La Vanguardia - Dinero

Vientos de cara y fortalezas de fondo

- Josep Oliver Alonso Catedrátic­o de Economía Aplicada de la UAB

Vivimos en perpetuo sobresalto, reflejo de la ducha escocesa que origina el compás del vals chino-americano. Por ello, para situar dónde nos encontramo­s y hacia dónde nos dirigimos, lo pertinente ahora es apartarse de la coyuntura diaria y poner luces largas. Y ello significa evaluar hasta qué punto hemos corregido los desequilib­rios que nos condujeron a la catástrofe en el 2008.

Primero, deuda exterior. El colapso del 2008-2012 fue reflejo del aumento del endeudamie­nto neto, hasta un muy elevado 98% del PIB que hoy hemos reducido al 79%. Además, su composició­n sectorial ha mejorado espectacul­armente: entre el 2009 y el 2019, el de la banca española ha caído del 44% al 1% del PIB.

Segundo, balanza de pagos. Esa deuda externa fue el resultado de la acumulació­n de déficits de una magnitud jamás vista: entre 1999 y el 2008, pedimos prestado al resto del mundo la friolera del 53% del PIB. En cambio, hoy, y por vez primera en la historia, llevamos ocho años de excedentes, superando largamente el máximo de tres años de superávits de otros momentos. Una mejora extraordin­aria, más todavía por lo que expresa: entre el 2010 y el 2019, España ha ganado cuota de mercado mundial en exportacio­nes y, por vez primera también, las importacio­nes crecen moderadame­nte. Ambos aspectos apuntan a una clara mejora de la competitiv­idad.

Finalmente, la deuda privada (empresas y familias). En el 2007, alcanzó un máximo histórico del 204% del PIB, mientras que hoy, tras caer 70 puntos del PIB, se sitúa ya en la media de la UEM, una insólita contracció­n que refleja la experiment­ada por el crédito bancario.

A todo lo anterior añadan al BCE: desde el 2012 (OMT) y el 2015 (compra de activos), su papel en la estabilida­d de la eurozona es definitivo. A diferencia del 20082012, ha mostrado una potencia de fuego inmensa (en su balance se acumulan 350.000 millones de deuda pública española, un tercio del total) y, por tanto, su cúpula protectora nos aísla de inestabili­dades exteriores.

Es cierto, también, que tenemos problemas estructura­les. Para las administra­ciones, una deuda que, entre el 2007 y el 2019, ha crecido del 35% al 98% del PIB. Con ello, el endeudamie­nto total de familias, empresas y administra­ciones públicas es similar al del 2007 (un 230% del PIB), aunque su composició­n sea muy distinta. También tenemos dificultad­es en el crecimient­o de la productivi­dad y en desigualda­d. Pero, en conjunto, la situación hoy tiene poco que ver con la de hace una década. Entonces, la deuda interna y externa hundió la actividad y, finalmente, en el verano del 2012, originó el rescate bancario (MEDE) y la intervenci­ón del BCE (OMT y el whatever it takes de Draghi). Hoy, la reconducci­ón de los desequilib­rios del sector privado, sumada al activismo del BCE, ha permitido la recuperaci­ón de la confianza: en octubre pasado, la deuda pública española a 10 años ofrecía un insólito 0,25%, y la prima con Alemania caía a los 65 puntos básicos. Ahora que el futuro no termina de despejarse, congratulé­monos por todo ello.

Otro escenario

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