¿Se nos van?
Barcelona no se caracteriza por tener una gran colección de arte contemporáneo internacional. Las de la Fundació La Caixa y la del Macba son dos oasis en medio de un desierto. La semana pasada les hablaba de los tres Basquiat incluidos en la Col·lecció Riera que compró la Generalitat y de cómo su pago escalonado impidió que, durante años, hubiese fondos para construir una colección nacional ambiciosa capaz de adquirir obras de artistas referentes antes de que su precio de mercado se disparase. Ha faltado, y todavía falta, una política decidida de adquisiciones que permita articular el patrimonio artístico actual, de aquí y de fuera, para que en el futuro se pueda explicar el mundo de hoy a través de las prácticas artísticas.
Ante este panorama, es una hecatombe que colecciones como las del recién fallecido Josep Suñol, con piezas muy singulares, vendan algunas
Este cuadro de Antoni Tàpies es una de las obras que se subasta
de sus obras más emblemáticas en la subasta ONE de Christie’s Londres el 10 de julio. Difícilmente las adquirirá un coleccionista catalán y desgraciadamente se nos irán. Hablamos de nueve obras de primer nivel, como un importante Calder de 1971 que saldrá por unos 3 millones de libras, una sensacional arpillera de Millares que, con un precio de salida por debajo del millón, puede ser récord del artista, un Tàpies de 1964, un Arp o un Saura. Sorprende que quienes gestionan la venta no tuviesen la sensibilidad de ofrecerlas a las instituciones. Tanto Ayuntamiento de Barcelona como Generalitat me han confirmado que no tenían noticia alguna de la subasta. Lo mismo pasó ya con la colección privada de Tàpies. En el 2017 la familia vendió también en Londres siete imponentes obras sin tampoco dar la posibilidad que se quedasen aquí.
Los fines benéficos de la venta de la colección Suñol serán muy loables, pero si perdemos parte de nuestro patrimonio artístico nos hacemos un flaco favor como sociedad.