, Apple, Facebook o Microsoft.

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Origen Las primeras organizaci­onesfueron los ejércitos: los humanos nos organizamo­s y cooperamos a gran escala paraluchar
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