La dignidad de los Nobel
Duflo y Banerjee rompen clichés económicos y piden políticas centradas en la dignidad humana
Ganaron el último Nobel de Economía por su “enfoque experimental para aliviar la pobreza global”, pero ahora dan el salto a repensar el sistema económico actual: parece, dicen, que hemos regresado al mundo dickensiano de Tiempos difíciles, “con los ricos enfrentándose a unos pobres cada vez más alienados, sin una solución a la vista”. Y lo peor, denuncian, es que estamos haciendo frente a una desigualdad por las nubes, a la proximidad de catástrofes naturales y a desastres en la política global con clichés. Pero aunque Duflo y Banerjee, catedráticos del MIT, constatan que han fallado las políticas económicas y nos han cegado las ideologías –y se permiten chistes sobre la profesión–, subrayan que la buena economía es útil para abordar los temas clave: desigualdad, crecimiento, medio ambiente, emigración y comercio.
Los que aborda Buena economía para tiempos difíciles, un libro más que bienvenido: frente a las respuestas trilladas, la investigación económica más reciente. Que sorprende. Como con la emigración. La proporción de migrantes internacionales es casi igual en el 2017 que en 1960 o 1990, el 3%. No es un alud. Y las diferencias salariales entre países tienen relativamente poco que ver con que la gente migre, es el colapso de la normalidad cotidiana lo que les impulsa. Y, sobre todo, dicen, el mercado laboral no funciona con la ley estándar de la oferta y la demanda: los estudios sugieren que los inmigrantes poco cualificados
BUENA ECONOMÍA PARA TIEMPOS DIFÍCILES Abhijit V. Banerjee y
Esther Duflo
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no perjudican los salarios ni el empleo. Crean demanda, pueden ralentizar la mecanización y favorecer que mujeres cualificadas salgan al mercado. Además, los que migran desde países pobres necesitan dinero y valor para cruzar, y por eso muchos tienen talentos excepcionales y crean empleo: el 43% de las 500 compañías con más ingresos en EE.UU. en el 2017 fueron fundadas por inmigrantes o sus hijos. El padre biológico de Steve Jobs, sirio. El padrastro de Jeff Bezos, cubano.
Por cierto, que muchos no emigren pese a los incentivos ha provocado que el comercio global haya sido mucho menos beneficioso de lo anunciado. Un comercio donde el tamaño importa –si EE.UU. vuelve a la autarquía sólo perderá el 2,5% del PIB, pero los países más pequeños son muy dependientes– y en el que se crean muchos más perdedores de los que predice la teoría y hay que, dicen, o bien ayudarles a desplazarse o compensarles.
Sobre todo, Duflo y Banerjee piden desconfiar de la dañina obsesión con el crecimiento de la revolución reaganiana: cuando una élite captura la mayoría de los beneficios del crecimiento llega el desastre social. Las políticas, advierten, son poderosas: el cambio de China, la bajada de impuestos a los ricos en EE.UU., la prioridad del crecimiento sobre el medio ambiente... Y esas políticas se basan en ideas: nos debe guiar una noción amplia de lo que quiere el ser humano y qué es una buena vida. Pensar sólo en ingresos deforma. Debemos reconocer, concluyen, el profundo deseo de dignidad y contacto humano para entendernos y replantear cómo la sociedad cuida de sus miembros. Sobre todo, cuando lo necesitan.
El 43% de las 500 mayores empresas de EE.UU. han sido fundadas por emigrantes o sus hijos