La economía azul
En los próximos años la recuperación económica tras los estragos causados por la Covid-19 será un tema central para todos y el impulso de la llamada economía azul podría tener un papel decisivo como fuente de crecimiento económico sostenible. Las cifras de toda la actividad económica generada alrededor de nuestros océanos, mares y ríos son abrumadoras y desconocidas para el gran público. El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) estima que su valor supera los 24 billones de dólares y genera un valor económico de como mínimo 2,5 billones de dólares anuales. Eso la convertiría en la octava economía mundial.
Las previsiones, además, apuntan a que en el 2030 la economía azul se expandirá al doble de la tasa de la economía en general y las industrias oceánicas generarán unos 40 millones de puestos de trabajo. Si dejamos las grandes cifras a un lado, la economía azul está, además, intrínsecamente relacionada con la biodiversidad de nuestro planeta en un momento en el que la preocupación por su pérdida es cada vez mayor.
Creemos que, con la ayuda de la tecnología, en las próximas décadas se producirá una revolución interesante en la economía azul, pero necesariamente debe ser sostenible, ya que las necesidades de las empresas y las del medio ambiente son, a muy largo plazo, las mismas: la salud del planeta.
Desde una perspectiva de inversión, la economía azul puede considerarse dentro de una óptica ESG (aspectos ambientales, sociales y de gobierno corporativo) y, de hecho, podríamos decir que el azul es el nuevo verde. Porque ayuda a mitigar los efectos del cambio climático y porque su impacto social es también enorme. En definitiva, la economía azul puede ser novedosa, pero les recomendaría no perderla de vista. Puede ser una de nuestras tablas de salvación…Y nunca mejor dicho.
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