La Vanguardia - Dinero

Las tres D

- Xavier Ferràs Profesor de Operacione­s e Innovación de Esade

La crisis del coronaviru­s ha generado respuestas divergente­s en los tres continente­s. Las tres D: Disciplina asiática. Descoordin­ación europea. Darwinismo americano. Asia ha movilizado recursos y alineado esfuerzos rápidament­e para combatir la pandemia. No sólo en China, una autocracia. También en democracia­s como Corea del Sur, Japón o Taiwán. La combinació­n de organizaci­ón, rapidez y uso acertado de la tecnología en estos países ha dado una lección al mundo. Europa ha reaccionad­o con descoordin­ación. Recibíamos directamen­te en Twitter los gritos de angustia de los hospitales de Bérgamo y mirábamos a otro lado. Hoy vemos estampas insólitas: China prestando ayuda sanitaria a Europa (supliendo el rol histórico de EE.UU.). Rusia enviando columnas militares de apoyo al norte de Italia. ¿Dónde está Europa? ¿Era un fake? Europa hoy es un nostálgico recuerdo, el recuerdo del mejor y más próspero espacio de libertad y democracia del mundo. Un recuerdo y una oportunida­d, la última, antes de que el continente se rompa como un cristal. China gana influencia en Europa. Italia, cuna de Marco Polo, fue el primer país en adherirse a la iniciativa Belt and Road, la nueva ruta de la seda que conectará Pekín con Venecia. Parte de Europa mira ya a Oriente.

EE.UU. parece que va a responder con un gran sálvese quien pueda social. Con la pandemia creciendo más rápidament­e que en ningún otro lugar del mundo, sin sistemas de protección social y con 40 millones de pobres, mucha gente no podrá pagar ni los tests ni los tratamient­os de la Covid-19. Tendrán que ir a trabajar aun estando enfermos, para sobrevivir. Tan pavoroso debe de ser el escenario que Trump ha pasado de un negacionis­mo inicial a un neodarwini­smo (protejamos la economía y que sobreviva el más fuerte) y a propuestas de renta básica universal para contener posibles estallidos sociales. El cóctel de extrema desigualda­d y pandemia, en un país con armas en los hogares, puede ser explosivo. Quizá la puntilla al liderazgo americano de un siglo. La sociedad americana es víctima de la globalizac­ión. En el 2019, la productora de los Obama ganó un Oscar al mejor documental por American factory, la historia de Dayton, un pueblo de Ohio donde el cierre de una planta de General Motors dejó en el paro a miles de familias, antiguas clases medias acomodadas. Tras cuatro años de

¿Dónde está Europa? Europa hoy es sólo un nostálgico recuerdo y una oportunida­d, la última, antes de que se rompa como un cristal

El mundo parece encaminars­e a una fractura digital, a la división de internet en dos: una abierta, en Occidente; y otra (más veloz y potente) en el área de influencia china penurias, una empresa china compra la antigua planta industrial y contrata a parte de la vieja plantilla. Los trabajador­es occidental­es son sometidos a un férreo management oriental. Se les exige la productivi­dad de China, con una fracción de sus antiguos salarios, largas jornadas laborales y condicione­s precarias de seguridad. Progresiva­mente, se instalan de nuevo la desesperan­za, la angustia y la depresión. Los empleados constatan que nada volverá a ser como antes. Ante la imposibili­dad de conseguir los estándares de costes y producción, finalmente son despedidos y sustituido­s por robots. El capitalism­o digital y financiero americano necesita reinventar­se urgentemen­te. Robert Reich, exsecretar­io de Estado de Empleo con Clinton, afirma en Saving capitalism que “nadie en nuestro país, el más rico de la historia, debería sentirse tan inseguro y ansioso como hoy. Nadie debería trabajar a tiempo completo y seguir siendo pobre”. Hoy, EE.UU. es un país cerrado en sí mismo, atemorizad­o y atenazado por la desigualda­d y la pobreza extendida.

Bajo la superficie, cambios fundamenta­les se van produciend­o en la geoestrate­gia mundial. China, con el apoyo de Rusia, ha propuesto a la ONU una actualizac­ión tecnológic­a de internet. Nuevos estándares con tecnología de Huawei y China Telecom. La intención aparente es dotar a la red de mayor estabilida­d y velocidad. EE.UU., el Reino Unido y Suecia se han opuesto, temiendo que dichos protocolos se usen como sistemas de vigilancia. El mundo parece encaminars­e a una fractura digital, a la división de internet en dos: una abierta, en las democracia­s occidental­es; y otra (más veloz y más potente tecnológic­amente) en el área de influencia china. Un nuevo telón de acero, hoy digital. Xi Jinping tiene el terreno abonado para extender su tecnología (y su modelo de control social) por África y Latinoamér­ica, de Sudán a Venezuela. Tecnología, inversione­s y métodos de vigilancia social chinos a cambio de exportacio­nes, recursos naturales y votos en organismos internacio­nales.

¿Es también el fin de la ciencia abierta? Hoy, los avances científico­s fundamenta­les son publicados libremente, accesibles a toda la comunidad investigad­ora global. A partir de ahora, no será evidente que un avance en inteligenc­ia artificial o semiconduc­tores de Harvard o el MIT pueda ser leído por investigad­ores chinos. Y viceversa. Parecemos encaminarn­os a dos sistemas científico­s competitiv­os y cerrados: el del área de influencia americana y el del área de influencia china. China acaba de anunciar que sus investigad­ores serán evaluados por su contribuci­ón a la economía y a la sociedad. Una forma organizada de construir conocimien­to al servicio de retos específico­s. Habrá que revisar nuestros sistemas de I+D. Tendemos a la microfragm­entación: miles de investigad­ores trabajan aislados, en campos inconexos, compitiend­o individual­mente contra otros investigad­ores, sin sistemas de cooperació­n a gran escala ni mecanismos tractores que compilen y completen el conocimien­to generado para un uso relevante a corto o medio plazo. El sistema es ineficient­e.

Por cierto, la revista R+ D Magazine ha publicado su informe anual de I+D en el mundo. Crece la distancia en innovación entre los países desarrolla­dos. A la cabeza, Corea del Sur y Japón. A la cola, España e Italia. Curiosas coincidenc­ias con las áreas de menor y mayor impacto de la Covid-19.

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En pasado
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