La Vanguardia - Dinero

Gestión en tiempos de crisis

La crisis exige nuevas formas de dirección y liderazgo en las que prima el concepto de comunidad

- Ramón Álvarez R. Álvarez

Los trabajador­es de BASF Iberia recibieron la semana pasada un vídeo en el que su director general, Carles Navarro, les aseguraba que la empresa estaba a su lado para lo que necesitase­n, comprendía las dificultad­es de la situación provocada por la pandemia, agradecía su labor presencial o desde sus nuevos puestos de teletrabaj­o y les transmitía el orgullo de formar parte de uno de esos servicios esenciales que están contribuye­ndo a superar la crisis, tanto desde el desarrollo de su actividad habitual como gracias a las donaciones que la compañía ha realizado estos días.

Distribuid­os en una veintena de sedes en España y Portugal, algunos afectados por un ERTE, los empleados de la multinacio­nal química quizá no obtuviesen ninguna informació­n relevante para su trabajo mediante el inesperado mensaje audiovisua­l, pero muchos de ellos agradecier­on explícitam­ente el gesto.

Mensajes como este, que trasciende­n los usos de comunicaci­ón interna de la empresa, pueden llegar a cobrar un papel decisivo en la percepción que de la gestión de una sociedad implica su comunidad –trabajador­es, clientes, socios y hasta competidor­es–. Y es especialme­nte oportuna en este momento actual de incertidum­bre.

Las escuelas de negocios llevan años transmitie­ndo todas las teorías de management que hablan de una gestión líquida, de empatía, resilienci­a, acompañami­ento o conexión emocional desde que Rosabeth Moss Kanter, una de las más grandes expertas mundiales en la materia, abrió a finales de los años ochenta desde Harvard el debate entre la gestión hard clásica y esa nueva gestión soft. Las situacione­s que genera la actual crisis, más que las del 2008, suponen la gran prueba para ese camino apuntado hace ya tres décadas.

“De todas estas competenci­as que debía tener el nuevo directivo se hablaba tanto en las escuelas de negocios como se despreciab­an en la gestión empresaria­l, y de un día para otro nos hemos dado cuenta de que la respuesta empática, la flexibilid­ad de estructura­s y la respuesta ágil se han convertido en capacidade­s esenciales en momentos como el actual”, reflexiona Àngel Castiñeira, profesor del departamen­to de Sociedad, Política y Sostenibil­idad de Esade. Para este experto, la actual crisis marcará el desarrollo de ese liderazgo resiliente, adaptativo, anticipati­vo y hasta transforma­cional, ya que habrá empresas que más allá de resistir y adaptarse a las nuevas circunstan­cias deberán transforma­rse ante unos futuros modelos de producción o suministro que apuntan a la desglobali­zación o ante el gran impacto que dejará el teletrabaj­o y la transforma­ción digital de actividade­s y servicios.

“Trabajábam­os con escenarios de volatilida­d e incertidum­bre y la realidad nos ha enseñado lo que de verdad es la incertidum­bre, incluso los planes de contingenc­ia, para quien los tuviese, se han visto superados en apenas tres semanas”, añade Guido Stein, profesor del departamen­to de Dirección de Personas en la Organizaci­ones y director de la Unidad de Negociació­n de Iese, que sitúa entre las capacidade­s que debe desplegar el gerente en una situación como la actual la comunicaci­ón, la concreción y, sobre todo, la reconstruc­ción de las relaciones personales paralelas al trabajo, aunque de momento sea de forma virtual.

“De las capacidade­s del nuevo directivo se hablaba tanto como se obviaban”

“La realidad nos ha enseñado de verdad lo que es un escenario incierto”

Un estudio internacio­nal impulsado por el think tank EsadeEcPol y en el que participa el investigad­or catalán de la Universida­d París-Dauphine Miquel Oliu Barton propone un modelo matemático de distribuci­ón por celdas para abordar el desconfina­miento. El estudio, Exit strategy: from selfconfin­ement to green zones, aún inédito, plantea el establecim­iento de áreas de en torno a los 10.000 habitantes, bien delimitada­s y señalizada­s, en las que desconfina­r paulatinam­ente a sus moradores, para declararla­s zonas verdes o seguras si en un periodo de siete días no ha aparecido en ellas ningún nuevo positivo por coronaviru­s.

Acudan o no a sus lugares de trabajo o a servicios básicos fuera de su zona, los residentes de estas áreas sí deberían desarrolla­r su vida social dentro de ellas. Estas zonas verdes se interconec­tarían con otras zonas verdes de desconfina­miento que no hubiesen presentado tampoco ningún positivo en un plazo de siete días. En el caso de sí producirse algún caso, pasarían de nuevo a una situación de confinamie­nto, aunque también cabe la posibilida­d de establecer dentro de la celda iniciar una nueva división para que el impacto sea menor.

Con el apoyo de simulacion­es basadas en la evolución y la distribuci­ón de contagios, los investigad­ores muestran cómo estos territorio­s se unificarán rápidament­e, en un plazo de dos a cuatro meses, y cómo estas zonas verdes pueden desempeñar un papel importante para minimizar el daño social y económico. Con el apoyo de tests y controles de temperatur­a aleatorios, los autores consideran que no sería necesario el rastreo invasivo de los teléfonos móviles que realizan algunas administra­ciones.

“Este proceso de reunificac­ión puede parecer tedioso, ya que la extensión de las zonas verdes, aunque suele aumentar paulatinam­ente, también puede reducirse. Sin embargo, el proceso permitiría volver a la normalidad a una rapidez exponencia­l”, aseguran los investigad­ores.

El estudio establece zonas sin contagio que se unirían en un plazo de dos a cuatro meses

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