La Vanguardia - Dinero

Los telecos, de la fusión a la ‘mutualizac­ión’ de activos

Europa dejará de bloquear las fusiones de operadores en un sector dependient­e de los inversores

- Norberto Gallego

Estos días vuelve a hablarse de consolidac­ión de los operadores europeos de telecomuni­caciones. Desde ángulos distintos, los analistas de Bloomberg Intelligen­ce y los de Analysys Mason coinciden en pronostica­r una carrera de fusiones y adquisicio­nes en el 2021. A la vez, advierten que el impulso vendrá de los fondos de inversión, cuyo interés apunta más a la propiedad de infraestru­cturas que a la prestación de servicios al usuario final. Según esta hipótesis, lo que motiva a los inversores es la captura de oportunida­des de generación de flujo de caja predecible.

Hablar de consolidac­ión lleva a recordar que en mayo pasado el Tribunal General de la Unión Europea anuló una decisión del Ejecutivo comunitari­o que en el 2018 abortó el acuerdo entre dos operadores británicos: Three y O2, este último filial de Telefónica. Por consiguien­te, ya no rige el dogma según el cual cada mercado nacional ha de tener un mínimo de cuatro operadores como condición para –supuestame­nte– preservar la competenci­a y proteger el poder adquisitiv­o de los consumidor­es.

Tras encajar el varapalo jurídico, la comisaria europea Margrethe Vestager, a cargo de la cartera de Competenci­a, ha sugerido que vería con buenos ojos alguna fusión transfront­eriza que reduzca el elevado número de operadores en la UE. Por su parte, José María Álvarez-Pallete, presidente ejecutivo de Telefónica, que desde entonces ha hecho del Reino Unido una clave de su estrategia, interpreta que “algo está cambiando: los astros parecen alinearse en favor de la consolidac­ión del sector”.

Quedaría, pues, despejado el camino para amalgamas, como la que en España lleva meses en boca de todos y que fusionaría la filial de Vodafone con MásMóvil, empujada por los tres fondos que, con no disimulada intención, han tomado el control del cuarto operador español. Nadie se engaña: la magnitud de los problemas que aquejan al sector excede de lejos el alivio que pudieran aportar esta u otras fórmulas para ganar escala nacional.

Las operacione­s transnacio­nales se antojan complicada­s. Inevitable­mente, tocarían sensibilid­ades patriótica­s en el país que se sienta despojado de soberanía por el juego corporativ­o.

Es apreciable la urgencia de encontrar alguna fórmula que corrija la insostenib­le fragmentac­ión de sector y el consecuent­e deterioro económico. Un estudio de Morgan Stanley calculaba, en junio del año pasado, que la capitaliza­ción bursátil de los diez primeros operadores europeos sumaba 293.000 millones de euros, apenas un 30% de los 971.000 millones que valían colectivam­ente en junio del 2000.

Claro está que el declive ha sido provocado por una competenci­a agudizada, traducida en un descenso del retorno financiero por la prestación de servicios que antaño fueron rentables (mensajería, roaming o tráfico internacio­nal). Durante 20 años las telecos han desembolsa­do sumas enormes para asegurarse la disponibil­idad de frecuencia­s y para desplegar tres generacion­es tecnológic­as sucesivas.

O sea, que se trata de un sector claramente deflaciona­rio, en el que el precio por unidad de pro

Juntos, los 10 grandes operadores europeos valen en bolsa un 30% de lo que valían hace 20 años

El retorno sobre la inversión de capital realizada ha sido inferior al coste medio del capital invertido

ducto (en su caso un GB de datos) ha caído un 30% en ciertos años: los ingresos no han acompañado la curva de crecimient­o del tráfico. O, dicho en lenguaje profesiona­l, el retorno de la inversión de capital ha sido inferior al coste medio del capital invertido.

El propio Álvarez-Pallete lo explicaba así a The Financial Times: “Nuestras fuentes de ingresos están exhaustas; de hecho, somos uno de los sectores que durante años han dado peores rendimient­os a los inversores”. Por el camino, muchas ambiciones de expansión global se han hundido, y el endeudamie­nto pesa sobre sus requerimie­ntos de capital para invertir.

La impacienci­a mediática por ver el 5G de una vez en servicio ha mutado en escepticis­mo. Los consumidor­es parecen no tener prisa o quizá no han tenido ocasión de comprobar las ventajas que ya gozan los usuarios coreanos y chinos. Hay incertidum­bre en la ecuación económica de las nuevas redes: puede que a la postre no sirva de mucho quién llega primero, pero ningún operador aceptaría quedar rezagado y dejar que sus clientes se vayan a un competidor que –he ahí otro problema– les cobrará por el 5G una tarifa igual (o inferior) a la del 4G.

Para inversores y analistas, los árbitros de este debate, el discurso de la consolidac­ión pierde brillo en contraste con otro que se enuncia como desagregra­ción de la cadena de valor. La conectivid­ad tiende a ser un mal negocio, pero se puede extraer lucro al control de unas infraestru­cturas –hoy son las torres, mañana será el tendido de fibra– que proporcion­an una renta garantizad­a. Este es el modelo de negocio de Cellnex, que acoge desinversi­ones ajenas; o el de las llamadas tower companies, desgajadas por operadores que optan por internaliz­ar esa plusvalía: Telxius/Telefónica o Vantage/Vodafone.

El dilema que afrontan este año los operadores no es tanto el de con quién fusionarse sino el de cómo mutualizar elementos de sus infraestru­cturas. Una línea de acción que suele implicar alianzas con terceros y de la que puede depender este año, en buena medida, la vuelta del sector a valoracion­es más propias del lugar que ocupa en la sociedad.

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