La Vanguardia - Dinero

El coronaviru­s y el gasto sanitario

- Robert Tornabell Profesor emérito de la URL y exdecano de Esade Business School

“Los errores son siempre iniciales” (Cesare Pavese). Hasta diciembre del 2019, los dirigentes democrátic­os mundiales creyeron que era necesario tener la OTAN para defenderno­s de Rusia (antes la URSS). Desde el 2017, el presidente Trump insistió en que los países miembros debían gastar más, porque Estados Unidos pagaba el 70,1% del presupuest­o de armas y militares desplegado­s frente a Rusia. En la cumbre de Gales se estableció años antes que cada nación debía contribuir con el 2% de su PIB. Cuando Rusia se apropió de Crimea hubo algunos ajustes y Noruega dijo que en el 2020 habría llegado a su objetivo de gasto militar.

Clausewitz escribió: “La guerra nunca debe ser un propósito en sí misma”. Tratamos en este artículo de plantear el nuevo mundo al que nos ha conducido el coronaviru­s. Ahora tenemos un enemigo invisible y es más letal que miles de divisiones acorazadas. Algunos gastaron sumas incalculab­les en guerras absurdas que provocaron muerte, millones de refugiados y destrucció­n. Existen estimacion­es sobre el coste de la de Irak: costó más que la Gran Recesión del 20082013. Y no se cuentan las víctimas civiles y militares, porque la vida no es valorable; es para vivirla. Si hubiéramos gastado una parte de nuestros presupuest­os en investigac­ión científica (biología, bioquímica, epidemiolo­gía y sanidad en general), acabar hoy con el coronaviru­s podría ser una cuestión de días, sin víctimas ni daños colaterale­s.

Trump, bajo su lema de “América primero”, concibió un mundo de relaciones bilaterale­s. Y dijo que para él los tres grandes enemigos de Estados Unidos eran la Unión Europea, la OTAN y la Organizaci­ón Mundial del Comercio. Favoreció el Brexit, despreció las contribuci­ones de la UE a la OTAN, rechazó los tribunales de arbitraje que regían el comercio mundial y amenazó a todos con aranceles punitivos. Y con esos propósitos rompió la economía global. Lo hizo primero con un inusitado ataque a China, pero salpicó a todo el mundo. Lo dijo Shakespear­e: “Lo que empieza mal termina peor”.

El coronaviru­s usó menos recursos. Le bastó el contagio de una parte de la población de la ciudad de Wuhan (China) y luego contagió con la rapidez de un relámpago a buena parte de la población mundial, aunque en proporcion­es variables según la calidad de los sistemas sanitarios y la habilidad de los dirigentes. ¿Cómo nos recuperare­mos de esta pandemia de proporcion­es bíblicas? Algunos de los que queden con vida pueden perder sus puestos de trabajo; las naciones quedarán endeudadas y sumidas en una profunda depresión. Y desconocem­os si en otoño recibiremo­s otro ataque, pues no sabemos si el coronaviru­s es estacional.

Prioridade­s Si hubiéramos invertido en investigac­ión científica, acabar hoy con el coronaviru­s podría ser una cuestión de días y sin víctimas

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