Petróleo: frágil equilibrio de fuerzas
En los últimos meses todo parece ir a mejor en el mundo del crudo. El Brent subía un 22,7% en el 2019, hasta 66 dólares el barril en su mejor año desde el 2016. A nivel geopolítico, el incremento de la tensión entre Estados Unidos e Irán se evidenciaba con las escaramuzas en el estrecho de Ormuz en primavera y el espectacular bombardeo de instalaciones petrolíferas saudíes en septiembre. Si bien ambos eventos tenían un impacto efímero en la cotización del petróleo –súbitos incrementos que eran rápidamente neutralizados-, los niveles de cierre de año aseguran cómodos ingresos a los principales países productores.
El año 2020 arranca de nuevo con un importante toque de atención. El asesinato del general iraní Qasem Soleimani, acción selectiva de la inteligencia estadounidense en contestación al ataque iraní de bases de EE.UU. en Irak, reavivaba los temores de una escalada bélica regional y traía de nuevo la volatilidad al mercado petrolero. Como no hay dos sin tres, las jornadas posteriores calmaron los ánimos y la cotización, tras intentar el asalto a la cota de los 70 dólares, retrocedía hacia niveles de cierre de año. ¿Qué le ocurre entonces al petróleo que parece encontrar resistencia en torno a niveles actuales?
Por el lado de la oferta, parte de la respuesta se llama Estados Unidos. La primera economía mundial cerró el 2019 con una producción diaria de 11,5 millones de barriles, líder a nivel global y con escasa voluntad de rebajar dichos niveles de bombeo, en pos de un precio del crudo atractivo –bajo– para el consumidor estadounidense en año electoral. Esto obliga al resto de países productores, fundamentalmente OPEP en acuerdo con Rusia, a acordar estrategias coordinadas de reducción de la producción para mantener el crudo en niveles para ellos deseables.
La actual capacidad de producción adicional ociosa conjunta de la OPEP y Rusia, superior a los 3 millones de barriles diarios, atestigua la presión de Arabia Saudí al resto de socios para cumplir estrictamente con los recortes pactados, el último en el mes de diciembre. La necesidad saudí de mantener precios elevados es ahora si cabe más necesaria, habida cuenta de la reciente salida a bolsa de Saudi Aramco, la compañía petrolera enseña del reino wahabí.
Por el lado de la demanda, las señales vistas el año pasado fueron mixtas. En positivo, la demanda no ha dejado de crecer y ha superado, según cifras de la agencia internacional de la energía, los 100 millones de barriles diarios. Pero el peso de China en la demanda mundial de petróleo es esencial y se ha resentido por la guerra comercial con EE.UU., provocando un ritmo de crecimiento algo más atenuado.
No es difícil concluir que el petróleo pasa en la actualidad, como casi siempre, por un frágil equilibrio de fuerzas. A la disparidad de intereses entre los principales productores, con acuerdos temporales sometidos a súbitos cambios geopolíticos, se une la necesidad de evitar la ralentización económica global para apuntalar la demanda, algo que vemos factible y tanto más probable si se confirman nuevos avances comerciales. Con todo, un escenario base de no escalada militar en el horizonte permitirá mantener niveles de petróleo similares a los actuales.