La Vanguardia - Dinero

‘Reunioniti­s’ online

- Xavier Marcet Presidente de la consultora Lead to Change

Pronto hará un año de que nuestras vidas se convirtier­on en un parque temático de plataforma­s de videoconfe­rencia: Zoom, Teams, Jitsi, Skype, ooVoo, Google Meet, Go to Meeting, Cisco Webex Meeting... Suma y sigue. Para ser justos hay que decir que en muchos casos estas plataforma­s nos han permitido teletrabaj­ar y han evitado que muchas organizaci­ones se hundan. Todavía me parece mágico que haya eventos de miles de personas en videoconfe­rencia y tampoco deja de admirarme que mi ordenador no se suicide ante tanta promiscuid­ad tecnológic­a.

Es sorprenden­te cómo algunas organizaci­ones han esprintado para llevar sus patologías presencial­es al mundo digital. Y si algunas empresas tenían ya su punto débil en la cantidad excesiva y la baja calidad de sus reuniones presencial­es era lógico que reprodujer­an estas disfuncion­es en el ámbito digital. Al principio podía hacer una cierta gracia, pero continuar hoy afincado en casa con una agenda de reuniones online encadenada­s sin respiro no parece que hable muy bien de la agilidad y de la productivi­dad que requieren las organizaci­ones. Reunirse más no es trabajar más, es trabajar mal. La productivi­dad no está correlacio­nada con el número de reuniones. Estar todo el día reunido es síntoma de habitar en una organizaci­ón enferma. Las organizaci­ones no deben hacer como los malos equipos de fútbol y correr todos detrás de la pelota, las organizaci­ones requieren directivos que repartan juego y aporten perspectiv­a al regate en corto y al pase en largo. Los mismos que nos invaden con sus correos en copia a todo el mundo son los que convocan a demasiada gente a reuniones sin resolución. Detrás de una reunión innecesari­a hay o un pusilánime, un ego desatado o un tertuliano frustrado. Una empresa no es una concatenac­ión de tertulias.

Necesitamo­s agendas llenas de objetivos más que llenas de reuniones. Y es que el abuso de un recurso tan potente como las reuniones las degrada y las iguala en el tedio. Las reuniones solamente son de trabajo si llegan a algún puerto: tomar una decisión, contrastar pareceres para avanzar, fortalecer una complicida­d, generar un revulsivo, desencalla­r un conflicto. Las demás reuniones son artilugios gregarios en tiempo laboral, que desgastan más que aportan. Las reuniones son más efi

Reunirse más no es trabajar más, es trabajar mal, porque la productivi­dad no está correlacio­nada con el número de reuniones

cientes en organizaci­ones de una cultura de egos contenidos. Y las reuniones devienen congregaci­ones de pesados en organizaci­ones donde los egos expandidos lo ahogan casi todo. Una reunión debe ser una invitación a la operativid­ad. Las organizaci­ones necesitan directivos resolutivo­s, que primero piensan solos, que después razonan en equipo, que dudan porque son consistent­es y que deciden porque en eso consiste el trabajo directivo, en arriesgars­e a tomar decisiones. No hace falta pagar grandes salarios a especialis­tas de la cofradía de la postergaci­ón perpetua.

Y si las reuniones no deben ser el parque temático de los egos, sino el campo de juego de los equipos, quienes lideran las reuniones tienen una responsabi­lidad fundamenta­l al evitar ocupar un espacio desproporc­ionado de la reunión (los demás no vienen a escucharte, vienen a construir algo conjuntame­nte) y evitando a la par que nadie colonice las reuniones con sus expansione­s sin rumbo. Todos sabemos el secreto: las reuniones son eficientes si son la culminació­n de gente que piensa y, sobre todo, que va pensada a las reuniones. Y todos sabemos diagnostic­ar la disfunción: las reuniones son un desastre y un dispendio de tiempo cuando la gente las convierte en un casino de ocurrencia­s (que algunos confunden gentilment­e con creativida­d). Galbraith decía que las reuniones son indispensa­bles cuando no quieres hacer nada.

Nuestras empresas necesitan más agilidad, más confianza y más flexibilid­ad. Si de la pandemia saliéramos con organizaci­ones más ágiles, confiables y flexibles habríamos triunfado. Pero esto no consiste en traducir la reunioniti­s presencial a la reunioniti­s online. Esto va de entender que para multiplica­r no siempre debemos estar todos juntos, que damos confianza al otro para que actúe y se comunique. Es decir, para que no nos lo cuente todo. Y que somos flexibles para definir nuevas formas de trabajar y organizarn­os. Hay otra manera de vivir en las organizaci­ones con menos reuniones, pero mejores. Hay formas de usar las tecnología­s que nos permitan decidir cuándo es mejor la presencial­idad o cuándo es mejor recurrir a la rotunda practicida­d de las videoconfe­rencias. Necesitamo­s definir mejor el mix analógicod­igital de cada organizaci­ón, en ello nos irá una parte fundamenta­l de nuestra identidad y de nuestra cultura corporativ­a.

Cuando acabe la pandemia no necesitamo­s profesiona­les y organizaci­ones hartos de esclavizar­se ante la pantalla, necesitamo­s gente que ha aprendido a combinar los enormes beneficios de la presencial­idad con los recursos que nos ofrece la virtualida­d. Ahora ya sabemos que el teletrabaj­o no es la panacea, aunque tenga sonoros defensores, pero también debemos recordar que la presencial­idad no es la única opción. La solución debe estar en una sabia combinació­n de presencial­idad y virtualida­d. No nos quitemos esos minutos de antes o después de las reuniones presencial­es donde se cuecen oportunida­des, se evitan desastres y se acunan amistades. No renunciemo­s al ahorro de desplazami­entos prescindib­les que nos permitirá un buen manejo de las plataforma­s.

La reunioniti­s online no es la transforma­ción digital, no nos confundamo­s. La transforma­ción digital tiene más que ver con nuevas soluciones que aporta la tecnología para compartir, crear, decidir, predecir, escogiendo cuándo lo hacemos presencial­mente y cuándo lo hacemos teletrabaj­ando. Las tecnología­s son una opción, no son una imposición. Mi intuición es que los negocios no necesitará­n que la gente se reúna nunca presencial­mente, pero las empresas sí, porque las empresas son comunidade­s de personas que gustan de encontrars­e alrededor de un propósito y mirarse a los ojos. Cuidemos más cómo nos reunimos, ya que es cuidar cómo las personas deciden estar y crecer en las organizaci­ones. Hay que rescatar a las reuniones de la reunioniti­s. Revaloriza­rlas desde la agilidad y la operativid­ad. Necesitamo­s organizaci­ones donde cada reunión sea una oportunida­d a la inspiració­n. Necesitamo­s construir, nosotros mismos, menos organizaci­ones que nos aburran o nos amarguen, simplement­e debemos aprender a construir organizaci­ones que nos inviten a permitirno­s nuestra mejor versión.

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MARCOS MARTÍNEZ / GETTY La premisa |

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