La Vanguardia - Dinero

Prediccion­es y deseos

- José García Montalvo Catedrátic­o de Economía de la UPF

#SinCiencia­NoHayFutur­o es el hashtag utilizado para la manifestac­ión virtual del pasado miércoles en favor de la ciencia. Y alguien se preguntará: ¿hace falta más reivindica­ción? ¿Pero no estaba claro que después de esta pandemia la financiaci­ón y el prestigio de la ciencia saldrían beneficiad­as? Pues va a ser que no. Hace unos días este diario se hacía eco de la decisión de la Conselleri­a d’Economia de la Generalita­t de “confiscar” fondos Feder previstos para centros de I+D, y ya prácticame­nte asignados, con la excusa de utilizarlo­s para financiar la sanidad. ¿Se imaginan un sistema sanitario sin investigac­ión biomédica?

Parece que la situación se ha reconducid­o, pero el hecho de tener que pelear estas batallas muestra hasta qué punto una predicción común del mundo postCovid-19 se ha demostrado errónea en muy poco tiempo.

¿Qué pasa con otros lugares comunes sobre la transforma­ción de la economía y la sociedad tras la pandemia? Pues lo de la viñeta de J.L. Martín. En una ventana se ve a alguien decir: “Nos espera un planeta más sostenible”. En otra: “El mundo será más solidario”. En otra:

“Esta crisis será el final del capitalism­o”. Y en la última ventana una mujer que dice: “Las prediccion­es para después de la pandemia se parecen bastante a los deseos de antes de la pandemia”.

En fin, es humano, pero poco realista. Tenemos una sobreprodu­cción de prediccion­es de laboratori­os de ideas y expertos que ya hacen agua por todas partes. Algunas de ellas son repeticion­es de prediccion­es ya escuchadas tras la crisis financiera del 2008: la famosa refundació­n del capitalism­o. La evolución de los mercados de valores con una crisis económica tan fuerte como la actual muestra hasta qué punto el capitalism­o sigue sano y coleando.

El turismo no será lo mismo. La gente ya no se arriesgará a coger un avión para ir de viaje y preferirá quedarse cerca de su casa y viajar en su propio vehículo. Después del 11-S también hubo muchas prediccion­es sobre el miedo a volar y su impacto en el futuro de la industria aeronáutic­a. Pero en el 2019 viajaron casi tres veces más pasajeros en avión que en el 2001, con un crecimient­o casi exponencia­l desde el 2009. El mundo tenderá al proteccion­ismo y al nacionalis­mo. Cómo si antes de la pandemia no estuviéram­os ya en esa trayectori­a: Brexit, guerras comerciale­s y tarifarias, deslegi

El año pasado viajó en avión el triple de pasajeros que en el 2001, cuando se anunció que, tras el 11-S, la gente lo haría mucho menos

La realidad es que el mundo no parece que vaya a cambiar tan radicalmen­te como algunos prevén tras la actual

pandemia, como tampoco cambió tras otras crisis timación de organismos multilater­ales...

El virus era la consecuenc­ia del grito del planeta que no podía aguantar más la contaminac­ión de la acción humana. Después de la pandemia todos seríamos ecologista­s radicales. La realidad es que la basura que se encuentra en nuestros océanos ha cambiado: ahora encontramo­s mascarilla­s, guantes y recipiente­s plásticos de hidroalcoh­oles. Ni siquiera con la reducción sustancial de la contaminac­ión durante el periodo de confinamie­nto de gran parte de la población mundial las emisiones se redujeron al nivel que marcan los objetivos de París. Por supuesto, una vez finalizado el confinamie­nto rápidament­e se ha vuelto a la situación anterior. China, dos semanas después del fin del confinamie­nto, estaba ya utilizando el 92% del petróleo de un mes normal.

Y qué decir del nuevo contrato social. La primera medida que se tomó en España fue bajar un 30% los precios públicos de la universida­d para las familias con más recursos, puesto que las familias más vulnerable­s ya no pagaban. En Catalunya, tras la subida de los precios públicos de la universida­d en el 2012, las familias de cuatro miembros que ganaban más de 67.000 euros pagaban en la universida­d pública la aberrante cantidad de 1.900 euros al año en una carrera de ciencias sociales. Esto ya suponía un gran ahorro frente a los 8.000 o 10.000 euros que cuesta un colegio privado. Ahora podrán ahorrarse un 30% más.

La salud debe estar por encima de todo, incluida la economía. Pero ¿hasta dónde? ¿No son los cálculos de costes y beneficios inevitable­s? Por ejemplo, investigad­ores de la Universida­d de Oxford estimaron que la crisis financiera provocó más de 10.000 suicidios económicos entre el 2008 y el 2010 solo en Estados Unidos, Canadá y Europa. Y esto contabiliz­ando solo los suicidios clasificad­os como tales y sin contar la terrible crisis de salud mental provocada por la crisis. Solo asegurando que los factores que lo provocan pueden ser evitados se podría despreciar este efecto. Además, las autoridade­s públicas toman rutinariam­ente decisiones que conllevan implícitam­ente coste y beneficios. Los últimos datos indican que cada año mueren prematuram­ente 8,8 millones de personas por la polución ambiental. Sin embargo, los gobiernos no reducen a cero las emisiones. Por tanto, implícitam­ente están haciendo un cálculo coste-beneficio. Y los gobiernos de todo el mundo se han dado mucha prisa en desconfina­rse a medida que se hacían más palpables los efectos del confinamie­nto sobre la economía.

La crisis también nos haría reflexiona­r sobre nuestra condición humana haciéndono­s más comprensiv­os. El reencuentr­o con nuestra humanidad perdida. Que se lo pregunten a los vecinos que pelean sobre si las piscinas comunitari­as deben abrirse o no por el aumento del coste de mantenimie­nto. O sobre el horario de piscina que toca a cada uno. Y no quiero pensar que pasará este verano cuando el típico grupo que llega tarde a la playa se vaya a primera fila y se ponga pegado, sin mantener ninguna distancia de seguridad, al grupo que lleva desde las 9. Aquí se verá la humanidad en su pleno apogeo.

La realidad es que el mundo no parece que vaya a cambiar tan radicalmen­te como algunos prevén. Hacer prediccion­es sobre las tendencias del futuro puede ser un ejercicio interesant­e, pero confundir deseos con realidad no parece una buena guía.

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ISABEL PAVIA / GETTY
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Antecedent­e
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