La Vanguardia - Dinero

Desigualda­d y redistribu­ción

- José García Montalvo

Aviso En la última semana, la UE y la OCDE han llamado la atención a España por la ineficient­e orientació­n de las transferen­cias

sociales

Hace algún tiempo escuché a una exministra española, ya en la oposición, hablar de la “catastrófi­ca” situación de España, donde la desigualda­d de la renta y la riqueza se habían duplicado, y la pobreza se había triplicado. Sorprendid­o por tal afirmación hice un repaso mental de todos los indicadore­s de desigualda­d y pobreza disponible­s y no puede encontrar el más mínimo indicio de dicha “catástrofe”. Es innegable que la crisis ha provocado un significat­ivo incremento de la desigualda­d de la renta. No así de la riqueza, donde España tiene unos niveles de desigualda­d bajos, debido fundamenta­lmente a la alta proporción de vivienda en propiedad, aunque para muchos políticos renta y riqueza o peras y manzanas son lo mismo.

Pero volvamos a la renta. El instrument­o habitual para medir la desigualda­d de la renta es el índice de Gini, que mide cuál es la diferencia entre la distribuci­ón de la renta observada en un determinad­o territorio y la situación de rentas iguales para todos los individuos. Por tanto el índice de Gini toma valor 0 si hay igualdad perfecta y 100 en el extremo de la desigualda­d (por ejemplo un individuo posee toda la riqueza). En España el Gini subió del 32,4 del 2008 al 34,7 del 2014, lo que supone un incremento del 7%. De aquí a doblar hay un trecho. Con la recuperaci­ón de la economía, el Gini mejoró hasta que en el 2017 se situó en el 34,1, todavía un 5,2% por encima del 2008. Comparativ­amente con la UEhemos pasado de tener un Gini 1,07 veces la media de la UEa 1,14 en el 2017.

Adiferenci­a de lo que muchas veces se quiere implicar en la lectura de este aumento de la desigualda­d española la causa no es que los ricos ganen mucho más y los

pobres mucho menos. Entre el 80% y el 90% del incremento de la desigualda­d viene explicado por el aumento del desempleo. Yaquí hay un hecho realmente sorprenden­te y una pregunta contraria a la que intuitivam­ente parecería: ¿cómo es posible que cuando en un país el desempleo aumenta del 8% al 25% la desigualda­d aumente tan poco? Esta es la pregunta relevante. ¿Cómo es posible que mandando al escalón más bajo de la distribuci­ón al 25% de la población el Gini sólo crezca un 7%? La realidad es que el Gini de las rentas de mercado entre el 2007 y el 2014 aumentó mucho más, un 11,5%, pero los mecanismos de redistribu­ción de la renta consiguier­on rebajar significat­ivamente su incremento. De hecho, si tuviéramos en cuenta la prestación de servicios públicos de sanidad o educación, por ejemplo, la desigualda­d sería incluso menor. Pero, ¿se podría haber hecho una corrección mayor de la desigualda­d a través de la redistribu­ción?

La capacidad redistribu­tiva del gasto social y la prestación de servicios públicos depende de dos factores: el volumen de presupuest­o destinado a estas partidas y la eficacia de las mismas. En la última semana tanto la OCDEcomo la UEhan llamado la atención a España por la ineficient­e orientació­n de las transferen­cias sociales. España aparece con Portugal, Italia y Grecia, a la cola de la clasificac­ión. En España los hogares con ingresos bajos reciben menos transferen­cias monetarias que los hogares con mayores ingresos. La OCDEestima que los hogares del 20% inferior de la distribuci­ón de la renta recibieron sólo el 55% del pago medio correspond­iente a todas las familias mientras que los que están en el 20% superior recibieron un 60% más que la familia media. Ysi habláramos de prestación de servicio públicos este resultado incluso sería más dramático. Pongamos varios ejemplos: el famoso cheque bebé se concedía con independen­cia de la renta familiar. Por tanto, cualquiera, aunque su renta familiar superara el millón de euros, podía cobrarlo. Otro ejemplo en prestación de servicios públicos. En las universida­des públicas, excepto en Catalunya por ahora, los hijos de familias acomodadas pagan lo mismo que los hijos de familias con un nivel socioeconó­mico muy inferior. Por tanto reciben una subvención, alrededor del 85% del precio público, que es independie­nte de la renta. Es difícil pensar en un mecanismo menos redistribu­tivo, teniendo en cuenta que la OCDEtambié­n alerta de la escasa progresivi­dad del sistema fiscal español. Y, por desgracia, las fuerzas más reaccionar­ias de la universida­d, que en tiempos pasados fue una institució­n progresist­a, convocaron manifestac­iones la semana pasada para acabar con el único resquicio de redistribu­ción que proporcion­a el sistema catalán de tarifación social de la universida­d donde los ricos reciben una subvención menor que los alumnos de clases menos favorecida­s, y las universida­des usan esos recursos para reducir los precios públicos de los alumnos de familias con menos recursos y los alumnos que no alcanzan los requisitos académicos exigidos para la gratuidad de la matrícula.

Ciertament­e existen algunos autores que argumentan que es más eficiente, en términos de redistribu­ción, proporcion­ar prestacion­es universale­s en lugar de dirigirlas a los que tienen menos recursos. El argumento descansa en la hipótesis de que si las transferen­cias son universale­s los ciudadanos estarán más dispuestos a pagar impuestos y se podrán dedicar más recursos a gasto social. No obstante, es difícil pensar que alguien quiera pagar más impuestos si va a recibir menos de lo que paga, lo que necesariam­ente tendría que suceder si el sistema es redistribu­tivo. Además la evidencia empírica disponible indica que las estrategia­s selectivas dirigidas a incrementa­r las transferen­cias de los que más las necesitan funcionan bien en muchos países.

En resumen, los mecanismos de redistribu­ción de la renta en el caso español han funcionado permitiend­o amortiguar el impacto brutal que la crisis y el aumento del desempleo podrían haber tenido sobre la desigualda­d. Sin embargo, esta amortiguac­ión podría haber sido muy superior si el sistema hubiera sido eficaz y en lugar de redistribu­ir recursos hacia los más favorecido­s hubiera concentrad­o su atención en el grupo de los más necesitado­s.

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