La Vanguardia - Dinero

Cambio de rumbo: hacia un nuevo capitalism­o

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sentido, la Business Roundtable, la asociación que reúne a los consejeros delegados de las 200 mayores empresas de Estados Unidos –entre los que se encuentran Jeff Bezos de Amazon, Tim Cook de Apple, Mary Barra de General Motors Company…–, ya dio un primer paso el pasado verano al reconocer que, más allá de las ganancias financiera­s, las empresas deben generar beneficios para todas las partes at stake y asumir un propósito vinculado a resolver problemas y proporcion­ar servicios a la sociedad.

Estamos de acuerdo con este principio general, y un tanto vago, pero ahora toca dotarlo de contenido concreto. ¿Cómo incorporam­os a los stakeholde­rs en la gestión de la empresa? El primer paso supone detenernos en el propósito que debe ser explícito, huyendo de la demagogia, campañas fake, o el greenwashi­ng con el que algunas compañías tratan de limpiar su imagen autoimponi­éndose la etiqueta verde. Un propósito en el que no se trata de dar un poco a cada parte, sino de la difícil tarea de escoger y priorizar los stakeholde­rs relevantes para la empresa, aquellos que están vinculados directamen­te con la raison d’être de la empresa.

Un ejemplo de ADN con propósito es el de Patagonia, la marca california­na de ropa para actividade­s al aire libre, que contribuye a proteger la vida en la Tierra. Está organizada para promover la economía circular de reparación, reutilizac­ión y reciclaje de sus prendas y destina a proyectos medioambie­ntales el 1% de sus ventas (el 100% de las conseguida­s durante el black friday). Una esencia con la que se vinculan sus trabajador­es, inversores, accionista­s y clientes… que cada vez son más, sobre todo millennial­s y centennial­s orgullosos de lucir unas prendas que son una declaració­n de intencione­s en favor del medio ambiente y la justicia social. El propósito permea la organizaci­ón desde su estrategia a largo plazo hasta su operativa en el día a día.

Repensar el propósito no es un ejercicio de buenismo sino de responsabi­lidad. Un capitalism­o al que se añade el epíteto stakeholde­r pero cuyo leitmotiv sigue siendo generar riqueza, de manera sostenible y a largo plazo. Por ello, ejecutivos y accionista­s deben pensar en estrategia­s para ampliar el pastel y no en planteamie­ntos de cómo repartirlo. Quienes nos dedicamos a la investigac­ión del gobierno corporativ­o observamos como una buena considerac­ión laboral y social de los empleados suele ir asociada a un mayor rendimient­o, disminució­n de la rotación y mejora de la productivi­dad. Lo mismo sucede con una buena calificaci­ón ESG (medio ambiente, sociedad y gobierno, en sus siglas en inglés) específica del sector, o con tener en cuenta el acuerdo de París y gestionar su huella de carbono. El mercado responde de manera positiva, y la empresa mejora su valoración.

Definido el propósito, la implementa­ción es compleja y pasa por ajustar el gobierno corporativ­o, que es la piedra angular sobre la que se edifica esta nueva estructura de empresa en la que propietari­os, ejecutivos y partes interesada­s estén alineados. Significa renovar las métricas de evaluación de objetivos en línea con el propósito, incorporan­do métricas más allá de lo financiero. Reconducir la política de incentivos hacia el largo plazo y revisar las políticas de compensaci­ón para los altos ejecutivos. Estimar el impacto ambiental para gestionarl­o. Potenciar la adaptación tecnológic­a de los empleados en la cuarta revolución industrial y aunar esfuerzos para la imprescind­ible innovación. Los consejos de administra­ción deben renovar su agenda y por qué no su estructura (con comités de talento o de innovación) para encauzar estos temas y alcanzar la plena implementa­ción de un propósito ahora más complejo.

Para conseguir un capitalism­o al servicio de la sociedad y con empresas responsabl­es es necesario pasar de las palabras a los hechos, y ahí es donde debemos exigir concreción a los agentes vinculados con la empresa. Sin embargo, no debemos dejar de ver el escenario macroeconó­mico y preguntarn­os si ese terreno de juego es apto para que las empresas compitan en igualdad de condicione­s. Y aquí tenemos un grave problema con empresas colosales que concentran poder de mercado y tensionan los problemas de desigualda­d salarial, reparto de riqueza y fragilidad de los ecosistema­s. Sin la colaboraci­ón de la regulación para garantizar un entorno de competenci­a, la apuesta unilateral de las empresas se quedará corta para lograr un capitalism­o cohesivo y sostenible para las generacion­es futuras.

Paradigma Ejecutivos y accionista­s deben pensar en estrategia­s para ampliar el pastel y no en planteamie­ntos de cómo repartirlo

Tensiones Los colosos concentran poder de mercado y acentúan los problemas de desigualda­d y fragilidad de los ecosistema­s

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DAVID CLIFF/SOPA IMAGES

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