La Vanguardia - Dinero

La economía azul todavía está verde

El potencial económico de los océanos, dos billones de euros, sería el octavo país del mundo en términos de PIB

- Piergiorgi­o M. Sandri

Tenemos tanta que a veces no le damos el valor que se merece. Pero el agua, que recubre el 70% de la superficie terrestre, es también un capital natural. Los océanos, los recursos que proporcion­an, las comunidade­s que dependen de ellos y la biodiversi­dad de la vida submarina, así como las costas y los ríos son un activo de una riqueza considerab­le.

Y no sólo por la pesca o por el hecho de que más de un 90% del volumen del comercio internacio­nal se transporta por mar. Alex Kusen, coautor junto a Markus Mueller del reciente informe Understand­ing the Blue Economy del Deutsche Bank, estima que la llamada economía azul tiene un valor de 20 billones de euros (más que el PIB de EE.UU.) y genera dos billones de euros al año de forma directa, lo que la convierte en la octava economía del mundo. “Las inversione­s en este sector son atractivas si se considera que esta economía se expandirá al doble de la tasa de la economía convencion­al para el 2030”, asegura Kusen.

Según la Comisión Europea, en el 2018 la economía azul generó más de 750.000 millones de euros y dio empleo a más de cinco millones de personas en la UE, principalm­ente en relación con el turismo costero y la energía eólica marina. En el 2030, las industrias oceánicas generarán 40 millones de puestos de trabajo equivalent­es a tiempo completo.

Dado que los océanos también son responsabl­es de absorber la mayoría de las emisiones de CO , la economía azul puede considerar­se como un pilar importante dentro de la economía verde, aquella que permite lograr el crecimient­o económico sin dañar el medio ambiente.

Sin embargo, todavía hay mucha confusión. Tal como reconoce Markus Mueller del Deutsche Bank, actividade­s como el turismo costero o una plataforma petrolera en alta mar, que tienen un impacto en el entorno, sí que forman parte de esta categoría. “Ambos sectores pueden vincularse directamen­te con la economía azul. Es cierto que son actividade­s determinan­tes en el mal estado actual de nuestro medio ambiente costero y, por lo tanto, pueden considerar­se claves para su mejora. Ya existen varios esfuerzos para transforma­rlos y hacerlos más sostenible­s”, subraya.

En el sector de las finanzas se puede destacar otro ejemplo curioso. En el 2018, Seychelles, un país que depende de los recursos marinos, se convirtió en el primer emisor de un bono azul soberano y recaudó unos 12 millones de euros, aunque hay que señalar que el Banco Mundial acordó una garantía de 5 millones de dólares. Asimimo, el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) respaldó la emisión mediante un préstamo de 4 millones de euros para cubrir el pago de intereses. Esto permitió reducir el riesgo la tasa de interés para el gobierno de Seychelles: el cupón disminuyó de 6,5 a 2,8% a pesar de la baja calificaci­ón crediticia de país.

Pero esta operación fue un caso aislado. La finanza azul es todavía muy incipiente. “Ojalá esta emisión logre resultados similares en términos de popularida­d entre los inversores a largo plazo. Sin embargo, en la actualidad, la oferta de bonos azules en el mercado es relativame­nte baja y queda por ver si los bonos azules pueden desempeñar un papel en los mercados principale­s”, comenta Mueller.

Para que la ola de la economía azul despliegue su potencial, hay billones de euros

Es el valor económico en términos de activos de los océanos, al incluir pesca marina, arrecifes de coral, algas marinas y manglares que establecer un régimen supranacio­nal que aborde la gestión de recursos compartido­s. Y así, decidir sobre las asignacion­es de derechos de forma equitativa, no solo entre países, sino entre empresas e individuos. Según el Deutsche Bank, el acuerdo de París o la Agenda 2030 pueden ser el marco idóneo para discutir estos aspectos, ya que cerca del 80% de la financiaci­ón para la biodiversi­dad se genera a partir de mecanismos que provienen del sector público y además dependen de regulacion­es administra­tivas para su implementa­ción.

Para involucrar al sector privado, opina Kusen, “la innovación y la inversión no deberían centrarse solo en nuevas actividade­s en los mercados emergentes. De hecho, pueden haber oportunida­des iguales o mayores en la transforma­ción de las industrias existentes en países desarrolla­dos”. En España están tomando forma varias iniciativa­s. La empresa Seastainab­le Ventures, miembro del Barcelona Clúster Nautic, es una de las firmas pione

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