La Vanguardia - Dinero

La economía no se va de vacaciones

- Fernando Trias de Bes Escritor y economista. Profesor asociado de Esade

Ya finaliza el mes de agosto. Me decía hace unos días un gerente de una empresa inmobiliar­ia que han sido unas vacaciones happy. Con ello, se refería a que la mentalidad de la mayor parte de la gente, durante los días de asueto que ha tenido, ha sido, como se dice vulgarment­e, de pasar de todo.

Ni nueva normalidad ni historias. A excepción de los mayores, mucho más consciente­s de que, si contraen la enfermedad, entran en peligro vital, el resto de los mortales hemos socializad­o, nos hemos reunido, hemos invitado, hemos hecho planes en grupo y actuado como si aquí no pasara nada (o casi nada). Falso silogismo: si quedo con una persona conocida no me puede contagiar. La mascarilla ha sido como ese fast-pass de los parques de atraccione­s, que nos permiten acceder a las diversione­s sin problema, pero que, una vez dentro, no tiene función. Las hemos llevado encima para movernos por supermerca­dos, tiendas, transporte­s y lugares públicos, pero poco más. A la que hemos estado en un lugar privado, aunque fuese con otras personas, la mascarilla, al bolso o bolsillo, pues para mucha gente ha sido un pase, una especie de carnet para moverse por la calle y comercios.

Esta mentalidad tiene una sencilla razón de ser: la misma por la cual nos gastamos el dinero que nos sobra y que los romanos llamaban carpe diem. Llevamos meses confinados, ahora tenemos vacaciones y, ¡a saber qué podré hacer en otoño! Así que, a disfrutar ahora que podemos, y luego ya se verá.

Para la economía no ha sido malo, pero la economía no se va de vacaciones. Solo entiende de una cosa: certidumbr­e. Y estas vacaciones happy nos han metido en un nivel de contagios cinco o seis veces mayor que cuando estuvimos confinados. Claro, gente joven, casos menos graves, las UCI no colapsadas... otorgan cierta esperanza, pero la verdad es que nos metemos en un otoño demasiado lleno de incertidum­bres económicas, debido a que, digámoslo claramente, hemos pasado de todo.

A la economía le sienta mejor una atonía continuada, pero estable y previsible, que una montaña rusa de “ahora se para”, “ahora se embala”. Vamos a ver qué sucede estos meses, pero si con la gente dispersa y chavales fuera de las aulas estamos a más de 7.000 contagios no quiero ni pensar cómo se va a disparar esta cifra en cuanto regresemos todos a las ciudades y los jóvenes a las clases.

Era de prever. El ser humano es el que es desde hace siglos. Si puedo disfrutar, disfruto. Y mañana, Dios dirá.

Pero Dios no es quien mueve el PIB, sino la estabilida­d.

Lo que viene El verano ha sido de relax y consumo, pero nos metemos en un otoño demasiado lleno de incertidum­bres económicas

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