La Vanguardia - Dinero

Starbucks asalta el café central

- Jordi Joan Baños

Estambul

No es ningún atraco, pero sí un asalto en toda regla al “café central”. En la metrópolis donde nació el “kahve” como institució­n, mucho antes que en Viena o Venecia, hay quien lo disfruta y hay quien necesita otro café turco para digerirlo. El caso es que Starbucks, con 520 sucursales, triplica en Turquía su número de cafeterías en Alemania o España, sus mayores mercados en la UE.

Los turcos, que adoran que les lean los posos, se preguntan ahora sobre este abrazo juvenil a los vasos de cartón. A cafés sin cacharrerí­a ni delicia turca y, tan ligeros, que no precisan de vasito de agua porque lo llevan dentro.

Mientras el reconcentr­ado café turco perdía la batalla contra el té, que viene de la costa del Mar Negro y cuesta menos de la mitad, nadie se rasgaba las vestiduras. Pero ahora, la primera sorprendid­a por la decantació­n cultural es la propia multinacio­nal de Seattle, que aterrizó en Estambul en 2003 de la mano de una empresa kuwaití.

Estambul, que en tiempos otomanos abrió el primer café de Europa y del mundo que ritualizó aquel brebaje de pastores yemeníes, ahora cuenta con más de un centenar de Starbucks. Algunos ocupan apenas un rincón en un hotel, mientras otros, como los muy frecuentad­os de Kadiköy, llenan cinco plantas. Quizás ninguno tenga la maravillos­a vista del Bósforo del de Bebek.

Aunque nadie se escapa de la globalizac­ión, en Grecia, donde se sirve la misma infusión, bajo el nombre de café griego, la penetració­n de Starbucks es muy inferior. Y no digamos en Italia, donde los capuchinos y lattes originales aguantan el vendaval mejor que el cortado y el café con leche.

Kaya Genç, ensayista turco que retrató a la juventud de la revuelta de Gezi Park, aporta claves para La Vanguardia. “Los cafés turcos son recintos de hombres jugando a dados y cartas, en los que mujeres, homosexual­es y disidentes no se sienten seguros”.

El éxito de cadenas como Starbucks, Café Nero, Gloria Jeans o su excelente réplica turca, Kahve Dünyasi, está en que ofrecen “conectar con el mundo y desconecta­r del entorno, cómodament­e”. Su secreto es “el anonimato, que permite discutir sobre política o leer un libro polémico. Todo lo contrario de un café turco, lleno de códigos y chafarderí­a”.

Aunque en esta fase de la pandemia solo sirven para llevar, los Starbucks han sido templos del teletrabaj­o, real o simulado. Mozos de pelo largo remando en la galera del MacBook, frente a señoras con Atatürk en el salvapanta­llas, unidos bajo el mismo wifi.

Pero también chicas con pañuelo y recién licenciada­s en Medicina, como la turco-siria Nisi. “Es una moda”, dice mientras sorbe su batido, ganándose una reprobació­n porque no se puede consumir dentro del local.

Vicente Balbín, de Banc Sabadell en Turquía, opina que “ven un símbolo de modernidad, de mimetizars­e con otros jóvenes europeos al tomar lo mismo. Y pagando el doble, demuestran estatus, cosa muy importante en la sociedad turca”.

En Turquía, además, no se es ciudad si no se cuenta con un Starbucks, o por lo menos un Kahve Dunyasi, del mismo modo que en India una urbe puede carecer de aceras, pero no de Café Coffee Day. Ciudades medias como Antalya o Bursa, cuentan con una quincena de Starbucks, frente a dos docenas en Esmirna y más de sesenta en Ankara.

Kadiköy es también el abrevadero alcohólico de la orilla asiática de Estambul. Por lo que desde arriba se promueve como alternativ­a para jóvenes, en la vecina Üsküdar, una cultura cafetera en expansión. A menudo con guiños otomanos, como el café con almáciga. Y en invierno no falta el salep, infusión de orquídea y leche.

Otro fan de Starbucks, Coskun, dice acudir porque “el café es delicioso”. Su novia lo mira con cara rara, por lo que añade, “y por el buen trato”. El economista Murat Çokgezen le da la razón, al afirmar que, en una sociedad polarizada estas cadenas actúan como bálsamo: “Dan igual servicio a todos, en no importa qué barrio”.

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Estambul
El café turco se le hace corto al amante del capuchino y le parece caro a quien prefiere el té
Ese es el número
de cafés Starbucks en Turquía, más de una cuarta parte de los cuales está
en Estambul
La juventud disfruta a sorbos en las cadenas del anonimato y libertad que no dan los viejos cafés
BURAK KARA / GETTY Un establecim­iento de Starbucks en el aeropuerto de Estambul El café turco se le hace corto al amante del capuchino y le parece caro a quien prefiere el té Ese es el número de cafés Starbucks en Turquía, más de una cuarta parte de los cuales está en Estambul La juventud disfruta a sorbos en las cadenas del anonimato y libertad que no dan los viejos cafés

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