Las finanzas funcionales
Los grandes empresarios españoles se lo pueden decir más alto a Pablo Casado, pero no más claro. Es imprescindible que abandone la estrategia de la crispación para derribar al Gobierno de Pedro Sánchez y que se pongan a trabajar juntos para evitar que la economía caiga en la mayor depresión desde la Guerra Civil.
La amenaza de un “otoño caliente” cada vez es más preocupante. En los círculos de poder se adelanta que el PIB en el segundo semestre cayó en el 13% y el FMI prevé la mayor recesión desde el “crack” del 29: “Los datos son escalofriantes, sin contar en que caigamos en una crisis de deuda o que se produzca un nuevo confinamiento como consecuencia de una nueva oleada de la Covid-19”, según me comenta en privado un alto dirigente europeo.
En esta situación, la estrategia de la derecha económica no coincide con la de la derecha política. Los primeros tratan por todos los medios que Pedro Sánchez y Pablo Casado se pongan de acuerdo para reconstruir el país. Ese acuerdo arrastraría al resto de las fuerzas políticas y sociales sin que se produzcan vetos cruzados. Así se ha puesto de manifiesto durante la cumbre empresarial organizada por la CEOE donde han participado los principales gestores españoles.
Según dicen en privado, no sobra nadie. Igual que en 1977 no sobraba nadie cuando se firmaron los Pactos de la Moncloa. Un acuerdo sin los sindicatos, sin Podemos y sin las formaciones que apoyan al Gobierno no solo no garantizarían la paz social, sino que incendiaría las calles si llegan malos datos. Lo mismo ocurre con la patronal y con los partidos de centro derecha,; su consenso sirve a dar confianza a los inversores para apostar por el futuro.
Sin embargo, los intereses de la derecha política van por otra parte. El Partido Popular, apoyándose en Vox, lo que pretende es aprovechar la gravísima situación que se va a producir en otoño, con desempleo y quiebras empresariales, ¡para in
El economista Nouriel Roubini, apodado Doctor Catástrofe a causa de sus pesimistas predicciones en la recesión del 2008, ha pronosticado una crisis económica devastadora. Quizá no yerra el tiro: Goldman prevé una caída del PIB estadounidense del 25% para el segundo trimestre, y JP Morgan sube la apuesta hasta el 40%. Los economistas discuten si la crisis tendrá forma de V o de U, los más pesimistas prevén una L, pero Roubini bate a todos anunciando una I: una caída vertical de la actividad de la que no se vislumbra el final. ¿Cómo evitarla? Roubini defiende medidas extraordinarias: estímulos masivos a la economía, sin descartar la emisión directa de dinero y su entrega a las economías domésticas. Esta postura tan radical no es sin embargo nueva en economía. Se remonta a las ideas de un economista muy popular en la segunda posguerra, Abba Lerner, uno de los grandes apóstoles de la revolución keynesiana y antagonista del neoliberalismo de Friedman y la escuela de Chicago.
La principal contribución de Lerner fue lo que él denominó “finanzas funcionales”. Este término designa la política económica diseñada con el único objetivo de alcanzar el pleno empleo y estabilidad de precios (en ese orden), sin reparar en el aumento o disminución de la deuda pública, ni en su volumen. Para Lerner, los impuestos, el gasto, la deuda, etcétera son herramientas que el gobierno dispone para influir en la economía, y que debe emplear con absoluta discrecionalidad adhiriéndose a tres principios: primero, ajustar los impuestos y el gasto con el estricto objeto de que haya pleno empleo y no existan presiones inflacionistas (no para elevar ingresos o reducir déficit); segundo, endeudarse y devolver la deuda solo como medio de variar la proporción de dinero en efectivo y títulos en manos del público; y tercero, imprimir o destruir el dinero necesario para que los dos primeros principios se cumplan. En tiempos de crisis económica, el endeudamiento jamás debería cubrirse con impuestos; éstos solo se deben incrementar para reducir el gasto en tiempos de inflación. Lerner rechazó tanto el temor a una excesiva carga de la deuda (se devolvería con crecimiento) como el efecto crowding out (los recursos utilizados por el Estado son detraídos del sector privado, que los emplearía más eficientemente). En 1943 Keynes escribió: “El argumento de Lerner es impecable, pero que el cielo ayude a quienquiera que intente explicárselo a la gente corriente en el estado actual de la evolución de las ideas económicas”.
Quizá es el momento de explicar a la gente corriente la necesidad de adoptar medidas de política fiscal y monetaria extraordinarias, dada la excepcionalidad del momento actual. Aunque las circunstancias son muy diferentes de época de posguerra, la dirección que indicó Lerner para las finanzas públicas hace casi 80 años podría ofrecer una guía. Si en el 2008 la inspiración de muchos economistas emanó de Keynes, quizá en el 2020 provenga de Lerner.