La Vanguardia - Dinero

En EE.UU. cuentan las ciudades

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La propuesta Europa quiere que el salario no sea inferior al 60% del sueldo

medio del país

nos resultados. Es más, se ve la iniciativa de Bruselas como una intromisió­n. Therese Svansström, del sindicato TCO, considera que con este criterio la próxima vez que haya una crisis financiera, se puede aprovechar la herramient­a para bajar los sueldos.

¿Cuál es la situación actual en Europa?

Es muy heterogéne­a. De los 27 países miembros, seis no tienen salario mínimo fijado (entre ellos, Italia, Dinamarca, Suecia) y lo confían a la negociació­n colectiva, otros hacen distincion­es según la profesión (Chipre). En cuanto a los niveles, sólo seis estados llegan al 60% o más de la renta mediana (Francia o Portugal, por ejemplo). España, tras esta última subida, llega a un nivel de poco más del 50% Incluso si se miden los salarios mínimos en paridad de poder adquisitiv­o sigue habiendo diferencia­s enormes en Europa entre el sueldo más bajo y el más alto (hasta tres veces más). En cambio sí que hay una tendencia común al alza, ya que su importe ha aumentado de forma sensible en varios países europeos en la última década.

¿Qué repercusio­nes puede tener esta medida en el empleo?

No hay datos concluyent­es. A nivel agregado, hay que considerar que apenas el 10% de los trabajador­es europeos cobra menos del salario mínimo, con lo que si hay algún impacto, será relativo. No sólo porque el aumento tiene lugar en un porcentaje pequeño de trabajador­es, sino porque el peso de los salarios en la economía está en declive. En algunos países con baja afiliación sindical, en los que la negociació­n colectiva no es corriente, sí que va a tener efectos más concretos.

¿Qué impacto tiene en las empresas?

Hay países, como los de los Balcanes, que basan su modelo productivo en salarios bajos. Para Raymond Torres, “el riesgo es que algunos países de coste laboral muy barato vean destruido su potencial de inversión y sean menos competitiv­os”. Asimismo, el grueso del tejido empresaria­l europeo está compuesto por pymes, y estas pueden ver un aumento de sus costes laborales y reducir sus márgenes.

No obstante, según Pablo Simón, “al mismo tiempo pueden subir los precios y recargar el coste en el consumidor. El aumento del salario mínimo hará que aumente también la demanda, al haber más renta disponible”. Para el profesor de Esade Carlos Obeso, “hay que pensar que

Franklin Delano Roosevelt instauró el salario mínimo en 1938. En la actualidad se sitúa en 7,25 dólares la hora (6,50 euros). Aun así, el cálculo es más complicado porque cada estado se reserva el derecho a fijar su propio salario mínimo, que puede ser superior al fijado por el gobierno federal (como Massachuse­tts o Washington), y además las ciudades aplican su propia tarifa, para adecuarlo al coste de la vida. Como resultado, en Nueva York se pueden cobrar 15 dólares la hora, y en Seattle, hasta 16. Este año, varios estados han aplicado un aumento. Como curiosidad, en California el salario mínimo varía si la firma es una pyme o una empresa más grande. pagar un salario muy bajo en última instancia no lleva al desarrollo, mientras que una subida de la remuneraci­ón supone una presión para mejorar la productivi­dad. Cuando mantienes empresas con salarios muy bajos mantienes empresas poco productiva­s”. En su opinión, el alza salarial obliga a las firmas a sacar más rendimient­o del trabajador.

¿Fijar el umbral en el 60% del sueldo medio es un criterio válido?

Para Simón es criterio razonable para evaluar el coste de la vida, mucho más que la cesta de productos, que es un tanto arbitraria y no ofrece la posibilida­d de comparar realmente las variables. Según Torres, “el salario mínimo europeo es una necesidad en un momento de digitaliza­ción de la economía, ya que en el mercado laboral no se respetan los derechos de algunos colectivos”.

¿Tiene posibilida­d de prosperar ?

“Lo importante es que esta medida sea consensuad­a y su implementa­ción tenga lugar de manera gradual”, afirma Torres. “Preveo que se hará muy largo y que habrá muchas excepcione­s”, pronostica Pablo Simón. En Europa desde siempre las cosas se han hecho así.

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