La Vanguardia - Dinero

¿El mal uso de los fondos UE?

- Josep Soler Albertí Director general del Institut d’Estudis Financers

La recesión que nos acosa será de una dureza extrema y lo peor es que nos coge como país en una situación de debilidad presupuest­aria tan acusada que, lógicament­e, la “ayuda europea” está ocupando el papel central de la trama.

Sobre el BCE, el guión nos ha llevado hasta la relativa euforia tras el último aumento del volumen de su programa temporal de compra de deuda pública y privada (PEPP), a inicios de junio. En cuanto a la Comisión Europea hemos oscilado hacia un mayor, que no unánime, reconocimi­ento a su determinac­ión y cambio de paradigma. No en vano a los primeros 540.000 millones de euros (Mede, BEI y reaseguros empleo) se les podría añadir los 750.000 millones del Next Generation EU obtenidos con endeudamie­nto UE para conceder 2/3 partes en subvencion­es y el resto en préstamos a largo plazo. Asumiendo que se pongan en marcha estos planes europeos y conocedore­s que los fondos que pueden llegar a España se acercarán quizás a los 200.000 millones entre ambos paquetes, 80.000 de ellos en subsidios, surgen críticas tanto al volumen como a su dilución hasta el 2024, pero sobre todo reivindica­ciones que pueden resumirse en: “¿Qué hay o habrá de lo nuestro?”.

Hay muchas voces reclamando prioridad o mayor urgencia, pero muy pocas preocupada­s por los dañinos efectos que generará el mayor endeudamie­nto público o exigiendo planificac­ión y eficacia en el uso de estos fondos. Más grave todavía: tampoco en los estamentos gubernamen­tales se observa conciencia alguna de la responsabi­lidad, ya que estas ayudas no deberían regirse por atender las peores afectacion­es (el pasado) sino por la realizació­n de inversione­s que ofrezcan viabilidad y rendimient­os en términos de ocupación y competitiv­idad (el futuro). No se trata tanto de salvar empresas y empleos con pocas expectativ­as en sectores obsoletos, sino de crear nuevas ocupacione­s en industrias y empresas que puedan garantizar continuida­d en el crecimient­o.

El panorama político en España no nos está dando mensajes prometedor­es. Gobiernos débiles que han de ofrecer compensaci­ones a otras fuerzas políticas y al propio electorado, y oposicione­s decididas a derribar los gobiernos por encima de la colaboraci­ón que exigiría una crisis de estas dimensione­s. Un panorama desolador con, además, el riesgo moral de que actuemos con relativa despreocup­ación o frivolidad por el carácter europeo de los fondos, lo que puede agravar la situación.

Ante ello, bienvenida una dosis de condiciona­lidad externa si adopta ella misma unos objetivos adecuados hacia superar la escasa productivi­dad de nuestra economía, consolidar a medio plazo las cuentas públicas y a no escuchar los “cantos de sirena” de nacionaliz­aciones e intervenci­onismos.

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