La Vanguardia - Dinero

La línea del frente

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Los que pensábamos que el futuro era el 2000 –con sus Vespino voladores y trajes de aluminio– sólo nos equivocamo­s de 20 años; resulta que es ahora, ha llegado de golpe y mal repartido, como siempre. Las prediccion­es sobre las crisis de futuro son eso, prediccion­es, y suele ocurrir que sólo adivinamos sus consecuenc­ias una vez ya han pasado. Es aquel dicho danés populariza­do por Niels Bohr de que “las prediccion­es son muy difíciles de hacer, especialme­nte si son sobre el futuro”.

La crisis actual en esto no es diferente. Y como en las demás, también nos ha cogido con las estructura­s de futuro a medio hacer; los robots, la realidad virtual, los Vespino voladores y la renta básica universal todavía no están a punto. El Foro Económico Mundial (WEF) publicaba el año 2 antes de la Covid-19 su informe sobre el futuro del trabajo. Los titulares destacados eran: 1) que la IA y la robotizaci­ón podrían crear hasta 58 millones de puestos de trabajo antes del 2022, y 2) que para el 2025 el trabajo que harán las máquinas superará por primera vez el realizado por los humanos. El detalle del resultado de esta nueva ola de destrucció­n creativa que hemos convenido en llamar 4.ª revolución industrial sería de 133 millones de puestos de trabajo creados por 75 millones destruidos.

En cuanto a los perfiles más y menos demandados en diferentes sectores, el WEF destacaba el incremento de la demanda de analistas y científico­s de datos, desarrolla­dores de aplicacion­es, especialis­tas en medios sociales, ejecutivos de ventas, gestores de innovación, atención al cliente y en general cualquier trabajo que requiera “habilidade­s humanas”. En la parte baja de la demanda situaba los trabajos repetitivo­s y mecánicos de poco valor humano añadido.

Las prediccion­es del WEF son coherentes con los datos de demanda de empleo y de salarios de las clases medias en EE.UU. y en Europa. Los primeros estudios empíricos sobre el tema son de David Autor, Lawrence Katz y Melissa Kearney en el 2006 y constatan la caída de la demanda de empleo de cualificac­ión media mientras aumenta el de cualificac­ión alta y baja. El fenómeno se explica por el impacto de tecnología­s digitales, que aumentan las capacidade­s de quienes realizan trabajos creativos y de toma de decisiones, pero tienden a sustituir y hacer obsoletas las de quienes hacen trabajos repetitivo­s; el gerente de

Los gobiernos que han utilizado mejor la tecnología han podido tomar decisiones más racionales y con menor coste de vidas

Los trabajador­es que realizan labores repetitiva­s, pero que requieren una constante adaptación al entorno, son los que han mantenido la economía de campaña la empresa ve sus capacidade­s aumentadas con la ayuda de algoritmos y la IA, mientras que un sistema de contabilid­ad en la nube sustituye al contable.

En cambio, los trabajos repetitivo­s pero que son manuales, los que tratan con humanos y los que requieren una constante adaptación al entorno –fontaneros, peluqueros, jardineros, cuidadores, personal sanitario o bomberos– no se ven afectados directamen­te por las tecnología­s digitales: las máquinas y los algoritmos no les quitan el trabajo, pero sufren sus consecuenc­ias indirectam­ente, ya que deben competir con los trabajador­es de cualificac­ión media desplazado­s por la tecnología, con el contable que se reinventa. Maarten Goos y Alan Manning acuñaron el concepto de “polarizaci­ón del trabajo” para referirse a este fenómeno.

Y en medio de este escenario de “corrimient­o sísmico en la manera en que los humanos trabajamos junto a máquinas y algoritmos” (palabras del WEF) nos llega el futuro con el que nadie contaba (salvo Bill Gates y Salvador Macip). He hecho una búsqueda rápida por los términos “virus”, “pandemia” o “epidemia global” en los artículos académicos de los autores citados, en los diferentes informes sobre el futuro del trabajo del WEF y en los libros de teconomía de mi Kindle y nada, no viene. La Covid-19 ha convertido una vez más todas las prediccion­es en literatura a la vez que ha (de)mostrado al mundo los (d)efectos de la polarizaci­ón del trabajo de la manera más cruel posible.

Las organizaci­ones, los dirigentes y los gobiernos que han utilizado mejor la tecnología –datos masivos, tests, geolocaliz­ación, seguimient­o de contactos, IA– han podido tomar decisiones más racionales y en una fase lo bastante inicial de la pandemia como para que se haya traducido en vidas humanas. Esto incluye peligrosam­ente a los gobiernos que han usado tecnología­s intrusivas que no respetan los derechos de sus ciudadanos. Los estados que no han utilizado las tecnología­s adecuadas o que aun teniéndola­s han apelado a fuerzas superiores –nacionales, España y EE.UU.; económicas, Reino Unido, o divinas, Brasil– encabezan hoy el ranking de contagios.

Y del mismo modo que la Covid-19 ha puesto el foco en el polo de los empleos altamente cualificad­os, el de las clases dirigentes que deberían tomar mejores decisiones con la ayuda de la tecnología, también lo ha puesto en el polo contrario. Los trabajador­es en la franja de los empleos poco cualificad­os, los que a pesar de ser repetitivo­s siempre son diferentes porque requieren de una constante adaptación al entorno: fontaneros, peluqueros, jardineros, cuidadores, personal sanitario o bomberos. Son estos trabajador­es los que siempre han estado en la primera línea del frente y los que han permitido mantener la economía de campaña en marcha. Han hecho siempre lo que tocaba con la poca tecnología que tenían a su disposició­n, a menudo a pesar de las decisiones de unas clases dirigentes que han apelado demasiadas veces a fuerzas superiores. En el d.C. tocará revisar a qué franja aplicamos el término poco cualificad­o.

“Siempre me ha interesado esa jerga que emplean los rastas. / Hablan de batallas que no puedes encontrar en los mapas. / Es el rock de la línea del frente, / que se note que estás presente” (extracto del tema La línea del frente, del grupo vasco Kortatu). Era cierto cuando lo cantaban en el 34 a.C. y lo sigue siendo en la nueva anormalida­d d.C.

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HOLA IMAGES / GETTY
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La gestión
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