La gran revolución de la industria alimentaria
Sostenibilidad, trazabilidad y salubridad marcan el camino a un sector que pugna por adaptarse al cambio y sobrevivir
Barcelona
Torre Santamaria, empresa familiar de Vallfogona de Balaguer (la Noguera), no tiene ni los recursos económicos ni la exigencia con la que se mide a las grandes firmas de alimentación presentes en Catalunya, ya sean nacionales o extranjeras. Sin embargo, la compañía de la familia Pons, con apenas 40 empleados y unos ocho millones de euros de facturación, ha hecho una apuesta por la innovación con la adaptación de su explotación ganadera a la economía circular que ya querrían para sí miles de empresas del sector. “Alimentamos a los animales con productos de nuestros campos, propios o arrendados; cuidamos su genética, con un centro de cría donde no entran animales de fuera y otro de recría, y disponemos, por último, de una planta de biogás y otra de compostaje para el tratamiento de los purines que luego usamos como fertilizantes y contribuimos, así, a reducir las emisiones”, explica Teresa Pons, de la tercera generación de Torre Santamaria. “El resultado –concluye– es una leche de altísima calidad, y podemos estar muy orgullosos de ser uno de los pioneros en la producción de leche A2 para dar valor a un producto que se ha ido desprestigiando con los años”.
Aunque haya quien va con evidente retraso, la estrategia de Torre Santamaria no es el futuro del sector. Es ya el presente. La industria agroalimentaria, que en España está liderada de forma clara por Catalunya, es cada vez más sostenible, saludable e innovadora, aunque queda muchísimo camino por recorrer. “Hay una conciencia creciente en el consumidor que pilló a la Administración y a las empresas con el pie cambiado; la demanda es muy superior a la oferta, pero se está adaptando a marchas forzadas”, explica Adrián Caldart, profesor de dirección estratégica del Iese.
Y eso que las cifras que mueve el sector para cambiar son ya descomunales. El pasado jueves, Nestlé anunció que invertirá hasta 2.000 millones de francos suizos –unos 1.800 millones de euros– para “liderar el cambio de