La náutica sale a flote
Tras el desplome histórico de las matriculaciones, el sector intenta salvar la temporada con el alquiler
Piergiorgio M. Sandri
En el caso de la náutica, no es redundante decir que el mercado se ha hundido por culpa del coronavirus. Las matriculaciones de embarcaciones nuevas en España (unas 1.400) hasta mayo registran un desplome acumulado del 43% hasta mayo, con un retroceso del 54% solo el mes pasado. Con lo que es como si el sector haya retrocedido a hace diez años, cuando la anterior crisis financiera paralizó el sector durante años.
Al desastre económico se le añade la mala suerte del calendario, porque la pandemia alcanzó su punto álgido en el mes de abril, que es cuando se registra el grueso de las compras en vista de la temporada de verano. De esta manera, “todo lo que se perdió este año, difícilmente se va a poder recuperar el resto del año”, admite Carlos Sanlorenzo, secretario general de Anen, la asociación que agrupa las empresas del sector.
Hasta aquí las malas noticias. No sólo para los astilleros, sino también para todo las actividades relacionadas que viven de los barcos nuevos, como los servicios de mantenimiento, por ejemplo.
Sin embargo, hay unos débiles motivos de esperanza no tanto del negocio de la compraventa, como del consumo, en sentido amplio de la náutica, en particular del chárter o alquileres de embarcaciones, que en España ya representan casi un tercio de las compras. En este caso –suena paradójico– la Covid19 le puede incluso suponer una ayuda.
Si la crisis económica del coronavirus ha llevado a aplazar o cancelar la compra de las embarcaciones –al ser un gasto que conlleva otro gasto, relacionado con el mantenimiento–, en cambio, el disfrute de un crucero sí que sale aventajado en la coyuntura sanitaria actual, al venderse como una fórmula que permite evitar aglomeraciones, estar al aire libre, rodeado de lo suyos y en contacto con la naturaleza. “Está emergiendo un público nuevo, que descubre la náutica por primera vez y una forma diferente de veranear”, afirma Sanlorenzo.
Una de las esperanzas que nutre la náutica, especialmente en España, es que la temporada se alargue más allá del verano, una vez que los temores de la Covid-19 se vayan disipando. “La pandemia no ha hecho otra cosa que acelerar una tendencia que empezó hace años, que es la transición de la propiedad al uso”, comenta Toni Tío, presidente de Barcelona Clúster Náutic. “Es como el teletrabajo: es un fenómeno que ha venido para quedarse”, asegura.
El chárter de las embarcaciones de recreo ha cambiado con al pandemia: varias sociedades en Baleares han optado por abrir una base en la costa catalana, para que los clientes puedan embarcarse sin coger aviones. Mientras casi la mitad de la clientela acostumbraba a proceder del extranjero, este verano los españoles han copado la gran mayoría de las reservas.
Otro discurso es el que se refiere a las grandes esloras. Una ciudad como Barcelona es considerada un punto de referencia en este sector, al ser un puerto base del Mediterráneo para este tipo de embarcaciones.
En este caso, sí que la pandemia ha supuesto un impacto notable, porque se cancelaron las dos principales ferias de este sector (aplazadas al año que viene), se tuvieron que confinar unos 300 tripulantes en las instalaciones portuarias y muchas de las grandes embarcaciones que en primavera suelen cruzar desde el Caribe hacia el Mediterráneo para amarrar en Barcelona no cruzaron el Atlántico.
“De los 100 mayores barcos del mundo, el 60% estaba en las Américas antes de la pandemia y en junio el 45% seguía allí”, comenta Ignacio Erroz, director general de Marina Port Vell. La Covid-19 congeló varios locales y servicios anexos que disfrutan estas embarcaciones. Ahora, tras un rígido protocolo, todo está a punto para el arranque de la temporada. “Barcelona ha mantenido intacta su reputación”, asegura Erroz. Para que la náutica salga a la superficie otra vez
Las ventas se han hundido hasta un 60%, pero los chárter sostienen el negocio de la industria
La fiscalidad de los barcos en España es la más alta de Europa
“España es un potencia náutica en el Mediterráneo, por su posición y por ser un destino seguro, asequible y accesible. Pero soporta la mayor carga fiscal de Europa sobre las embarcaciones”, recuerda Carlos Sanlorenzo de Anen. Es una de las antiguas reivindicaciones del sector, que luchan por eliminar el 12% sobre el valor de la embarcación, al que hay que añadir también el IVA (del 21%). Esta medida en la práctica ha hundido la producción los astilleros españoles, sobre todo en las esloras de entre 8 y 12 metros.
Como argumento, la industria pone el ejemplo de otras actividades turísticas, como los campings, que se benefician de IVA reducido y sostiene que una menor carga fiscal podría elevar la recaudación. Uno de los ejemplos más claros es el de los chárter de más de 15 metros: si estas embarcaciones se destinan al alquiler, ya no pagan impuesto de matriculación. Esto ha ayudado la llegada de barcos de grandes esloras a España, en particular a Barcelona, lo que ha generado un impacto económico. En particular la industria del refit (remodelación) de los yates en las instalaciones de MB92 ha dinamizado el sector.
Hay que pensar que cada año el propietario de un barco se gasta el 10% del valor de la embarcación en mantenimiento, un dinero que puede acabar en el ecosistema de las ciudades portuarios, creando un motor económico nuevo. En particular, el chárter de grandes yates, según fuentes del sector, deja el 17% del valor del barco en los sectores relacionados con el entorno náutico, un porcentaje superior al del mismo impuesto, en cambio destinado a las arcas públicas.