Mejor que hace tres años
presión de que se ha difuminado el temor a la recesión que se expandió a finales del 2019.
También es cierto que en el presupuesto anual que el Gobierno presentó el lunes se constata, además de prever un déficit galopante por encima del 1,3 billones de dólares en el 2021, el reconocimiento de que las proyecciones previas fueron positivas en exceso. La nueva previsión se sitúa en el 2,8%, casi medio punto porcentual superior a la de la Fed.
“El mercado laboral y el consumo son la fuerza de la economía y están en buena forma”, indicó Eric Winograd, de Alliance Bernstein, en una nota a sus clientes.
A partir de enero, los mercados financieros se han mostrado exuberantes por el alto el fuego en las hostilidades de la guerra comercial entre Estados Unidos y China y la resolución del Brexit. La reducción de la incertidumbre geopolítica se ha unido a destellos de actividad manufacturera en términos internacionales. Salvo en EE.UU. La mancha en el informe de enero del Departamento de Trabajo es precisamente que las factorías perdieron 12.000 empleos por segundo mes consecutivo, después de dar señales de recuperación tras la depresión. Y entonces llegó el coronavirus. A pesar de la buena salud general, Powell ante los legisladores, recalcó: “Estamos vigilando muy de cerca la emergencia del coronavirus, que puede llevar a una disrupción en China y a una afectación del resto de la economía mundial”.
Hay alguien al que parece no importarle demasiado todas estas cautelas: el presidente Trump.
En esos mismos días, en uno de sus mítines lejos de la Casa Blanca, arropado por su base, el presidente interpretó el papel de sanador agorero. “Por cierto y en teoría –pregonó– parece que en abril, cuando haga un poco más de calor, el virus desaparece milagrosamente”.
Este pensamiento mágico sustenta una idea que circula entre algunos expertos y de la que bebe el presidente. El impacto del virus puede provocar un retroceso, pero luego vendría un reflorecimiento que beneficiaría a Trump de cara a su reelección el próximo noviembre.
“Una vez que el contagio está bajo control y estabilizado, pienso que veremos una explosión en el gasto de los consumidores y de las corporaciones”, aseguró Kristina Hooper, estratega de mercado en Invesco, al portal Axios. “Es posible que regresemos no sólo a la normalidad, sino por encima debido al pacto comercial con China”, insistió.
“Somos el país número uno en el mundo en términos de economía”, subrayó Trump esta semana. Lo cierto es que nunca en la historia contemporánea ha dejado de ser la locomotora. Sin embargo, matizó que “ahora nos encontramos muy lejos de China, nadie nos va a coger. Estamos creando la economía más próspera y la sociedad más inclusiva que ha existido jamás”, reiteró.
Esta es la gran baza para llevarse un segundo mandato. En términos cíclicos, esta es la economía más fuerte que ha habido en un año electoral desde el 2000. Una encuesta de Gallup publicada el 12 de febrero indicó que el 61% de los estadounidenses consideran que están mejor que hace tres años. Este es el porcentaje más alto en relación a elecciones previas en que un presidente en
Campaña el cargo buscaba la reelección.
Este resultado, tras una prospección realizada entre el 12 y el 29 de enero, expresa el grado de satisfacción en su vida personal y en la evaluación de sus finanzas. El 52% de los adultos señaló que les resulta más fácil ir a la tienda y comprar cosas que hace tres años. Sin embargo, las respuestas parecen más motivadas por política que por economía. Sesenta puntos separan en esta cuestión a los republicanos (89%) de los demócratas (29%).
En otra prospección, el Pew Research Center dedujo que la visión de la economía nacional se mantiene en el nivel positivo más elevado de las dos últimas décadas. El 57% dijo que la economía estadounidense se halla en un buen nivel, mientras que un 44% cree que las políticas de Trump son las que la han hecho mejor, por un 29% peor y un 26% no piensa que influyeran mucho.
Al margen de la división política, los analistas observan que hay numerosos problemas estructurales en este país, incluida la desigualdad social, la falta de movilidad y la ausencia de oportunidades para muchos ciudadanos.
La escasez y carestía de la vivienda ha propiciado que la crisis de los sintecho afecte a todas las grandes ciudades. Pero este fenómeno tampoco es ajeno a las áreas rurales. Según las estadísticas, en el país más rico del mundo se cuentan 140 millones de personas que son pobres o están en el límite.
“Los bajos números de desempleo esconden la precariedad económica generalizada”, remarcó Molly Kinder, del laboratorio de ideas Brookings Institution.
Dos de sus compañeras, Martha Ross y Nicole Bateman, certificaron en una indagación de campo que 53 millones de personas, o un 44% de los trabajadores de entre 18 y 64 años, ganan salarios de miseria, unos 10,22 dólares a la hora o un total de 18.000 anuales. Trump habla de inclusión y proclama que negros e hispanos nunca han tenido acceso a tantos puestos laborales. Evita que, a pesar de que el desempleo se sitúa en el 3,6%, el de los blancos baja al 3% y el de los negros sube al 6%. El ratio de dos negros por un blanco sin ocupación se mantiene así desde los setenta.
En una ceremonia en la Sala Oval el pasado martes, Trump exhibió un papel bajo el título The trillion $ club. Uno debajo del otro aparecían cuatro nombres –Microsoft, Apple, Google y Amaron– que al leerlos formaban el acróstico MAGA: Make America Great Again. Su lema de guerra. Esta es la crítica, que su supuesto gobierno para el pueblo ha propulsado sólo a los ricos.
La aspiración de crecer ha rebajado la euforia del 4% o más de Trump y se sitúa ahora en el 2,8%
Un 44% dice que Trump ha reforzado la economía, el 29% cree que no y un 26% no ve influencia