Listas negras
La semana pasada hablábamos de cómo les cuesta entender a los compradores de arte que, habiendo obras disponibles de ciertos artistas que están funcionando muy bien en el mercado, los galeristas decidan no venderles y crear largas listas de espera con el fin de priorizar las adquisiciones de museos o grandes coleccionistas. El valor añadido que aportan las galerías está en gestionar las carreras de sus artistas a largo plazo, vendiendo sus obras estratégicamente para posicionarlos de manera sólida en instituciones museísticas o prestigiosas colecciones que les den credibilidad.
Y deben cuidarse muy bien de no caer en manos de especuladores enmascarados que lo único que buscan es revender pronto esas obras en subastas, sacando el máximo beneficio. Al tiempo que provocan una rápida inflación en las cotizaciones de estos autores, lo que a largo plazo puede ser contraproducente para sus trayectorias artísticas. Durante años se negó la existencia de listas negras entre los galeristas, es decir, listas de compradores a quienes no se les debía vender por sus prácticas especulativas. Pero, como declaró el prestigioso galerista Thaddaeus Ropac en el Talking Galleries de hace tres años, ¡claro que existen!, y debemos compartirlas, pues son la forma de protegernos de quienes entorpecen nuestro buen hacer.
Recuerdo una discusión en ese Talking Galleries, donde el subastador Simon de Pury hacía alarde de haber contribuido a subir los precios de algunos artistas emergentes a nivel internacional, a lo que la presidenta de la megagalería Pace, Susan Dunne, le contradecía haciéndole ver que lo único que había conseguido era perjudicar las carreras de estos artistas en la medida que las galerías madre habían perdido la oportunidad de colocarlos, a precios aún bajos, en los museos y colecciones de referencia, pues a precios desorbitados estos ya los dejan de comprar.