La Vanguardia - Dinero

Coordinaci­ón

- Mariano Guindal

Los beneficios de hoy son las inversione­s de mañana y el empleo de pasado mañana. Por esta razón, la única solución para salir de la pandemia económica es apoyar a las empresas. Desde el Gobierno se debe crear un marco laboral, fiscal y financiero que les permita recuperars­e del Gran Encierro. Es falso que haya una salida de izquierdas y otra de derechas, como dice Pablo Iglesias. Sólo hay una salida que funciona, y es la del sentido común. La caída de la productivi­dad es tan profunda que exige ser más pragmático que ideológico, o al menos es lo que piensa la mayoría de los expertos con los que he hablado estos días.

Durante los momentos más críticos de la enfermedad los sindicatos han venido defendiend­o que era más importante defender la salud de los trabajador­es que los beneficios de las empresas. Grave error, ya que sin beneficios no hay empresas y sin empresas no hay empleo. Es tanto como hacernos elegir entre el virus y el paro. No son cosas contrapues­tas, sino todo lo contrario. Las empresas han formado parte de la solución sanitaria.

Habría que hacer una lista de las empresas que han consensuad­o con sus trabajador­es fabricar el material sanitario que la sociedad necesitaba y que el Gobierno no ha sido capaz de proporcion­ar. Desde el primer momento han ayudado con recursos económicos y materiales a combatir la Covid-19 sin que nadie se lo haya mandado y sin que nadie se lo haya reconocido. Y todo eso ha sido posible porque han tenido beneficios en el pasado. No son “el enemigo a batir”, como las ha presentado la ministra Yolanda Díaz. Todos, trabajador­es y empresario­s, estamos en el mismo barco, y si se hunde nos ahogamos todos.

La incorporac­ión de los trabajador­es a sus empleos tenía que haber sido pactada con los comités de empresa para fijar las condicione­s que hicieran compatible­s la salud y el trabajo. Siempre es mejor convencer que imponer. Ninguna guerra se gana encerrándo­se en casa, sino en el campo de batalla. Pero tampoco se puede mandar a los combatient­es al frente armados con un lápiz. Ha habido empresas que se han buscado la vida para dotar a sus empleados del equipamien­to adecuado, que les han hecho tests para separar a los que contagian. Lo sorprenden­te es que las autoridade­s les hayan requisado el material por entender que había otras prioridade­s. El Gobierno tenía que haberse provisto de lo que necesitaba en el mercado.

En cuanto a la salida de la pandemia económica, habrá que encontrar una solución para ayudar a los más necesitado­s y apoyar la economía productiva. No sólo hay que conseguir el dinero, sino saber gastarlo. Y mantener el espíritu del esfuerzo y los estímulos a la meritocrac­ia. Un país subvencion­ado y adormecido por las ayudas y la deuda perpetua no puede prosperar. Tenemos que competir. Es el mundo en el que nos ha tocado vivir y eso no lo va a cambiar el coronaviru­s.

Y en este mundo nuestras empresas son nuestro ejército, y los emprendedo­res, nuestros generales. No se les puede marginar ni vilipendia­r, porque son parte de la solución, no del problema. Tal vez unos pactos en la Moncloa sean menos interesant­es que un acuerdo entre Gobierno, sindicatos y patronal como el acuerdo nacional de empleo posterior al 23-F. Acuerdos que se llevarían al Parlamento para convertirl­os en leyes ¿Quién se atrevería a votar en contra?

Al dictar el real decretoley 11/2020, de 31 de marzo, el Gobierno previó que, tras la declaració­n del estado de alarma, se procedería a la aprobación de un plan de actuación para agilizar la actividad judicial con la finalidad de contribuir al objetivo de una rápida recuperaci­ón económica tras la superación de la crisis.

Posteriorm­ente, la Abogacía del Estado ya ha aclarado en un informe que, barajando este real decreto conceptos con distintos efectos jurídicos como la suspensión e interrupci­ón de los plazos procesales –el primero supone la paralizaci­ón de su cómputo, mientras que la interrupci­ón supone la puesta a cero del plazo transcurri­do reiniciánd­ose íntegramen­te el plazo cuando desaparezc­a la causa (estado de alerta)–, nos encontramo­s ante una mera suspensión del plazo procesal.

Los consejos generales de procurador­es y de la abogacía han lanzado, muy recienteme­nte, sendas propuestas de reactivaci­ón. ¿Tan complicado sería que las propuestas fueran conjuntas de los distintos agentes que colaboran con la justicia? En unas circunstan­cias tan extraordin­arias, más allá del respectivo protagonis­mo profesiona­l sería deseable volcar en un crisol las distintas aportacion­es para fomentar una rápida, efectiva y deseada recuperaci­ón de la actividad judicial.

Para tan noble propósito cabría dispensar también unas medidas temporales, más sencillas, que además no supondrían cambios legislativ­os, sino de armonizaci­ón entre los decanatos, respectiva­mente, de los tribunales superiores de justicia, de las audiencias provincial­es y de los juzgados de la jurisdicci­ón civil-mercantil, penal, contencios­o o social. No cabe explicació­n alguna de que el sistema de reparto de los asuntos judiciales sea distinto en Madrid, Bilbao, Barcelona, València, Sevilla o Zaragoza.

A modo de ejemplo, en los temas concursale­s, dependiend­o del distinto foro, en ocasiones existe un doble reparto, al despreciar­se el reparto del preconcurs­o (artículo 5 bis LC) como antecedent­e del posterior concurso de acreedores. Recienteme­nte, se ha intentado justificar que mantener el doble reparto tiene por objeto eludir el fraude de evitar el juzgado natural mediante un segundo reparto, pero si el primer reparto es técnicamen­te puro, parece razonable que lo que se habría de evitar es el segundo, que es donde el justiciabl­e descontent­o con la primera atribución buscaría mejor suerte. Las duplicidad­es nunca son buenas.

Ante el aluvión de procedimie­ntos concursale­s, de los que depende la actividad productiva y, por ende, el mantenimie­nto de puestos de trabajo, no parece desencamin­ado que al menos por un tiempo se unifiquen criterios en los decanatos, en éste y en otros temas.

Sería interesant­e un acuerdo nacional de empleo, como el posterior al 23-F

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PAQUET / EFE Instancias Ante el aluvión de procesos concursale­s deberían unificarse, al menos por un tiempo, los criterios en los decanatos
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