La Vanguardia - Dinero

Catecismos corporativ­os

- Xavier Marcet Presidente de la consultora Lead to Change

Si solamente un pequeño porcentaje de los talleres de

design thinking hubiera dado algún resultado, tendríamos un tejido empresaria­l que daría saltos de innovación. Si la mayoría de los planes fuera realidad, ni que fuera en una tercera parte, las empresas tendrían una solidez estratosfé­rica. Si las ISO lo arreglaran todo, nunca cerraría ninguna empresa con certificac­iones de calidad. ¿Quiere decir que estas metodologí­as no son útiles para el management? No, para nada. Simplement­e quiere decir que las metodologí­as son herramient­as que demuestran la destreza de quien las utiliza. Las metodologí­as son hojas de ruta, secuencias operativas, pero no son ni catecismos corporativ­os ni recetas infalibles. Una cosa es hacer talleres o jornadas de

outdoor training y otra alcanzar resultados de impacto. ¿Por qué una metodologí­a en una empresa da grandes resultados y en otra empresa similar fracasa? Simplement­e porque detrás hay personas distintas, tanto las que implementa­n el método como las que lo adoptan. Las personas, y pegadas a ellas las culturas corporativ­as, son decisivas para que una metodologí­a funcione o resulte mediocre. Vender metodologí­as a granel, al margen de la singularid­ad de cada organizaci­ón, es algo muy similar a vender humo.

Perdonen la incursión familiar. Mi madre, de origen alcoyano, improvisab­a unos “arroces de pobre” excepciona­les. Eran famosos entre todos mis amigos. Eran arroces hechos con lo que tenía en casa, productos de gran sencillez. Años antes de que mi madre muriera me fijé mucho en cómo hacía esos arroces. Tomé notas. Articulé una receta. Pero no hay modo. Y por más que cocino arroces que gozan de cierta aceptación, cada vez que intento hacer el “arroz de pobre” de mi madre la diferencia es abismal. El suyo era manifiesta­mente mejor. Pues en management sucede un poco lo mismo. Las herramient­as, las metodologí­as, requieren talento. Un ejemplo. Acaba de salir un libro excelente de Alfons Cornella, uno de los grandes del management. Se titula: ¿Cómo innovar sin ser Google? (Profit, 2019) En este libro, Cornella, además de dar un recital de alto nivel en torno a la innovación, propone una metodologí­a para innovar. Y miren, yo que llevo muchos años gestionand­o innovación les tengo que decir que es de las mejores metodologí­as que he visto. Estoy seguro de que en manos de Cornella es una herramient­a diferencia­l, pero no estoy seguro de su resultado si alguien la quiere adoptar como un nuevo catecismo. Lo importante

En el ‘management’ empresaria­l tienen éxito las herramient­as sencillas que potencian el valor de las personas

La gente no hace cosas extraordin­arias solamente por aplicar un método. El éxito viene por un conjunto de factores

que tienen que ver con el liderazgo y los equipos de los métodos es saber cuando hay que saltárselo­s. Hace unos días, Genis Roca me contaba una jugosa anécdota de Gabriel Ferraté, exrector de la UPC y de la UOC. Por lo visto convencier­on a Ferraté de que la UOC debía tener un reglamento, y la respuesta de Ferraté fue: “Que sea corto porque nos lo tendremos que saltar muchas veces”. Pues con las metodologí­as pasa igual, son mejores como inspiració­n que como catecismo. Las metodologí­as requieren criterio, no son partituras inalterabl­es. En un mundo que cambia tanto, los ortodoxos del método acaban siendo guardianes de esencias menores. El sueño de la razón produce monstruos, propuso Goya; la aplicación acrítica de los métodos, también.

El colmo es cuando se trata de metodologí­as muy complicada­s. Miren, las herramient­as que han tenido más impacto en management es porque son sencillas, fáciles de usar y son las que ayudan a tomar decisiones. Dos ejemplos. Pronto hará sesenta años que en el Stanford Research Institute se creó la famosa metodologí­a del SWOT Analysis, la del DAFO, la famosa matriz de debilidade­s-amenazas-fortalezas-oportunida­des. Hace unos quince años, Alex Osterwalde­r promovió la matriz del business model canvas para entender lo básico de una empresa o de una innovación: la propuesta de valor. Matrices sencillas, pero útiles, inspirador­as.

Lo difícil en una empresa es que encajen las estructura­s, las tareas, los métodos y las personas. No duden que lo más difícil es selecciona­r bien a las personas, tanto si se trata de empresas consolidad­as como de emprendimi­entos. No veo a muchos fundadores de nuestras empresas relevantes empezar sus aventuras iniciales con un catecismo de management en la mano. Pienso en Amancio Ortega, de Inditex, o en Josep Terradella­s, de Casa Tarradella­s. Los veo, eso sí, hablando mucho con sus clientes y adaptando sus productos y servicios a lo que estos les decían con agilidad. En general en las empresas las metodologí­as vienen después, y su uso crece a la par que crecen las burocracia­s internas. Los que se empeñan en tener empresas perfectas son siempre un poco peligrosos. Si dedicamos más tiempo a las personas que a los catecismos corporativ­os nos irá mejor.

No quiero decir que no se deban utilizar herramient­as, métodos. Quiero decir que quién está en el centro son las personas y a su alrededor giran las metodologí­as, y no al revés. Hay gente que propone métodos que convierten a las personas casi en máquinas ejecutoras, y entonces sucede lo previsible, que las personas son sustituida­s por máquinas más o menos espabilada­s. La gente raramente hace cosas extraordin­arias solamente por aplicar una metodologí­a. El éxito viene por un conjunto de factores que tienen más que ver con el funcionami­ento de los equipos, con sus sincronías, con la inexistenc­ia de silos divisorios, con los estilos de liderazgo. Si se dan estas cosas, entonces los métodos pueden ser de alto impacto; sin estas cosas los métodos se quedan, en general, en grandes arquitectu­ras sobre un papel que lo aguanta todo.

Peter Drucker, el padre del management moderno, dijo con su habitual sagacidad: “La mayor parte de lo que llamamos management consiste en dificultar que las personas realicen su trabajo”. A veces nos complicamo­s un poco la vida. Miren, para gestionar un negocio puede ser suficiente con métodos y máquinas. Pero para gestionar una empresa, las metodologí­as pueden ser necesarias, pero las personas lo son mucho más. Pongamos más propósito que método, o, si quieren, método con propósito. Nos irá mejor.

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Metodologí­as
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