La guerra oculta entre producción y finanzas
Hernández cree que Occidente lleva cuatro décadas de errores que han abierto camino a la hegemonía china
“En nuestro tiempo el sistema aparece quebrado en su composición y su dirección. Nuestras instituciones son cada vez más el escenario en el que cada grupo de interés trata de ganar posiciones e imponer un tipo de gestión ejecutiva que le sea conveniente, sin preocupación por el medio plazo o por las consecuencias sociales”, escribe el analista político Esteban Hernández en su nuevo libro, Así empieza todo.
Hernández, autor de libros como El fin de la clase media, intenta trazar ahora una topografía mucho más ambiciosa del mundo actual, con una crítica acerada a un Occidente que, dice, lleva décadas por el camino equivocado, con el espectacular auge de China como uno de sus máximos exponentes. Un Occidente en el que hay un peso decreciente de las fuerzas sociales y los líderes en la toma de decisiones, sustituidos por las fuerzas financieras y su tendencia a generar monopolios y por unos gigantes digitales que responden a la misma lógica.
Occidente se ha equivocado, subraya, al definir qué era lo importante, como se ha visto en la pandemia: empujado por una nueva lógica financiera, dejó que China se convirtiera en la fábrica del mundo, en la única fuente de manufacturas en muchas áreas esenciales. Occidente no solo deslocalizó su producción sino su capacidad de respuesta, dejando en manos ajenas todo lo que le había hecho fuerte, pensando que ya contaban con lo más poderoso, la moneda y el ejército, y que China volvería a un lugar subordinado.
No fue así. La falta de mirada a medio plazo, el enfoque en el rentismo en vez de en la producción, la prioridad de lo financiero sobre lo material, el debilitamiento de los mercados internos, el crecimiento de la brecha entre países y en definitiva una comprensión de lo común que ha priorizado tendencias dañinas, con las clases medias y las obreras desplazadas, ha llevado a una guerra entre ciudades globales y territorios rurales, a un globalismo y un nacionalismo que son parte de un enfrentamiento entre lo productivo y lo financiero. El mundo está hoy dividido entre el capitalismo de Estado chino y el monopolista de EE.UU. y buena parte de Occidente, en el que la salida obvia a la crisis, la digitalización y las energías limpias, amenaza con ser de nuevo negocio para el exceso de capital de los grandes fondos. La sociedad occidental empieza, señala, a ver las desventajas del mundo hiperfluido, de la ausencia de vínculos y el utilitarismo descarnado de los últimos 40 años y va a cambiar: pide más estabilidad y seguridad. Ahora falta saber, dice, si irá a una concentración de poder y recursos apoyándose en discursos autoritarios o si logrará beneficiar al conjunto de los ciudadanos.